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Red Internacional
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ANÁLISIS. Macri, Dilma y la sociedad (no tan secreta) de los ajustadores

Gestos de cordialidad, fotos sonrientes, promesas de soluciones a problemas comerciales. La “patria grande” se amplía para incluir a los ajustadores seriales del PRO.

Eduardo Castilla

Eduardo Castilla X: @castillaeduardo

Sábado 5 de diciembre de 2015

Mauricio Macri pasó por el Palacio del Planalto este viernes. Lo hizo para entrevistarse con Dilma Rousseff. Fue recibido de manera más que cordial. Habló durante más de una hora con la presidenta del país hermano y tuvo a su disposición una sala para hablar con la prensa. En Brasilia, el líder de Cambiemos tuvo mejor suerte que en la Quinta de Olivos. Cosas de la vida y de la política.

Las razones de tanta cordialidad hay que buscarlas en los fríos números de la economía. Pero también en la convergencia en una agenda de ajuste que, en Brasil, comenzó hace rato.

Comercio e ideología

El diario O Globo, uno de los de mayor alcance de Brasil, reseñó en su portal de internet que “a pesar de la distancia ideológica, el gobierno de Brasil (…) dan la bienvenida a la elección Macri. La evaluación fue que cualquier cambio sería una mejora respecto a las dificultades que actualmente se encuentran con el gobierno de Cristina Kirchner, con quien las relaciones comerciales están en su peor momento en 10 años”.

La relación entre Argentina y Brasil sufre por los números de la recesión en ambos países. A eso se deben sumar los límites que impone a las exportaciones brasileras hacia estos territorios la llamada “restricción externa”. Las DJAI (Declaración Jurada Anticipada de Importación) son el nombre maldito que pone trabas en las fronteras a las mercancías cariocas. El Mercosur sangra por la herida, con una fuerte retracción del comercio. Como afirma el mismo medio “desde 2011, cuando alcanzó su punto más alto, el descenso ha superado el 30% en todos los sectores, incluidos los automóviles, electrodomésticos y alimentos”.

O Globo representa el interés cabal de la gran burguesía brasilera. Entre otras cosas es recordado por su apoyo al golpe militar de 1964 y su relación con los gobiernos militares que le siguieron, reivindicación que sostuvo durante más de dos décadas. El diario afirma que “la expectativa es que Macri pueda desbloquear las barreras comerciales impuestas por el gobierno argentino actual en los últimos dos años”.

Si el relato de la “Patria Grande” -Mercosur y CELAC mediante- vestía a los gobiernos latinoamericanos de relato progresista, los números de la economía se imponen por sobre los discursos. El lenguaje del comercio aplasta al de la ideología.

Agendas que confluyen

La política “es economía concentrada” afirmó hace ya varias décadas, el revolucionario ruso Lenin. La política aparece así como una condensación de las tensiones que recorren el subcontinente. Y eso se debe a que las tendencias económicas, de conjunto, tienden a confluir.

América Latina vive un giro a la derecha en el terreno económico y político desde hace tiempo. Los mismos gobiernos que fungieron un relato progresista son los encargados de impulsar una agenda al servicio de la rentabilidad capitalista. El ajuste implementado en Brasil aparece como un ejemplo a seguir. El agotamiento del “modelo” venezolano corre parejo con el del “modelo nac&pop” local.

La crisis que recorre a los países semi-coloniales de América Latina da cuenta de la nunca superada dependencia, agravada ahora por el declive del ciclo de las comoditties. En ese marco, la “salida” para el capital implica ajustar las condiciones de vida del pueblo trabajador. El ajuste brasilero ha significado ya despidos, recortes en el gasto público en sectores como educación y salud, restricciones a los derechos laborales y medidas privatizadoras.

Esa agenda del ajuste es la que Macri ha anunciado hacia la Argentina, con un combo que, por ahora, incluye suba de tarifas, devaluación y baja del gasto público entre otras medidas, apuntando también al aumento de la productividad del trabajo obrero, como declaró quien será su ministro de trabajo en pocos días.

“Ajuste mata relato” podría ser un nuevo lema para la política latinoamericana. Las diferencias ideológicas pasan a segundo plano y las formas de gestionar el Estado capitalista tienden a la similitud.

Si Dilma se mueve políticamente hacia la derecha, Macri lo hace de manera simétrica hacia “su” izquierda. Si hace días blandió la amenaza de apelar a la Cláusula democrática del MERCOSUR contra Venezuela, este viernes optó por un poco más de moderación. “Estamos observando con atención lo que va a pasar el domingo” lanzó y remató la idea diciendo que “hay una preocupación que cada uno expresa con su estilo y su manera, pero en el fondo compartimos los mismos valores”. “Esperar y ver” también podría traducirse.

Macri está obligado a sostener el relato “anti-chavista” en función de obtener el beneplácito imperialista para negociar con los Fondos Buitres y lograr, más rápidamente, un acceso al capital internacional. Su repentina “preocupación” por los “derechos humanos” en el país que conduce –o intenta conducir- Nicolás Maduro no tiene más sustento. Pero la aplicación de esa cláusula requiere un consenso de los países miembros que Macri sabe no logrará.

Así, el ciclo de los gobiernos pos-neoliberales deja la estela de la continuidad del atraso y la dependencia. La perspectiva de un crecimiento continuo en el tiempo queda ya muy atrás. Para la clase dominante nativa e imperialista se trata ahora de ajustar los torniquetes para que la crisis se descargue sobre la clase trabajadora y el pueblo pobre. Para esa tarea poco importa el personal político. Es indistinto ya que se trate de funcionarios “progresistas” del PT o liberales del PRO. Los diversos partidos del subcontinente han quedado reducidos a una suerte de sub-lemas del partido del ajuste. Dilma y Mauricio son así, socios en el ajuste en curso.

La resistencia vendrá de la misma clase trabajadora y el pueblo pobre. La izquierda clasista, que se mantuvo estos años en posiciones independientes de las diversas variantes capitalistas, será parte activa de la misma.


Eduardo Castilla

Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.

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