Heroína de la causa liberal española contra el absolutismo de Fernando VII, vivió a principios del siglo XIX en Granada y eligió morir antes que delatar a sus compañeros. Federico García Lorca escribió el drama Mariana Pineda, que se estrenó en 1927 con decorados y vestuario de Salvador Dalí y protagonizado por Margarita Xirgu.
Domingo 4 de septiembre de 2016
El personaje Histórico
Mariana Pineda nació un 1º de septiembre del año 1804 en Granada, y fue condenada a muerte el 26 de mayo de 1831. Con una infancia convulsionada debido a la muerte de su padre y un pleito habido con la propia madre, crece al amparo de distintos tutores.
Con quince años se casa con Manuel Peralta y Valle y enviuda tres años después, madre de un niño y una niña, a la temprana edad de 18 años. Es durante estos años que afloran los ideales liberales de Mariana.
Entre 1820 y 1823, en España tuvo lugar un gobierno liberal. A partir de 1823 se puso fin a este régimen volviendo a los planteamientos absolutistas. Debido al destacado papel que Mariana tuvo durante ese período fue sometida a una escrupulosa vigilancia por parte de las nuevas autoridades.
En 1831, tras fracasar las tentativas de un levantamiento antiabsolutista las autoridades pensaron que en Andalucía se preparaba una gran insurrección liberal, de la cual Mariana Pineda formaría parte y, en un registro de su casa, la policía requisa una bandera en la que se había bordado el lema liberal Libertad, Igualdad y Ley. Es acusada de insurrecta y de conspirar contra el régimen y encarcelada hasta su ejecución.
Intentó fugarse de la prisión pero fue descubierta y, pese a la condena y a la promesa de que sería indultada si delataba a sus cómplices, se negó a dar los nombres. Se fijó su ejecución para el 26 de mayo de 1831 con 27 años de edad y así “(…) la proclamaron heroína de la libertad, y con este título pasó a la historia, llenando un capítulo brillante entre las figuras españolas más representativas y apasionantes del siglo XIX. Su aventura voló en todas las métricas, anduvo en romances que circularon profusamente y rodó en coplas de ciego. Durante muchas generaciones, los niños, en los atardeceres, llenaron los aires de las plazas de toda España cantando a coro los romances y las coplas de Marianita” (Rodríguez Antonina, 2005)
En su proceso de capilla y su ante su inminente muerte, Mariana refuerza su convicción, rehusando nuevamente el indulto por acusación, declarando que “nunca una palabra indiscreta escaparía de sus labios para comprometer a nadie y que le sobraba firmeza para arrostrar el tramo fatal en que se veía y preferir sin vacilar una muerte gloriosa a cubrirse de oprobio, delatando a persona viviente” y escribe a sus hijos recomendándoles que “sean fieles a sus principios políticos y que nunca se avergüencen de que su madre hubiera muerto en manos del verdugo porque moría por la patria y la libertad”. (Martinez Cuitiño. Luis, 1992)
La obra
Federico García Lorca relata en diferentes oportunidades su admiración por la figura de Mariana Pineda. Creciendo en Granada, al calor de la figura por la que dedicaban romances, dice “Mariana Pineda fue una de las grandes emociones de mi infancia. Los niños de mi edad, yo mismo, tomados de la mano en corros que se abrían y cerraban rítmicamente, cantábamos en un tono melancólico, que a mi se me figuraba trágico:
¡Oh, que día tan triste en Granada / que a las piedras hacía llorar,/
al ver que Marianita muere en cadalso, / Por no declarar! (…)
Un día llegue de la mano de mi madre a Granada: volvió a levantarse ante mi el romance popular, cantado también por niños que tenían las voces más graves y solemnes (…) y con el corazón angustiado inquirí, pregunté, avizoré muchas cosas y llegue a la conclusión de que Mariana Pineda era una mujer, una maravilla de mujer, y la razón de su existencia, el principal motor de ella, el amor a la libertad”. (Gallego Morell. Antonio, 1967.)
Es probable que el interés que Mariana Pineda despertara en Lorca no tuviese que ver solamente con sus recuerdos infantiles. Fue una mujer transgresora en su época por participar en política, y rebelde en su vida sentimental. Decide dar lugar sus sentimientos y se rebela contra el lugar socialmente establecido. Finalmente toma conciencia de que se habrá de convertir en símbolo de la libertad.
Quizá esta figura tan significativa de su infancia haya sido el puntapié de sus personajes femeninos, plasmados con la pasión que era vívida por el mismo Federico: todas estas mujeres marcadas por la necesidad y la convicción de la búsqueda de la libertad en un contexto opresor. Hasta sus trágicos finales, arriesgarán todo en esa búsqueda. Podemos verlo en la Novia de Bodas de Sangre, en Yerma y en Adela, la menor de las hijas de Bernarda Alba. Exacerbando en los dramas que atraviesan, y que tienen trágicas soluciones, lo que aquella sociedad andaluza representaba y a la vez silenciaba.
Lorca, en su obra, busca definir el carácter de Mariana entre el amor y la libertad. Ya condicionado por la misma sociedad, el personaje de Mariana es inducido a bordar la bandera debido al amor que siente por Don Pedro de Sotomayor. “En la bandera de la Libertad / bordé el amor más grande de mi vida” hará decir al personaje al momento de entrar en la capilla para esperar su muerte.
Ella es a la vez la mujer, Marianita, que da todo su amor por el amor mismo, entregada a su amado Pedro, y también el personaje histórico, Mariana de Pineda, que muere por su honor, por no traicionar a sus compañeros, encarnando los ideales de esa lucha liberal y convirtiéndose en heroína.
Lorca quería mostrar estos dos lados en la figura “Uno amplio, sintético, por el que pueda deslizarse con facilidad la atención de la gente. Al segundo – el doble fondo- sólo llegará una parte del público”. (García Lorca. Federico, 1980)
Es lo más destacado de este personaje el cambio que atraviesa, al tomar conciencia de su muerte, al dejar su pasión amorosa de lado, y su ira por ser traicionada por los liberales que huyen. Mariana Pineda decide convertirse en esa misma Libertad tan anhelada por Pedro, volviéndose una metáfora que Federico plasma con gran énfasis en un apasionado monólogo final. Exaltando en este final -como lo hará a lo largo de su obra con otros personajes femeninos- cualidades como la valentía y el coraje, encarnados en estas éstas mujeres que a pesar de ser quienes supuestamente no tienen voz, serán quienes tendrán en última instancia, la iniciativa y la determinación.
“Amas la libertad por encima de todo,
pero yo soy la misma Libertad. Doy mi sangre,
que es tu sangre y la sangre de todas las criaturas.
¡No se podrá comprar el corazón de nadie”.
“¡Yo soy la Libertad por que el amor lo quiso!
¡Pedro! La Libertad, por la cual me dejaste.
¡Yo soy la Libertad, herida por los hombres!
¡Amor, amor, amor y eternas soledades!”
“¡Oh, que día tan triste en Granada
que a las piedras hacia llorar,
al ver que Marianita muere en cadalso,
Por no declarar!”