El río Bravo se cobró otras víctimas migrantes el pasado 11 de septiembre: Idalia Herrera y su hijo Íker, ambos de origen hondureño. La negligencia de las autoridades mexicanas y estadounidenses los llevó a intentar cruzar el río.
La Izquierda Diario México @LaIzqDiarioMX
Miércoles 18 de septiembre de 2019
No es la primera vez que el Bravo se cobra víctimas migrantes. A fines de junio, la imagen de Óscar Martínez y su hija Valeria, ambos salvadoreños, escandalizó las redes sociales cuando sus cuerpos aparecieron flotando en las orillas del río.
Idalia e Íker se suman a esta siniestra lista. Como hemos venido denunciando desde este diario, los escándalos que hoy protagoniza el gobierno mexicano en su trato a los migrantes son los que el gobierno de Estados Unidos ha "transferido" a su vecino del sur luego de que se le obligara a funcionar como policía de migración en su frontera con Guatemala.
Aunque la persecución y rechazo de solicitudes de asilo continúan suscitando un escándalo tras otro. Mismos que se vienen arrastrando ya desde tiempos de Obama, como el de los cientos de menores retenidos en campos de concentración y separados de sus familias.
Con el cambio de política impulsada por los gobiernos de México y Estados Unidos, donde ambos tienen acuerdo en llevar a cabo una cruzada anti-inmigrante y frenar el paso de los mexicanos y centroamericanos hacia el gigante del norte, que pretende usar a nuestros países para retenerlos de nuestro lado de la frontera mientras el sistema judicial estadounidense "determina" si se les garantiza o no asilo (la perversa política del "tercer país seguro").
El caso de Idalia es un claro ejemplo: ella y su hijo intentaron cruzar debido a que se les regresó de EE.UU., donde se habían reunido con su familia —el padre y las dos hijas—, para luego volver a los albergues de Matamoros, mismos que no se dan abasto y que, como otros medios de comunicación han señalado, llegan al punto en que los migrantes tienen que dormir en la intemperie. Mientras que el esposo e hijas de Idalia no habían tenido problema en conseguir el asilo, a ella y a su hijo Íker se les regresó mientras procedía su caso, pero las condiciones en las que se encontraban los orillaron a intentar cruzar el Río Bravo, cuyo trágico desenlace ahora conocemos.
Así se expresa el criminal trato que las autoridades de EE.UU. y México tienen hacia los centroamericanos, el cual ambos consideran "eficaz". Por supuesto que esta "efectividad" se mide en cuántos migrantes no entran al territorio de Estados Unidos, no en cuántos siguen con vida y si tienen las condiciones mínimas de vivir (techo y comida) mientras su proceso sigue "pendiente".
La xenofobia de los gobiernos demócratas y republicanos intenta meter en la cabeza de su población que los migrantes son un peligro y que, ya sea porque les quitan empleos o por el fantasma del terrorismo, es necesario tomar medidas de revisión a quienes ingresan al país. Para ello coerciona al gobierno de México en que éste adopte medidas similares para que le haga el trabajo sucio.
Pero los trabajadores del gigante imperialista ya se han solidarizado con sus hermanos de clase, como los trabajadores de Wayfair y de Google que se rehusaron a seguir las políticas xenófobas. Esta solidaridad debe extenderse si queremos derribar los muros (literal y figurativo) que los gobiernos han impuesto mientras se enriquecen a nuestras expensas.