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Red Internacional
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FILTRACIONES TTIP. Los “secretos” del TTIP, la voracidad de las transnacionales al desnudo

Las filtraciones del TTIP muestran las presiones de Estados Unidos por desregularizar aún más los mercados europeos, pero también la lucha de las multinacionales y capitalistas europeos por su parte del negocio.

Josefina L. Martínez

Josefina L. Martínez @josefinamar14

Diego Lotito

Diego Lotito @diegolotito

Miércoles 4 de mayo de 2016

El director de Greenpeace Europa, Jorgo Riss, ofrece una rueda de prensa en Bruselas. Foto: EFE/Laurent Dubrule

Greenpeace Holanda publicó este lunes una serie de documentos que confirman que la firma del TTIP (Transatlantic Trade and Investment Partnership) implicará "importantes riesgos para el clima, el medioambiente y la protección del consumidor", según esa organización.
Las 250 páginas de documentos que hasta ahora se mantenían ocultos bajo siete llaves, muestran algunas de las diferencias que persisten entre los negociadores norteamericanos y los europeos en puntos como la regulación de los cosméticos y organismos genéticamente modificados, así como regulaciones medioambientales, entre otros.

Las filtraciones evidencian lo que ya era vox populi, aunque nadie quisiera aceptarlo de forma oficial: las presiones del imperialismo norteamericano por desregularizar -aún más- el mercado europeo para sus productos y multiplicar los negocios de las multinacionales de un lado al otro del mundo. Pero al mismo tiempo, aunque no aparezca en estos “papeles”, también muestra que los Estados europeos buscan defender los negocios de sus propias multinacionales y capitalistas “nacionales”.

Hay dos temas que son especialmente polémicos en esta etapa de las negociaciones: las compras públicas en Estados Unidos donde las regulaciones estatales de ese país limitan la entrada de multinacionales europeas y las denominaciones de origen en Europa, que para algunas economías regionales de los países del viejo continente son fundamentales.

Una de las cuestiones que más rechazo ha generado entre quienes se oponen al Tratado es el sistema de arbitraje, ya que este garantiza a las empresas multinacionales poder querellarse contra los estados en caso de que alguna legislación “viole” los principios de su “libertad de negocios”. Un mecanismo de arbitraje privado, al servicio de los beneficios de las multinacionales imperialistas.

Hollande dice no al TTIP… para negociar en mejores condiciones

La filtración de los documentos del TTIP ha tenido una fuerte repercusión en Europa. Varios gobiernos son cuestionados, por derecha y por izquierda, por su defensa del TTIP.

La respuesta de los dirigentes de la UE ha sido repetir que el TTIP no afectará “derechos” ambientales o laborales, intentando minimizar las filtraciones. "Se ha provocado una tormenta en una taza de té", dijo la comisaria europea de Comercio, Cecilia Malmström.

En el caso de Francia, la filtración ha llevado al gobierno de François Hollande a tomar distancia del acuerdo. El secretario de Estado francés del Comercio Exterior, Matthias Fekl, dijo que "la opción más probable” es que las negociaciones del TTIP no continúen, responsabilizando a EEUU de no ceder nada en las negociaciones.
"Europa propone mucho y recibe muy poco a cambio, y eso no es aceptable", dijo en una entrevista en la emisora "Europe 1". Fekl aseguró que "tal y como está actualmente, es un mal acuerdo", y sostuvo que Francia "no puede firmarlo" en estas condiciones.

Hollande lo reafirmó: "no aceptaremos nunca que se cuestionen nuestros principios esenciales", dijo. "Por eso en este momento Francia dice no".

Pero la defensa de Hollande de unos “principios esenciales” contra el TTIP es una enorme muestra de cinismo, cuando su gobierno está intentando hacer aprobar una ley laboral para flexibilizar aún más el mercado de trabajo, garantizando despidos baratos y ataques a las conquistas obreras, al servicio de las patronales. Un gobierno que no duda en reprimir brutalmente a los trabajadores y a la juventud, imponiendo un “estado de emergencia” que liquida libertades democráticas.

El objetivo de Hollande es negociar en mejores condiciones, para favorecer los intereses de los capitalistas franceses y sus empresas transnacionales, que buscarán aprovechar el nuevo tratado comercial para impulsar sus negocios.
Pero esta defensa de la “soberanía” francesa por parte de Hollande responde también a otros motivos. Su gobierno está siendo fuertemente cuestionado y su popularidad ha caído estrepitosamente. No sólo por izquierda, como hemos visto en las últimas semanas con ocho jornadas nacionales de lucha contra la reforma laboral y el estado de urgencia, sino también por derecha.

