En seis meses el gobierno se dedicó a congraciarse con las grandes corporaciones mediáticas. En el toma y daca se bancan mutuamente. Pero los medios k que sobrevivieron están al tope del rating.

Daniel Satur @saturnetroc
Lunes 13 de junio de 2016
Hace tres meses, cuando el gobierno de Mauricio Macri cumplía cien días de gestión, en la revista Ideas de Izquierda se escribió que ese primer tramo estuvo marcado “por una catarata de medidas de ajuste que consumaron una transferencia multimillonaria de recursos a las grandes patronales del campo y de la ciudad”.
Se plateaba además que, “en el terreno de los medios masivos y las tecnologías de la información y la comunicación, si bien hasta el momento Cambiemos no necesitó realizar grandes transformaciones estructurales, la flamante CEOcracia se propone reconfigurar el escenario profundizando las políticas en favor de las grandes corporaciones”.
A seis meses de asumir como presidente Macri ya demostró que, a base de DNU y unas cuantas medidas administrativas encaradas por Oscar “el Milico” Aguad (ministro de Comunicaciones) y Hernán Lombardi (titular del Sistema Nacional de Medios Públicos), la idea de desandar el camino construido por el kirchnerismo iba en serio.
El objetivo fue concreto: “cortarle el chorro” de la pauta oficial a empresarios aliados al gobierno anterior (debilitando su poder e influencia) al mismo tiempo de facilitarles los negocios a Clarín, a La Nación, a otros grupos afines, a las telefónicas e incluso a nuevos actores (sobre todo norteamericanos) que quieran desembarcar en Argentina.
Globos pinchados
Entre sus primeras medidas, Cambiemos desarmó la Afsca y la Aftic, los organismos que debían aplicar la ley de Medios y la ley Argentina Digital impulsadas por el gobierno de Cristina Fernández. Así, lo que antaño algunos habían presentado como un cambio copernicano que iba a “ajusticiar” a los monopolios y la concentración mediática fue desmembrado por el macrismo con unos pocos decretos y resoluciones.
El gobierno a su vez “decretó” el descuartizamiento de corporaciones que habían crecido con la regadera estatal. El caso emblemático es el Grupo 23 de Sergio Szpolski y Matías Garfunkel, quienes en pocos meses se deshicieron de canales, radios y portales, incluyendo el despido de trabajadoras y trabajadores de prensa. En pocos meses la dupla empresaria K le vendió a precio de remate CN23 a Cristóbal López, FM Rock & Pop a Fenix Entertainment Group y Radio América al desconocido Mariano Martínez Rojas. A éste último también le habían vendido el diario Tiempo Argentino, pero tras meses de salarios impagos y demás truchadas de Martínez Rojas el personal decidió armar una cooperativa y autogestionar el diario.
Otros medios que también se sustentaban a base de la generosa pauta oficial digitada por La Cámpora quedaron boyando a la espera de que alguien los rescate.
En el caso de Página/12, que durante años fue un verdadero “boletín oficial”, el rescate lo hizo el Sindicato Único de Trabajadores de Edificios de Renta y Horizontal (Suterh), aliado político del kirchnerismo. Pero el burócrata sindical, y al mismo tiempo patrón, Víctor Santamaría arrastra meses de conflictos por no pagar salarios y atacar al personal del diario.
Reprogramando
Con la entrega de las transmisiones de los partidos top del fútbol argentino a canal Trece (Clarín), Telefé (Telefónica) y América (Vila-Manzano) Fútbol Para Todos dejó de ser el programa estrella de la TV estatal. Con ese costoso regalo el macrismo apostó de entrada a seguir contando con los favores y el “aguante” de las corporaciones que mucho habían hecho por él en la campaña electoral del año pasado.
Paralelamente en los medios del Estado el gobierno se deshizo de 678, rescindió en masa contratos en Radio Nacional, desplazó periodistas de Télam y desmanteló Infojus (despidiendo a casi todo el personal y “limpiando” del portal artículos que comprometían al macrismo).
Todo con la excusa de acabar con “la grasa militante” y el “desmedido gasto público”. Pero como pasó en otras dependencias estatales durante todos estos meses, mientras el macrismo dejaba en la calle un tendal de laburantes de prensa, las caras visibles del kirchnerismo mediático enseguida consiguieron reubicarse.
Hubo otras medidas con las que Macri modificó un poco más el tablero de los medios. Por ejemplo trastocó artículos de las leyes votadas en 2009 y 2014 que hablaban de los límites a la propiedad de licencias de televisión y radio. Extendió la duración de licencias de operadores y permitió que haya transferencias ilimitadas entre ellos. Y se comprometió ante el empresariado a impulsar una ley “convergente”, que contemple la progresiva imbricación de internet, del sector audiovisual y el de las telecomunicaciones.
Los fines y los medios
Telefónica, Clarín, Vila-Manzano, Telecentro, La Nación, Perfil y varios grupos provinciales ahora están al acecho para consumar nuevos negocios. Macri y sus funcionarios se proponen ayudarlos.
Al tiempo que esos cambios se dan “por arriba” en las bases de los medios hay un océano de trabajadoras y trabajadores de prensa que desde hace tiempo luchan contra despidos y por mejores salarios y condiciones laborales, enfrentando tanto a patronales privadas como públicas. Tanto a gerentes K como a los CEO M.
