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Red Internacional
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Panorama Político. Macri, el fiasco de la “pobreza cero” y una condena casi celestial

Nuevo abrazo con Obama. Aranguren y Dietrich, impresentables. Números que no cierran ni en la UIA. Tarifazos, despidos y resistencia de los trabajadores. Roma y las malas noticias.

Eduardo Castilla

Eduardo Castilla X: @castillaeduardo

Sábado 2 de abril de 2016

Fotografía: EFE

La Casa Blanca recibió a Mauricio Macri. Era su primera vez en el centro del poder imperial, según se informó hace poco. Para el hombre que se deshizo en alabanzas hacia Barack Obama y su familia, debió ser lo más parecido a entrar al Edén.

El viaje de Macri a EE.UU. tiene que ser calibrado por medio de dos métricas. Por un lado, fue la oportunidad de hablar frente a frente con su par chino y reafirmar la voluntad de mantener lazos comerciales. Avanzar en ese camino supone revisar una serie de contratos firmados con el gobierno de CFK. Por las declaraciones de ambos mandatarios, esto habría sido acordado. Habrá que ver cuando haya que traducir esto en hechos.

La visita también sirvió para seguir desarrollando eso que, de manera eufemística, se conoce como “volver a dialogar” con el mundo. Ese es el sentido real de las fotos con Obama, Hollande y Xi Jinping, entre otros. La participación en la Cumbre Nuclear funcionó como excusa para guardar las formas de la sumisión al capital imperialista.

Impresentables

Mientras en Washington Macri jugaba al estadista, en Argentina sus funcionarios anunciaban nuevos tarifazos mientras defendían los ya anunciados. Pero ni el timing ni la empatía parecen ser el fuerte de los CEO que ejercen como ministros.

Así, Juan José Aranguren, como buen ex gerente de Shell, mientras justificaba un nuevo tarifazo, se daba el lujo de afirmar que “la tarifa del gas era muy barato”. Por su parte, el ministro Dietrich -que viaja en bicicleta o en helicóptero presidencial- salía a decir que los aumentos en el transporte “no eran tanta plata”.

Mientras tanto, los canales de TV transmitían a cientos de indignados pasajeros que, en menos de una semana, empezarán a sufrir las brutales subas de los boletos.

La calle habla y protesta. El palacio, en aras de aplicar el ajuste, no escucha o finge no escuchar. La grieta no para de ensancharse, a pesar de los discursos sobre el diálogo.

Es la economía, estúpido…

Después de tres meses, la llamada “revolución de la alegría” se traduce en despidos, tarifazos y devaluación. El ajuste se intenta descargar sobre el pueblo trabajador y amplias capas de las clases medias.

Pero en la cúpula de la burguesía tampoco parece haber jolgorio. No es que estén desagradecidos por tantas medidas a su favor. Pero se hace cada día más evidente que el “plan” económico de Macri se limita a esperar la llegada de capitales como resultado del acuerdo con los buitres, mientras “combate” la inflación con una política recesiva.

La misma Unión Industrial Argentina (UIA) fue la que le marcó el punto al ministro Cabrera hace pocas horas. Fue una reunión reservada al gran empresariado, donde éste le dijo a sus pares que administran su Estado, que la desocupación seguirá creciendo por el tarifazo y la crisis de Brasil.

Según reseña Ámbito Financiero fue uno de los líderes de la UIA el que afirmó que “desde el ministerio (de Energía) de (Juan José) Aranguren se quieren suicidar, no aflojan”. Así, como si fuera una ironía de la coyuntura, las patronales parecieran solicitar más “gradualismo” al gobierno que criticaban por ser, perdón por la redundancia, demasiado “gradualista”.

La verdadera paradoja que acosa a la clase capitalista es que, mientras necesitaría garantizar un crecimiento de la desocupación para avanzar en un mayor nivel de explotación sobre la clase obrera, empieza a sufrir los coletazos de la recesión en curso, viendo disminuir su rentabilidad actual.

Pero el empresariado no solo mira los fríos números de sus balances. También hace la cuenta de la tensión social que se acumula. Ahí entran a tallar otros actores.

