La cumbre del radicalismo aprobó un documento lo suficentemente abstracto como para seguir con las roscas provinciales y el testimonio nacional. Definieron no hacer una alianza, ni dejar de hacerla, sino todo lo contrario.
Fernando Rosso @RossoFer
Miércoles 19 de noviembre de 2014
“En la cumbre de la UCR puede pasar de todo, incluido… nada”, afirmó un comentarista en la previa de la reunión que llevaron adelante los líderes radicales el lunes pasado en la localidad bonaerense de San Fernando. El escueto documento de cinco puntos acordado en la reunión confirmó la aseveración: no pasó nada. O mejor dicho, pasó poco y nada.
La formulación general del documento es algebraica y en algunos puntos parece contener una afirmación y su contraria.
En el primer ítem llaman a “ratificar la construcción del Frente Amplio UNEN, redefiniendo su conducción, sus reglas de funcionamiento e institucionalidad, con el objetivo de su fortalecimiento”, es decir, ratificar la construcción del FA-UNEN si se lo cambia de pies a cabeza, incluidas sus reglas institucionales. ¿Esto puede necesariamente interpretarse como una negativa tajante y sobre todo definitiva a un posible pacto nacional con el PRO de Macri o el FR de Massa? Ratificar la construcción del FA-UNEN no rechaza de plano posibles alianzas que sean habilitadas por su “nueva” institucionalidad y reglas de funcionamiento.
El segundo punto convoca a “asumir el compromiso de respaldar una fórmula presidencial encabezada por la Unión Cívica Radical”. Una fórmula presidencial que contenga en alguna de sus cabezas (presidente o vice) a un radical ¿es encabezada por la UCR y por lo tanto respaldable por el radicalismo? El no rechazo explícito a la unidad con el PRO o el FR y una formulación insuficientemente determinada dejan abierta la libre interpretación para materializar esta posibilidad hacia el futuro, si las circunstancias lo imponen. Las interpretaciones de quienes se oponen a las alianzas y que afirman que el documento cerró de una vez y para siempre toda posibilidad de un acuerdo nacional, tienen más que ver con su expresión de deseos que con una fidelidad a lo que se desprende de la letra del documento.
El tercer punto es el más concreto: “Fortalecer la territorialidad de la Unión Cívica Radical. Para ello, las provincias –ejerciendo una autonomía concertada con el Comité Nacional- podrán realizar los acuerdos necesarios para apoyar a las candidaturas radicales a las gobernaciones, al Congreso de la Nación y a las intendencias”. Es decir, por abajo rosca para todos y todas. Un aval para aquellos que acordaron alianzas locales con Massa o Macri, como Morales en Jujuy, Naidenoff y Buryaile en Formosa, Cano en Tucumán, Aguad en Córdoba y hasta no se descarta Cobos en Mendoza. Para una alianza nacional, la “negativa” es lo suficientemente abstracta como para que casi pueda revisarse; para los distritos el apoyo es contundente a los “acuerdos necesarios”. Parece que Massa o Macri son “menos malos” en las provincias, y son casi ángeles particularmente en aquellas que le permiten mantener o recuperar gobernaciones a los radicales. Este negocio del toma y daca no se embarca en estériles discusiones sobre “principios” o “programas” que puedan entorpecer en laissez faire del mercado de la política burguesa .
El cuarto ítem es decorativo y tiene el objetivo de mantener el “relato republicano”. No quieren dejarle la exclusividad de charlatanería al gobierno, así que una vez autorizadas las roscas necesarias y esquivadas con elegancia las más ambiguas, se hace un llamado a un “acuerdo programático” de gobernabilidad a las fuerzas de la oposición.
Finalmente, el quinto punto define “Realizar una convocatoria a la Convención Nacional a través de los organismos partidarios pertinentes en el plazo más breve posible”. El remate del documento informa de una resolución clave y central de la reunión: convocar a otra reunión. Esa sí que es una medida identitaria del radicalismo y honra a su tradición histórica.
Si de alguna manera cumplieran con el ecléctico exhorto de San Fernando, a esta altura, tanto con los posibles candidatos propios (Sanz o Cobos), como con el degradado “socialista” de la triste figura de Santa Fe (Binner); corren riesgo no solo de repetir la mala elección de que hicieron en el 2011 de la mano de Ricardo Alfonsín, sino de acercarse peligrosamente a la catástrofe de Leopoldo Moreau en el 2003.
La crisis de la “identidad radical” está ligada a su hundimiento como partido luego de las catástrofes económicas y sociales que junto al peronismo ayudaron a desatar en la Argentina semicolonial (1989-2001). Un radicalismo menemista terminó la obra devastadora de la empresa “neoliberal” (previo Pacto de Olivos) y un radicalismo k fue cómplice de la restauración kirchnerista que hoy vive su fin de ciclo. Ambos hicieron un gran aporte a la “democracia”, dando su apoyo institucional a la dictadura; y luego gobernando para los intereses de los grandes ganadores del genocidio. Durante todo este tiempo, el peronismo tuvo el dudoso “mérito” de esquivar las crisis, garantizándose no habitar el gobierno cuando estaban prontas a sucederse y de esta manera lograr supervivencia nacional.
“No hay nada fuera del texto” sentenció Derrida para certificar el fin de la historia y la condena del mundo a una supuesta posmodernidad. En este caso, en el museo premoderno de los radicales, es el texto el que no vale nada.
Pero por suerte, se convoca a una nueva Convención Nacional, y ahí sí puede pasar de todo, incluido…nada.
Fernando Rosso
Periodista. Editor y columnista político en La Izquierda Diario. Colabora en revistas y publicaciones nacionales con artículos sobre la realidad política y social. Conduce el programa radial “El Círculo Rojo” que se emite todos los jueves de 22 a 24 hs. por Radio Con Vos 89.9.