El Frente Nacional de Marine Le Pen viene llevando adelante una campaña abierta contra el TTIP, al que considera una “bomba de relojería” para la economía de Francia. Según la líder de la extrema derecha francesa, Hollande debe negarse a firmar el TTIP, ya que este implicará una “ruina del sector agrícola”.

Enfrentar la ofensiva de las transnacionales y el nacionalismo reaccionario

El TTIP busca establecer un verdadero tratado de “libre explotación” que responda a las aspiraciones del capital imperialista, unificando el mercado de Estados Unidos y Europa. Un mercado que representa nada menos que el 60% del PIB mundial. Por ello algunos analistas y académicos lo llaman “la OTAN del comercio” o “el Leviatán atlántico”. Un acuerdo entre dos bloques que representan un tercio de los intercambios comerciales del mundo.

La idea de un acuerdo de libre comercio entre Estados Unidos y la UE no es nueva. El intento de establecer un acuerdo transatlántico entre ambos bloques se remonta a 1990 y las negociaciones entre el entonces presidente norteamericano George Bush, el primer ministro italiano, Giulio Andreotti, y el presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors. En 1998 hubo una nueva tentativa, pero no fue hasta 2007 que se creó el Consejo Económico Transatlántico. En febrero de 2013 Obama, Rompuy y Barroso iniciaron las negociaciones para un posible acuerdo.

Ninguno de los intentos anteriores llegó a un resultado, pero las consecuencias de esta política son evidentes. Para muestra basta ver los alcances del reciente Acuerdo de Asociación del Transpacífico (TTP por sus siglas en inglés) que regula desde normas medioambientales y laborales, protege la propiedad intelectual de las multinacionales, regula la propiedad de productos tecnológicos y farmacéuticos y la creación de instancias de arbitraje que, según sus críticos, erosionan la soberanía nacional.

A través de estas políticas de libre comercio se intenta, en primer lugar, reforzar el poder de mercado de las empresas norteamericanas en el resto del mundo, que sólo buscan aumentar sus ganancias a costa de modificar relaciones laborales o aumentar la contaminación ambiental. Por ese motivo ya son rechazados por amplios sectores, entre los que se cuenten agrupaciones ecologistas, organizaciones humanitarias, sindicatos y partidos políticos, que se oponen al acuerdo por sus efectos sobre los estándares de calidad de los productos, el daño medioambiental por la falta de regulaciones, los impactos sobre los derechos laborales y la limitación de la soberanía de los países implicados.

El Tratado, sin embargo, también responde a los intereses de las propias empresas imperialistas europeas, permitiendo una mayor libertad en materia laboral, aumentando el grado de explotación y precarización del trabajo, implementando más medidas neoliberales, y la libertad de gestión de servicios públicos.

La ofensiva de las transnacionales por imponer el TTIP, en el marco de la crisis que arrastra la economía mundial y especialmente el estancamiento en Europa, no sólo es rechazada por los trabajadores y amplios sectores sociales que reconocen en ella un peligro inminente. También sectores capitalistas y de derecha y extrema derecha -como las corrientes euroescépticas- cuestionan la pérdida de “soberanía nacional”, promoviendo salidas “nacionalistas” reaccionarias.

Esto se vio claramente, por ejemplo, en la masiva manifestación contra el TTIP y la visita de Obama que tuvo lugar en Hannover (Alemania) el pasado mes de abril. Más de noventa mil manifestantes se movilizaron entonces provenientes de toda Alemania.

Pero de la protesta no solo participaron la izquierda reformista y los sindicatos. También estuvieron presentes representantes de sectores medios empresariales e incluso de la derecha xenófoba, mientras las críticas a las políticas neoliberales del gobierno alemán apenas fueron mencionadas.

Al mismo tiempo, la ofensiva de las transnacionales muestra la impotencia de las salidas reformistas que buscan “democratizar” la UE, como plantean los impulsores del “Plan B” para Europa, Podemos en el Estado español o anteriormente Syriza en Grecia.

En contraposición a las falsas salidas “nacionalistas” y la defensa abstracta de la “soberanía” europea, así como a la utopía reaccionaria de democratizar la Unión Europea del capital, la lucha contra las multinacionales y los capitalistas “nacionales” plantea la urgente cuestión de recrear un internacionalismo anticapitalista y de clase.


Josefina L. Martínez

Nació en Buenos Aires, vive en Madrid. Es historiadora (UNR). Autora de No somos esclavas (2021). Coautora de Patriarcado y capitalismo (Akal, 2019), autora de Revolucionarias (Lengua de Trapo, 2018), coautora de Cien años de historia obrera en Argentina (Ediciones IPS). Escribe en Izquierda Diario.es, CTXT y otros medios.

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