Cristina procesada. Brasil y sus conclusiones. 40.000 estudiantes y docentes en las calles. Macri con los empresarios y a favor de los despidos. “Pelotudeces” y relación de fuerzas.
Domingo 15 de mayo de 2016 12:27
Foto: Enfoque Rojo
Desde las páginas de Clarín se festeja el procesamiento de Cristina Fernández. Pero, como diría Perón, en “su justa medida y armoniosamente”.
Dice Julio Blanck, periodista de Clarín, que “el primer procesamiento de Cristina Fernández de Kirchner, decidido el viernes por el juez Claudio Bonadio en la causa por las operaciones con el dólar futuro al final de su mandato, ponen al borde del precipicio la estrategia defensiva de la ex presidenta, basada en la dilación –si fuera posible hasta el infinito– de las investigaciones que la involucran por hechos de corrupción (…) La jugada es clara: se busca tender un cordón sanitario que proteja a la ex presidenta y a sus hijos, y deje a todos los demás afuera. Lázaro Báez y Julio De Vido están sintiendo el hielo de esa estrategia”.
Al mismo tiempo, señala que “al Gobierno también le preocupa la suerte de Cristina. De hecho, Macri la necesita, porque la eligió como contracara para polarizar cada conflicto que surja. Por eso no querría empujarla al abismo antes de tiempo, si de él dependiera”. Finaliza señalando que “Cristina deberá preocuparse muy seriamente si a Macri le va bien y se consolida”. Algo que, por ahora, está lejos de poderse dar por sentado.
En el mismo diario, Eduardo Van der Kooy da cuenta del crecimiento de la ofensiva judicial contra el ex ministro de Planificación.
Afirma que “a Julio De Vido lo alarmó la semana pasada más el proyecto de un grupo de diputados macristas para suspender momentáneamente sus fueros que el procesamiento que le dictó Claudio Bonadio por la tragedia de Once, que dejó 51 muertos en el 2012”.
Más allá de las constantes operaciones políticas que se tejen alrededor de cada causa judicial, el procesamiento a De Vido por la Masacre de Once venía siendo exigido por organizaciones ligadas a los familiares de las víctimas.
Las calles dicen no
Mario Wainfeld toma nota de la masiva movilización estudiantil del pasado jueves y la encadena dentro de las manifestaciones masivas que se vienen dando, de las cuáles la anterior fue la convocada por las centrales sindicales frente al Monumento al Trabajo.
Dice Wainfeld que “la movilización dista de ser un gesto aislado: forma parte de planes de lucha, paros activos, clases públicas dictadas en la calle (…) Un mini milagro recurrente consigue el macrismo, semana tras semana. Provoca la “unidad en la acción” de agrupaciones, gremios o partidos distintos y hasta enfrentados. Las dos CGT y las dos CTA el 29 de abril, en un acto imponente. La Conadu y la Conadu histórica, en estos días”.
Al mismo tiempo, señala el clivaje social del gobierno, aplaudido y apoyado por el gran empresariado el lunes pasado.
Como también lo hará Horacio Verbitsky, Wainfeld da cuenta de la avanzada de la derecha a nivel continental con el proceso de juicio político y la suspensión de Dilma Rousseff en Brasil. Esa avanzada, según el periodista, “indica que la era de las democracias progresistas y gobernables está en jaque”.
Sobre esta cuestión Verbitsky, hablando de los gobiernos de Dilma y Cristina Fernández, señala que “ambas presidentes cometieron errores que facilitaron la tarea de sus adversarios y/o enemigos, pero ése es el dato menos relevante del panorama actual, porque no fueron esas falencias la razón de la inquina en los sectores tradicionales del poder político y económico, sino las transformaciones políticas, sociales y de alianzas internacionales que ambos gobiernos impulsaron”.
Esa definición no permite analizar los límites de procesos que lejos de cuestionar el poder del gran capital, se atuvieron a gestionarlo con moderadores límites. Las “transformaciones sociales” no llegaron ni siquiera a rozar el poder del gran empresariado. De allí que éste pueda avanzar casi sin obstáculo.
Agreguemos que el PT, en su intento de desarticular el impeachment recurrió a la compra de votos y a las apelaciones ante la misma casta judicial que empujaba el golpe. La perspectiva de lucha seriamente en las calles o con los métodos de la clase obrera, no estuvo nunca en la escena.
Precisamente, discutir los errores cometidos debería ser la primera cuestión en pos de extraer conclusiones a futuro. Sino la única conclusión posible sería que se trataba de un final casi predestinado.
Ambos columnistas dan cuenta además del procesamiento del Cristina Fernández por el juez Bonadio en la causa conocida como del dólar futuro. Las operaciones políticas de la casta judicial –que festejan Clarín y La Nación- son mostradas como lo que son. Sin embargo, en este caso los periodistas de Página tampoco pueden (¿tampoco quieren?) dar cuenta de cómo esta casta se mantuvo incólume mientras estuvo del lado del anterior oficialismo.
Pelotudeces
En La Nación, Joaquín Morales Solá relata: “Rodeado de funcionarios que le suplicaban serenidad, Mauricio Macri entró el lunes pasado en la reunión con los principales dirigentes gremiales del país. No bien se sentó, le hizo saber al metalúrgico Antonio Caló que éste estaba agigantando el problema de los despidos. Caló insistió. Macri estalló: "¡No les permito que vengan a la Casa de Gobierno a decir pelotudeces delante del Presidente!" (…) No negociará nada con nadie. Ningún obstáculo debe interferir en su política económica, que considera la única capaz de sacar al país del atraso y la pobreza (…) Se trata de un Macri inesperado. Decidido a llevar el gobierno sin los complejos de un presidente débil. Dispuesto a todo o nada”.
Sin embargo, el de Macri es, en casi todas su facetas, un gobierno de minorías. Desde su composición social de grandes empresarios y CEO, pasando por los intereses sociales que expresa de manera directa, hasta los términos políticos de su triunfo, donde su verdadera base social fue el 24% que lo apoyó en la primera vuelta de las PASO. Su peso en las cámaras legislativas es una consecuencia de ello.
Hasta el momento, las divisiones internas del peronismo –relativamente bien explotadas-, la tregua otorgada por las conducciones sindicales y la inercia de que se trata de un gobierno nuevo, son sus ventajas relativas.
Pero una cosa es evidente. Mientras las variables de la situación social y económica de las grandes mayorías obreras y populares sigan desmejorando, todos esos factores pueden ir siendo cada día más impotentes.
Eduardo Castilla
Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.