Algo parecido a lo vivido en Tiempo Argentino, Radio América o CN23 se vivió en estos meses en El Argentino, Radio Rivadavia, La Nación, Minuto Uno y Radio Continental, para mencionar los casos más resonantes.
En este contexto la semana pasada se produjo un hecho histórico. Tras años de luchas dispersas, conflictos recurrentes y batalla desde las bases contra burocracias sindicales como la de la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (Utpba), decenas de sindicatos y colectivos de todo el país marcharon al Obelisco.
La consigna fue “basta de despidos y precarización” y la marcha terminó frente al Ministerio de Trabajo. Entre otras demandas se exigió el fin de la persecución sindical, la no aplicación del “protocolo antipiquetes” y la defensa de la “libertad de expresión cumpliendo estatutos y convenios”.
Demandas que no son nuevas. Se arrastran desde hace años. Pero ahora empieza a organizarse la fuerza para llevarlas a las calles y luchar por conquistarlas.
Levantando cabeza
Hay quienes se sorprendieron con la “levantada” producida por medios que, habiendo evitado el descuartizamiento, hoy no solo están vivitos y coleando sino que, incluso, están mejor que antes.
El ejemplo del que todos hablan es C5N, que en poco tiempo cambió a personajes como Eduardo Feinmann y Pablo Dugan por Gustavo Sylvestre y Roberto Navarro (con su “quiosco” El Destape). Con la llegada de Víctor Hugo Morales en mayo el canal de Cristóbal López y Martín de Sousa “se fue para arriba” y hasta superó en rating a TN.
Vale recordar que esto se produce en medio de una disputa entre Macri y el magnate del juego y el petróleo. Con ayuda de La Nación y Clarín el gobierno denunció a Cristóbal López de evadir impuestos por unos $ 8 mil millones en los últimos años. Un litigio que sigue abierto.
Sin embargo para López, por el momento, la ecuación no es complicada. La avanzada macrista contra el bolsillo del pueblo trabajador, la definición estratégica como un “gobierno de los ricos”, la aparición permanente de escándalos como el Panama Papers y el corrimiento ideológico de las políticas de Estado hacia la derecha, son elementos servidos en bandeja a los medios kirchneristas que aguantaron el chubasco para transformarse en “voceros” de la denuncia opositora.
Eso sí, la “levantada” está condicionada. Tanto C5N como Radio Diez, radio del Plata (Electroingeniería), Página/12, El Destape y otros medios transitan la delgada línea de denunciar al macrismo sin tocar “la herencia” ni mucho menos hablar con esa vehemencia de los ajustes y represiones de las gobernadoras K Alicia Kirchner, Rosana Bertone o Claudia Ledesma Abdala.
Hoy tienen un objetivo claro: avanzar con denuncias permanentes contra Cambiemos abonando la teoría de que solo el Frente para la Victoria o, en el peor de los casos, el Peronismo a secas, podría desterrar el ajuste y retomar la senda del “crecimiento económico”, la “inclusión” y el “desarrollo” nacional y popular.
Tarea difícil, a juzgar por lo realizado en seis meses por el mismos kirchnerismo. Con el pago a los buitres, el acompañamiento de las políticas represivas de Macri y la escasa o nula resistencia en las calles al ajuste, la inflación y los despidos, el kircherismo tiene tanto de “alternativa” hacia el futuro como Oscar Aguad de compromiso con la libertad de expresión.
Tapa de revista Noticias (editorial Perfil) dando cuenta del crecimiento de C5N
Pluralidad en clave PRO
En las últimas semanas hubo dos hechos novedosos en la Televisión Pública. Por un lado aparición del programa periodístico La Quinta Pata de la Noticia, conducido por periodistas de variada procedencia y cuyo propósito es competir con Intratables (“debate e información sin ruido” es su slogan) llevando cada noche a políticos e intelectuales de las más variadas ideologías y corrientes políticas.
Por otro lado la incoporación de Hinde Pomeraniec, Jorge Elías y Natasha Niebieskikwiat a Visión Siete Internacional, quienes junto a José Natanson y Raúl Delatorre analizan cada sábado los hechos mundiales. Con esos ingresos el programa tiene a las visiones de Página/12, Le Monde Diplomatique, La Nación y Clarín. Eso sí, previamente habían sacado del programa a Pedro Brieger, también desplazado de Télam y Radio Nacional.
Con estas propuestas televisivas el macrismo quiere mostrar que, pese a los “sinceramientos” de los tarifazos, el ajuste y la criminalización de la protesta, es posible debatir “democráticamente” en los medios del Estado.
¿Durará mucho? Por el momento, mientras Clarín, La Nación y el resto de las corporaciones hacen sus negocios sin lidiar ya con “tibias molestias” como Sabbatella o Echegaray, el macrismo se da el lujo de aparentar ser más democrático que su antecesor al “contener” en los medios estatales debates políticos y económicos impensables en el ya pasado a la historia 678.
Por otros medios
Como se escribió en la misma nota citada al comienzo, “la lucha histórica por una real libertad de expresión y de prensa, porque el conjunto del pueblo acceda libremente a la información y por terminar con la apropiación de la palabra pública por parte de unos pocos, sigue en pie (…) La pelea de los trabajadores de prensa, periodistas y técnicos que no son empresarios ni gerentes está íntimamente ligada a la lucha del resto de la clase trabajadora. Eso no es noticia. Pero cuán necesario es recordarlo ante tantos ataques y confusión”.

Daniel Satur
Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS) | IG @saturdaniel X @saturnetroc