Después de Roma, New York. El Congreso Nacional y una espera no tan dulce. Mientras tanto, la calle habla.
Martes 1ro de marzo de 2016
Fotografía: Vierja Ph // Enfoque Rojo
Macri pasó por Roma, con más pena que gloria. Este lunes aún proseguían los intentos oficiales de torcer la vara en las interpretaciones de esa reunión, buscando hallar buenas nuevas donde no las hubo y relativizando las diferencias entre “Mauricio" y "Francisco”.
La visita a Roma, con su carga negativa, mostró límites -entre otras cosas- en el intento gubernamental de presentar una Argentina “retornando al mundo”. Las entrevistas con Renzi, Hollande y Obama, con sus tiempos y sus intereses respectivos, buscan direccionar las miradas hacia ahí. No se trata de un cosmopolitismo desinteresado. Las ruedas del engranaje se movían en pos del acuerdo con los fondos buitre y el “retorno” a los mercados.
Si el sábado dio amarguras, el lunes trajo las mieles de ese prometido acuerdo. El mediador (valga la ironía) Dan Pollack hizo una suerte de cadena nacional y anunció los marcos de un acuerdo con fecha de vencimiento y obligaciones colaterales.
El acuerdo impone la obligación de modificar en el Congreso Nacional la Ley Cerrojo y la de Pago Soberano. Ambas normas, votadas bajo el kirchnerismo, prohíben una oferta superior a la hecha a aquellos bonistas que accedieron a los anteriores canjes (2005 y 2010). Si el anterior gobierno opinó que una rentabilidad del 300% para los buitres era suficiente, Macri se propone "ir por más".
El acuerdo, además, empuja a la búsqueda de nuevo endeudamiento, para pagar en dólares, tal como quedó establecido. Después de eso, Argentina podrá volver a endeudarse. Círculo vicioso podría decirse, sino fuera una obviedad. En ese camino, los buitres “prometieron” no poner palos en la rueda. Difícil creer en esas promesas.
Pero incluso, si el gobierno lograra sortear estos obstáculos, nada garantiza que el éxito de la negociación con los Buitre abra el camino efectivo a un nuevo ciclo de ingreso de capitales al país.
La “teoría del derrame” viene a depender de que se “derramen” capitales sobre el país que, por estas horas, prefieren viajar al norte.
A nivel estrictamente local, la CEOcracia no logra aun garantizar la fidelidad de sus congéneres. Las grandes empresas, por estas horas, repiten la cantinela de que en Argentina no hay “seguridad jurídica”. La misma que le endilgaron por años al kirchnerismo. Después de la devaluación, el fin de las retenciones y los tarifazos, la gratitud no parece ser su fuerte.
La arena parlamentaria
Este martes finalmente se inician las sesiones ordinarias del Congreso. Termina un (breve) período en el que el macrismo gobernó, casi de manera exclusiva, por el método del decreto. Algo que implicó crisis varias, donde salieron a la luz sus límites políticos y sociales de su "gobernabilidad". El PRO y Macri aprendieron que la política nacional se mide por otros parámetros, distintos a los de la Ciudad de Buenos Aires.
El gobierno llega a este escenario con ventajas relativas que, miradas de cerca, se tornan aun más relativas. La división del bloque parlamentario del FpV en Diputados y el acuerdo con Massa le otorgan cierto hándicap a la hora de lograr quórum y ganar votaciones. Sin embargo, eso deberá revalidarse en cada sesión.
Tendrá una luz de ventaja en el Senado. Allí, quienes responden a los gobernadores (peronistas y no) deberán encontrar el equilibrio que permita garantizar un financiamiento más o menos estable para distritos que dependen, en gran medida, de las canillas de la Nación. La gobernabilidad local y, hasta cierto punto, el futuro de cada “goberna” se jugará en ese terreno.
Otro cantar será Diputados. Ahí el macrismo tiene el visto bueno del massismo. Pero Massa y el peronismo “oposición constructiva” de Bossio y Romero, juegan su propio juego hacia 2017 y 2019. Toda negociación estará atada al posible “éxito” de la política gubernamental. Aunque cabe señalar que el escenario económico y social todavía dista de augurar grandes logros.
En el peronismo, por el momento, el poder cuajó en manos del peronismo territorial, a través de la conformación de la junta electoral. Las crónicas del cónclave que tuvo lugar en Obras coinciden en que Bossio se mantuvo casi oculto, poniendo en evidencia los límites de aquellos que declaman que al gobierno “le vaya bien”. Pero su límite no estaba dentro del estadio donde se discutía, sino afuera. Casi a la misma hora, miles de estatales marchaban bajo un sol furioso en todo el país.
Ruido en las calles
El jueves por la noche Esteban Bullrich y Jorge Triaca hacían lo imposible por presentar el acuerdo con los gremios docentes como un “éxito”. Las preguntas de los periodistas resultaban más que embarazosas y fueron obligados a admitir que no podían garantizar el inicio de clases. Un soplo de aire fresco para el gobierno llegó el sábado por la tarde, con la confirmación de una nueva traición de la dirección burocrática de Baradel en Suteba.
Pero este lunes miles de trabajadores estatales y docentes volvieron a marchar por la calles de todo el país. No fue la imagen de completa normalidad que el gobierno hubiera deseado. También este lunes se vieron acciones de lucha de los trabajadores de prensa frente a ataque brutales como los despidos en CN23 y el intento de cierre de La Mañana de Córdoba, por solo citar dos ejemplos.
En menos de una semana, “las calles” volvieron a hablar y a decir NO a las políticas que definen el ajuste en curso. Estas movilizaciones y el hecho de que tampoco hayan podido ser reprimidas (¿alguien se acuerda del protocolo de Patricia Bullrich?) dan cuenta de los límites que impone la relación de fuerzas más general entre las clases sociales.
Los vaivenes políticos del gobierno deben entenderse también a partir de esa configuración de fuerzas. Un componente de la misma fue, durante la campaña electoral, la permanente promesa de Macri de “no ajustar”. Lo opuesto a lo que sucede. Y en política nada es gratis.
Para amplias capas de la población el ajuste en curso es la confirmación de la denuncia realizada enfáticamente por la izquierda y, muy tardíamente, por el candidato del FpV. Si esa oposición ayer fue electoral, ahora encuentra su canal, en parte, en las calles.
El gobierno “gestiona” para sostener su base en la "zona núcleo" y en las capas medias más enfervorizadamente anti-kirchnerista. La casta judicial y la Corpo mediática acuden en su apoyo. Otro fantasma, el del fiscal Nisman, vuelve para la misma empresa.
Pero para amplios sectores que votaron a Macri, la situación la define la incertidumbre. Fueron millones los que votaron bajo la estafa discursiva de que no habría ajuste. La incertidumbre puede dar lugar al desengaño y al hastío, en la medida en que las condiciones económicas no mejoren y prosiga el ajuste.
Este lunes terminó con el gobierno festejando el acuerdo con los fondos buitre. Pero nada de lo acordado da garantías de una estabilidad duradera a futuro. Por el momento Macri, esperando que las condiciones económicas mejoren, prende velas a "San Griesa".
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Eduardo Castilla
Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.