“Los pechos que la lucha del trabajo ha endurecido, sean roca donde se rompan las lanzas enemigas. Ellos se organizan para destruir. Nosotros nos organizamos para construir.”, escribió la colombiana María Cano en 1925. ¿Quién fue esta mujer que nació en Medellín en 1887 y falleció el 26 de abril de 1967 en esa misma ciudad? Reproducimos el artículo de Celeste Murillo incluido en la primera edición del libro Luchadoras. Historias de Mujeres que Hicieron Historia, de ediciones del IPS, publicado en 2006.
Celeste Murillo @rompe_teclas
Martes 26 de abril de 2022 08:26
(1) “La industria nacionalizada y la administración obrera”, de León Trotsky, en Escritos Latinoamericanos.
(2) Arenga de 1925, de María Cano.
La década de 1920 en Colombia vio surgir, en medio de las nacientes luchas obreras, los jóvenes sindicatos y los embates contra el imperialismo yanqui que se adueñaba de todo lo que se cruzaba en su camino, a María de los Angeles Cano, quien sería conocida como la Flor del Trabajo.
La instalación de las companys en Colombia no era más que un reflejo de la situación de toda la América al sur del río Bravo. La penetración imperialista se dio al tiempo que se moldeaban en cada país gobiernos cipayos, representantes de las burguesías locales que aceptaban a cambio de algunas tajadas imponer las más duras condiciones de explotación, generando una mano de obra muy barata. Como consecuencia de esta explotación brutal la resistencia obrera no se hizo esperar, y con ella llegó la dura respuesta de los gobiernos. Restricción de los derechos democráticos y represión brutal era el único “diálogo político” que reconocían estos sirvientes del amo imperialista. Cada golpe a la clase obrera, aunque amansaba momentáneamente el movimiento, no hacía más que fertilizar la resistencia de los trabajadores y el pueblo pobre. Una burguesía incapaz de dar respuesta a las aspiraciones y demandas profundamente sentidas, como el derecho a la tierra, derechos laborales y democráticos, no podía ser reemplazada sencillamente con metrallas y masacres. Esta es una tensión constante en el continente, tensión que León Trotsky describe, haciendo referencia a México: “En los países industrialmente atrasados el capital extranjero juega un rol decisivo. De ahí la relativa debilidad de la burguesía nacional en relación al proletariado nacional. Esto crea condiciones especiales de poder estatal. El gobierno oscila entre el capital extranjero y el nacional, entre la relativamente débil burguesía nacional y el relativamente poderoso proletariado.”(1) En las décadas siguientes en varios países se desarrollarán diferentes movimientos nacionalistas burgueses, muchos de los cuales avanzarán relativamente en respuestas a aspiraciones nacionales como la propiedad de los recursos naturales, la nacionalización de ramas del transporte y otras cuestiones.
María provenía de una típica familia liberal de clase media acomodada, de Medellín. Sus primeros acercamientos a los trabajadores se dieron a través del deseo de lograr el acceso popular a la literatura, idea que rondaba en su cabeza desde su participación en las tertulias Cyrano, un círculo literario disidente en el que se colaba la simpatía por la joven Revolución Rusa de 1917 y que reunía a los intelectuales progresistas de la Colombia de principios de siglo XX. Estos mismos intelectuales luego publicarían una revista en la que María sería la única columnista femenina. Las primeras actividades de María Cano son simplemente solidarias, lo que la hace merecedora de su apodo, una suerte de mención por su acción en beneficio de los trabajadores. Pero a partir de ese momento, María inicia un camino de militancia decidida contra la explotación de la clase obrera y a favor de su organización sindical y política.
Sus primeros pasos se dan en medio de una Colombia atravesada por luchas obreras, como la resistencia heroica de los petroleros de la Tropical Oil Company de 1927 y la huelga bananera de 1928, que terminó en la Masacre de Ciénaga.
Ya en sus primeras giras por el país, Cano encuentra en las ideas socialistas una gran bandera que agita en los principales centros proletarios, como los puertos, las plantaciones y las grandes ciudades con sus industrias. La sociedad conservadora rechazará con repulsión a esta gran agitadora, tanto por sus ideas de revolución social como por ser mujer.
Su primera gira la realizó a los treinta y ocho años, en las zonas mineras de Segovia y Remedios; luego recorre junto a su primo, el dirigente socialista Tomás Uribe Márquez, la ruta de Medellín a Ibagüé y más tarde integra una delegación que exigirá al gobierno la liberación de los presos políticos.