“Castigo divino”

Este viernes la crítica más áspera contra el gobierno tuvo un origen cuasi celestial. La Universidad Católica Argentina dio a conocer un informe que señala un aumento de 5 puntos porcentuales en la pobreza desde el inicio del gobierno de Macri, alcanzado el 34,5 % y afectando cerca de 13 millones de personas. La indigencia, según el mismo informe, habría trepado casi un punto desde diciembre, llegando al 6.2 %. El informe, se aclara, no toma en cuenta los nuevos tarifazos. Lo cual solo puede llevar a la conclusión que los números seguirán creciendo.

Estos datos no hacen más que confirmar la regresión social en curso que el gobierno de Macri intenta implementar. Se hace inevitable entonces que se profundice el sentido común que indica que Macri “gobierna para los ricos” y, al mismo tiempo, el tópico de “pobreza cero” tiende a volverse un absurdo para amplias capas de la población.

Detrás del informe está la confirmación de la distancia política que sigue existiendo entre el Papa y el gobierno nacional. El rector de la UCA es Víctor Manuel Fernández, vocero casi permanente de las posiciones de Francisco, quien hace poco más de una semana escribió en La Nación contra todo tipo de “revanchismo”, un mensaje hacia el gobierno, los grandes medios y la casta judicial.

La Iglesia, con su extensión territorial en todo el país y un Papa en Roma, marca los límites del plan gubernamental. Sin salir a anunciar cataclismos, no deja de prepararse contra toda posible irrupción de los “de abajo”, una tarea en la que le sobra experiencia.

Las sombras de un triunfo

Este viernes Sergio Massa salió a decir, en relación al tarifazo, que el gobierno “había entrado con una motosierra a un quirófano”. La macabra metáfora sirve para ilustrar los límites del triunfo oficialista el pasado jueves por la madrugada.

Por su parte, Miguel Ángel Pichetto -“traidor” de moda- aprovechó la misma temática para hacer su descargo opositor, afirmando que el gobierno “carece de sentido de la ubicación”. Un descargo un poco fuerte pero que se ubica dentro de los marcos una posición opositora moderada.

La imagen de un Senado casi entero votando el pago a los fondos buitre no tiene vida eterna y no debe ser confundida con nada parecido a una garantía permanente de gobernabilidad. La profundización de la crisis social conspira contra esa perspectiva.

El peronismo –político y sindical- hace propia la agenda del movimiento obrero, apostando a parlamentarizarla en aras de no tener que luchar. Esta ubicación es, también, la medida de los límites de la fiesta macrista.

Resistir no es solo relato

El jueves por la madrugada, apenas iniciada, el Frente para la Victoria, le daba a Cambiemos una enorme porción de los votos necesarios para terminar de acordar con los fondos buitres. Esa era la imagen de una crisis para quienes prometieron “resistir con aguante” al ajuste y el avance de la derecha. La palabra “traidor” sonaría a diestra y siniestra por todos los canales posibles.

Este viernes por la mañana las imágenes de la resistencia tuvieron una materialización efectiva. Las imágenes que recorrieron canales y redes sociales fueron las de grandes asambleas de los trabajadores y trabajadoras estatales, banderas desplegadas, cortes de calle y roces con las fuerzas policiales. Este viernes por la mañana fueron ellos los que impusieron la impronta, enfrentando unidos los despidos que el macrismo pretende imponer como parte de su plan de “modernización” del Estado.

Allí estuvieron en estas jornadas, como se ha informado en este medio, los legisladores y diputados del Frente de Izquierda, acompañando esta dura pelea y planteando la necesidad de extenderla y generalizarla.

Esa pelea no ha terminado. Seguirá a partir del lunes. Pero, en el marco de una tregua a prueba de balas por parte de las CGT y de la discontinuidad de las medidas de lucha convocadas por las CTA, los estatales marcan la pauta de que por abajo hay fuerzas para enfrentar el ajuste. La resistencia no es solo discurso.


Eduardo Castilla

Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.

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