El griterío presidencial no alcanza a tapar el creciente malestar social. Misiones y el dólar blue iluminan las zonas grises de un proyecto político de ajuste radical que nada en el estancamiento y se sostiene, esencialmente, gracias a la colaboración de la oposición patronal.
Jueves 23 de mayo 09:30
A mil kilómetros del Luna Park, la realidad toma otros contornos. Docentes y trabajadores de la salud caminan las calles y las rutas misioneras reclamando contra los miserables salarios a los que los condena una gestión provincial que ayer se alió a Sergio Massa y hoy banca a Javier Milei. De fondo, suena el eco del motín policial.
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Ayer miércoles, las imágenes del Ministerio de Salud provincial recorrieron el país. Desafiando prohibiciones, trabajadores y trabajadoras del sector iniciaron una permanencia que aún mantienen. La decisión, tomada en asamblea, ilustró el deseo de lucha; la necesidad de avanzar para lograr una solución a sus demandas. A las movilizaciones callejeras se sumaron, además, docentes y estudiantes universitarios. La revuelta provincial crece en extensión e intensidad.
Estas son las "nuevas canciones" que empiezan a sonar. Las de la lucha de clases. Lo demás puede ser, a lo sumo, un cover flojo de bandas que ya fracasaron. pic.twitter.com/jXoEmYxmUp
— eduardo castilla (@castillaeduardo) May 22, 2024
La creciente crisis social y económica emerge por todos los poros de la sociedad. Pobreza y desocupación mutan a principal preocupación entre la población. La baja de la inflación acontece a costa del hundimiento de las condiciones de vida de las mayorías trabajadoras. Los datos del consumo y la producción ilustran la declinación.
Los problemas de la administración libertaria no radican solo allí. El esquema económico -sindicado como “fantástico” por el presidente y Luis Caputo- comienza a hacer agua por los cuatro costados. El ascenso del dólar blue desnuda las falencias de un esquema monetario y fiscal que acumula tensiones y empieza a ser cuestionado por amplias porciones del establishment económico. En un mar recesivo, las tensiones entre el Gobierno y distintas fracciones capitalistas ascienden y toman estado público. Mientras despide y precariza, parte del gran empresariado exige garantía para sus ganancias.
El mundo, ese escenario idílico que suele presentar Milei, no viene en ayuda del “experimento libertario”. El gran capital exige más certezas de las que la gestión mileísta ofrece. El FMI pide consensos políticos que la oposición patronal utiliza para sus propios fines. Las negociaciones en el Senado por la Ley Bases mutan a rosca infinita. Empantanado, el oficialismo reconoce su debilidad parlamentaria. El Pacto de Mayo es el sueño caduco de una mañana de marzo.
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El ajuste liberal-libertario se sostiene en el aval -explícito o tácito- de la oposición patronal. De los bloques colaboracionistas que en Diputados dieron su voto para la media sanción de la Ley Bases. De las fracciones del peronismo que ofrecieron su aval -total o parcial- a la norma. Del cansado andar de la mayoría de la CGT, que sigue “desensillando hasta que aclare”, reclamando un diálogo del que nada bueno saldrá para la clase trabajadora. De la ubicación moderada del peronismo opositor, que denuncia fuerte pero esquiva el camino de cualquier pelea seria.
El país ya camina a contramano del circo menemista montado este miércoles en el Luna Park. Misiones llega como continuidad de dos paros nacionales, tres movilizaciones masivas y decenas de luchas de resistencia que empiezan a poblar el mapa nacional. Ese rumbo de resistencia inevitablemente se profundizará. Solo el auto-engaño oficial puede convertir el 56% del balotaje en un apoyo eterno y acrítico.
Con shows o sin ellos, el modelo económico y social solo ofrece más miseria, desocupación y decadencia. Se impone la urgencia de una pelea contundente que avance hasta barrer la totalidad del plan de ajuste. Se impone luchar y preparar las condiciones para la huelga general, método con el que la clase trabajadora puede paralizar el país hasta liquidar el plan de guerra diseñado por Milei, el FMI y el gran capital.
Eduardo Castilla
Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.