En 1926, María se pone al frente de la organización del IIIº Congreso Obrero e inicia su militancia en el recién fundado Partido Socialista Revolucionario, que más tarde será el Partido Comunista. Junto al PSR, María jugará un rol vital en la organización de sindicatos clandestinos, en la lucha por la libertad de los presos políticos, contra el imperialismo yanqui y el régimen conservador.
En el año 1927, hartos de los abusos de la Tropical Oil Company, los trabajadores declararon una huelga, apoyada por los obreros de la Andian, los braceros de Neiva, Girardot, La Dorada, Puerto Berrío y los ferroviarios de Barranquilla. Ante la magnitud del conflicto, el gobierno conservador de Abadía Méndez ordenó disparar sobre Barranca sus cañoneras de río y encarceló a los dirigentes populares. Junto a los obreros y sus compañeros de militancia, María es encarcelada en Medellín. Sin dudas no había peor enemigo para el Partido Conservador que las huelgas obreras con sus agitadores socialistas y anarquistas.
A mediados de la década de 1920 se suceden el triunfo de la huelga petrolera y de la lucha ferroviaria. Frente a esto, la única herramienta con la que contaba la gran burguesía bogotana era la masacre de las filas obreras.
En 1928 comienza la huelga bananera contra la United Fruit, hito de la clase obrera colombiana, que llegaría hasta las páginas literarias de los grandes escritores nacionales como García Márquez, dejando su huella en la memoria popular. Pero el embate en las plantaciones terminaría en masacre: el mismo presidente Abadía Méndez que había ordenado disparar contra los obreros un año antes, dio nuevamente su voz de mando y asesinó a sangre fría a los trabajadores agrícolas. El trágico final de la huelga, una fallida insurrección en junio del año siguiente, y la mala actuación en las elecciones presidenciales de inicios de 1930, abrió una discusión en el seno del PSR. María Cano, junto con Tomás Uribe e Ignacio Torres Giraldo –su compañero en esos años– fueron víctimas de la purga interna. Pero el naciente Partido Comunista tampoco los quiso entre sus filas, acusándolos de “aventureros”. María continuaría su trabajo de educación obrera y de solidaridad con los conflictos, pero con bajo perfil y ya fuera del partido.
La Flor del Trabajo se transformó en una de las pioneras de la organización sindical y la agitación en mítines y huelgas. Su imagen impactó fuertemente por ser una mujer de clase media, que abandonó el futuro prometido de los barrios acomodados de Medellín, para recorrer los barrios obreros arengando la revolución social.
Declararse socialista en la Colombia de la década de 1920 tenía un precio: el ostracismo social y la miseria económica, y si se trataba de una mujer, la condena era doble. Enfrentada a una sociedad clasista y pacata, María sólo encontró un nuevo hogar en los pueblos mineros, las plantaciones, las fábricas y los sindicatos. No es difícil imaginarla arengando en algún pueblo de Segovia, camino a Ibagüé, en medio de una plantación, frente a miles de ojos, alzando su bandera, ese jirón rojo que convocaba a agitar a quienes quisieran escucharla: “¡Compañeros, en pie! Listos a defendernos. Seamos un solo corazón, un solo brazo. ¡Cerremos filas y, adelante! Un momento de vacilación, de indolencia dará cabida a una opresión más, a nuevos yugos. Valientes soldados de la Revolución Social, ¡en marcha! Nuestros enemigos reafirman su persecución de siglos, fortalecida hoy por regresiones infamantes. Los pechos que la lucha del trabajo ha endurecido, sean roca donde se rompan las lanzas enemigas. Ellos se organizan para destruir. Nosotros nos organizamos para construir. El alma popular debe ser bloque de granito donde los hechos esculpan los dogmas del gran evangelio social. Cerremos filas en torno a nuestra bandera, jirón rojo, emblema de nuestra lucha cruenta, que muestra a los tiranos el proletariado hecho un solo corazón, llama encendida que lame los cimientos del monstruo y que un día no lejano le consumirá. ¡Soldados del proletariado! ¡Avanzadas de la libertad! Acudid a prestar el glorioso juramento a nuestra bandera. Defenderla es preciso del lodo que quiere salpicarla. Agitarla es preciso como vindicta ante el oprobio y la opresión. ¡Oíd mi voz que os convoca y que esos músculos, tensos aún por el esfuerzo del trabajo, esas frentes sudorosas, esos ojos ensombrecidos por la tortura del pensar, sean oreados y fortalecidos por el hálito de libertad al ondular glorioso de nuestra bandera! Cerremos filas. ¡Adelante!"(2)
Ella era una flor. Una flor rebelde, revolucionaria. La flor de la clase obrera colombiana.
Celeste Murillo
Columnista de cultura y géneros en el programa de radio El Círculo Rojo.