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Red Internacional
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Huelga mundial por el clima. Marcha "Fridays for future": si el capitalismo destruye el planeta, destruyamos al capitalismo

Éste viernes 23 de Septiembre, se realizó en Santiago, con la asistencia de al rededor de 80 personas, la marcha "Fridays for future" convocada por más de veinte organizaciones medioambientales.

Sábado 24 de septiembre de 2022

Con jóvenes de la organización "Fridays for future latinoamérica" a la cabeza, la convocatoria a esta marcha cada año ha ido tomando más fuerza en el activismo político sobre todo en sectores de estudiantes y en defensa de los derechos humanos.

El movimiento Fridays for future, comienza el año 2018 cuando la activista de Suecia Greta Thunberg cesó sus actividades escolares y se instaló fuera del Parlamento para exigir "medidas urgentes contra la crisis climática" a los legisladores.

La prensa rápidamente cubrió esta acción tomando la joven de en ese entonces 14 años reconocimiento a nivel mundial, el cual utilizó para convocar a todos los países a "huelgas por el clima" que tuvieran lugar los días viernes, naciendo así el término "Fridays for future" es decir "viernes por el futuro" en su traducción al español.

El debate por la crisis climática y la posición anticapitalista

El movimiento Fridays for future se ha articulado y agarrado fuerza en distintos países desde los hitos mencionados anteriormente. Es un movimiento que lo componen diversas organizaciones, con el que simpatizan distintas personalidades, desde los jóvenes en Europa que están contra la guerra actual en Ucrania hasta Joe Biden que financia misiles de última tecnología para la escalada bélica en Europa del este.

Bajo la consigna de la crisis climática y la necesidad de ponerle freno a esta situación, se han congregado distintas corrientes y estrategias políticas , desde los liberales que aseguran que una reducción en el consumo de productos desechables por parte de la población y máquinas recicladoras en las calles podrían cumplir este objetivo hasta posturas con métodos más radicalizados (no tanto en el contenido) cómo "Extinction Rebellion y Scientist Rebellion" quienes aseguran que revueltas en todas partes podrían asegurar un retroceso en el cambio climático que se encuentra en "un punto sin retorno".

Hay diferencias tan claves entre las organizaciones que componen esta "campaña mundial por el clima" como cuáles son las proporciones reales de la crisis, o directamente, cuál es la causa fundamental del punto al que llegamos hoy de calentamiento global en el que la temperatura mundial ha superado en más de 1 °C los niveles preindustriales, según todos los conjuntos de datos compilados por la OMM.

Desde la agrupación anticapitalista Vencer nos hicimos presente en esta importante movilización con nuestra valoración de la crisis climática y su principal causante; el capitalismo.

La responsabilidad del calentamiento global y de la destrucción de los ecosistemas tiene una forma histórica concreta: el sistema capitalista. Marx veía una incompatibilidad fundamental entre la producción sostenible y el capitalismo: a través de la producción de mercancías –explicó– el capitalismo crea una ruptura metabólica, alterando las condiciones necesarias para un intercambio duradero entre los seres humanos y la naturaleza. Si bien describió este fenómeno en relación con el agotamiento de los nutrientes del suelo por la agricultura capitalista, hoy somos testigos de la misma ruptura metabólica que ocurre en varios sistemas terrestres y afecta nuestro clima, agua y aire.

La irracionalidad de este modo de producción, al estar basado en la explotación del trabajo, en la mercantilización, despojo y destrucción de la naturaleza, en el crecimiento ilimitado de producción y consumo –pensado desde la ganancia empresarial y no las necesidades de las personas– lo hace incapaz de mantener una relación armónica con el sistema tierra.

Son las empresas multinacionales como Chevron, Shell, Total, Repsol, ExxonMobil, British Petroleum, ENI, entre las más conocidas, las que lucran con la extracción y producción de combustibles fósiles, mientras que los gobiernos las impulsan y garantizan la continuidad de sus negocios. El capitalismo sigue generando toda una serie de procesos autodestructivos que tienen efectos brutales sobre las personas y las especies, en muchos casos aún desconocidos. La lógica es destruir una región –o “zona de sacrificio”– y pasar a la siguiente, en busca de más ganancias.

Mientras millones de personas en todo el mundo sufren por hambre, la pandemia, de origen zoonótico, ha dejado en claro cómo el agronegocio y la producción industrial de alimentos impulsados por la búsqueda de lucro destruyen ecosistemas enteros para entregarlos al monocultivo, liberando patógenos como el coronavirus o produciéndolos en condiciones ideales con mega-granjas de animales hacinados y maltratados, y atestados de antibióticos, como vimos con la gripe A y muchos otros antes. El capitalismo cosifica a los animales como mera maquinaria a explotar.

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La única manera de atacar las causas de la catástrofe ambiental global que nos amenaza es que en la lucha se implique la mayoría de la población con la clase trabajadora al frente. Si la relación de la sociedad con el resto de la naturaleza está mediada por la producción, es revolucionando la producción como se puede regular racionalmente el metabolismo con la naturaleza. Por ello la clase trabajadora, la única clase auténticamente productora de la sociedad, es la única clase que puede actuar como articulador de una alianza social capaz de activar el “freno de emergencia” ante el desastre al que nos está llevando el capitalismo.