Ayelén es estudiante de comunicación de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS), y nos comparte una reflexión por la situación que están atravesando miles de jóvenes en todo el país como consecuencia de la pandemia. Donde los problemas sociales prexistentes, como desempleo y precariedad, se profundizaron, a su vez la dificultad que implica para los jóvenes poder acceder y permanecer en la universidad. Este sábado 29 de marzo a las 17.30hs se realizará una asamblea virtual de estudiantes para debatir todas las cuestiones que nos implican.
Jueves 27 de mayo de 2021
No es ninguna novedad, a esta altura, que la pandemia del Covid transformó la vida de millones de personas en todo el mundo, y que también desató una crisis económica, social y sanitaria con consecuencias enormes. En el país la pobreza llega a niveles históricos: 42%. El desempleo a fines del 2020 era del 11%. Los sistemas sanitarios de varias provincias están colapsados, como muestra la muerte de Lara de 22 años, que murió en el piso de un hospital esperando una cama.
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En este marco también los jóvenes son fuertemente perjudicados: somos los más precarizados, con los índices de desempleo y pobreza más altos. También el derecho a la educación se transforma en un privilegio, el año pasado en la UNGS desertaron 40% de los inscriptos, y hace menos de dos semanas el gobierno les negó la beca progresar a miles de estudiantes que lo necesitan para sostener sus estudios. Ni hablar de los que ni siquiera sueñan con ingresar.
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Por todas estas cuestiones y muchas demandas más, los estudiantes de la UNGS empezamos a organizarnos para debatir de qué manera pelear por nuestros derechos, y convocan a una asamblea el 29 de marzo a las 17.30hs. Mientras, las gestiones universitarias hacen como si nada pasara y los centros de estudiantes oficialistas brillan por su ausencia.
De cara a la asamblea, Ayelén, estudiante de la carrera de Comunicación nos comparte algunas reflexiones sobre la situación que le tocó atravesar desde el inicio de la pandemia, como joven, estudiante e hija.
CRONICA DE OPINIÓN:
Me llamo Ayelén Figueroa, tengo 23 años y estudio la Licenciatura en Comunicación en UNGS. Mi situación no es distinta a la de los demás, mi familia se ha visto empobrecida por esta pandemia. Ya veníamos de fuertes golpes por la situación previa al Covid. Mi madre, pequeña comerciante, se ha visto sometida a cambios grandes debido al giro de cartas que esta pandemia provocó. Laburar de forma online fue un verdadero desafío tanto para ella como para mí, que, si bien no trabajo de manera fija aún, contribuyo en sus labores. Fue todo mucho más agotador, esclavo y demandante de lo que un comercio ya es. Me iba con mis apuntes siempre al local, y daba leídas mientras podía entre alcohol en gel, lavandinas y algunos cafés. Propiamente aún luego de varios intentos fallidos, no encuentro trabajo ni fuera ni dentro del internet y eso cristaliza más la situación de aquellos que nos hemos empobrecido. Siempre es la misma historia: experiencia de años; conocimientos previos cómo si eso realmente determinara lo que un espíritu con ganas de trabajar puede hacer.
Retomando mis puntos anteriores, la pandemia ha profundizado las dificultades, aunque también me ha enseñado a ser tenaz. La rutina me ha cambiado, el asiento universitario se convirtió en una almohada en pijamas y pantuflas a cualquier hora y para todo. La dedicación al estudio se ha modificado e intensificado, no alcanzo a comprar cada libro o pagar cada copia, los PDF también se han vuelto una maldición. Aprender sobre plataformas virtuales, otra interacción, emociones revolucionadas. Se extraña el ambiente universitario: los mates en el campus, los debates increíbles que uno podía tener a las diez u once de la noche con un docente motivado por su pasión de enseñar. La pandemia me ha quitado la sensación física de pertenecer, pero me dio la capacidad de comprender y mejorar mis propios límites. Hay hermandad estudiantil, hay apoyo emocional, hay fuerza para salir adelante.
Los centros estudiantes, una bella forma política de nuestra expresión joven, deberían apuntar, o como lo proponen, a fomentar el reencuentro, el debate de las voces, a concientizar, porque no muchos pueden lograr la situación crítica para con el Estado. Romper el romanticismo de que laburar y estudiar a la vez nos convierte en héroes y que somos el gran futuro. No, seremos el gran futuro cuando nuestros esfuerzos valgan lo que merecen y eso solo se logra exigiendo derechos, condiciones dignas de salud, trabajos que permitan ampliar nuestros horizontes, etc.
Las políticas públicas han sabido contener los primeros fenómenos del desastre pandémico, pero a lo largo solo han agravado la situación. Tomando literariamente algunas palabras de Michael Foucault, aquello que nos enseña termina por castigarnos. Porque el efecto de la "contención económica" ya ha pasado. La gente, los jóvenes, necesitamos trabajos, motivaciones y esperanzas. Libertades de elegir y expresarse. Ya no nos bastan planes, o la quita de estos que es aún peor. Pueden existir ganas de volar, pero sin alas, solo estamos siendo ilusionados. Creo que con eso digo mucho. Se evade la realidad del hambre, pero se siente. Se silencia a mujeres, pero la vida sigue sangrando. La injusticia más que nunca se ha transformado en algo más que un virus, sino en los fantasmas arrogantes de un gobierno que mucho endulza su oído, pero no se anima a enfrentar. De los que escucho: "La patria somos todos". Y digo: No, la patria es de quien puede.