La hermana de Horacio Ungaro recuerda aquel 16 de septiembre de 1976, cuando diez estudiantes fueron secuestrados y desaparecidos en La Plata. Al igual que María Victoria Moyano, sabe que aquella lucha sigue viva en las nuevas generaciones.
Domingo 16 de septiembre de 2018 18:59
Foto La Poderosa
Las diez jóvenes víctimas de la llamada “Noche de los Lápices”, cuya fecha emblemática es el 16 de septiembre de 1976, tenían entre 14 y 17 años. Formaban parte de una generación que, junto a miles de trabajadoras, trabajadores e intelectuales luchaban en todo el país con una enorme fuerza que hizo temblar al sistema político y económico y se proponía terminar con la explotación y la opresión.
El responsable directo de esas detenciones y desapariciones es Miguel Osvaldo Etchecolatz, el jefe de la Dirección de Investigaciones de la Policía de la Provincia de Buenos durante la dictadura con múltiples condenas por crímenes de lesa humanidad y que hoy está siendo juzgado por su responsabilidad en en muchos de los hechos ocurridos en la Brigada de San Justo.
Como se sabe, Etchecolatz y su entorno (tanto fuera como dentro de la Bonaerense) también tuvo mucho que ver en la segunda desaparición de Julio López, aún impune, de la que el martes 18 se cumplirán doce años.
Marta Ungaro es la hermana de Horacio, uno de los jóvenes desaparecidos durante la Noche de los Lápices. En diálogo con La Izquierda Diario recordó que el 16 de septiembre “es una fecha muy movilizante. Hace 42 años salíamos a buscar a mi hermano con mi mamá. Cuando desapareció yo estaba durmiendo. A la mañana tenía que ir a la escuela”.
Marta cuenta que salieron a buscar a Horacio “con desesperación, a pedir por su aparición con vida”. Poco después desaparecería también Nora, otra de las hermanas Ungaro, quien “fue liberada quince días después”.
La luchadora por los derechos humanos recuerda que su mamá “fue Madre de Plaza de Mayo desde el principio. Una vez, en el año 1977, a mí me detuvieron siendo muy chica con las Madres cuando estábamos en el Ministerio del Interior”.
Para ella año tras año “las condiciones fueron cambiando, porque la aparición con vida no pudo ser. Entonces buscamos junto con eso el castigo a los responsables. En ese largo camino primero algunos fueron condenados, como el propio Etchecolatz a cadena perpetua. Pero fueron liberados por la obediencia debida y los que iban a ser imputados finalmente fueron beneficiados por el punto final”.
La mención es, lógicamente, a las leyes de impunidad impulsadas por el gobierno radical de Raúl Alfonsín. A los que hay que sumar los indultos a los genocidas firmados por el gobierno peronista de Carlos Menem. Normas “democráticas” que estuvieron vigentes durante casi dos décadas en beneficio de los hacedores del terrorismo de Estado y que solo fueron anuladas por la incansable lucha de sobrevivientes, familiares, organismos de derechos humanos y partidos de izquierda.
“Cuando las leyes se anularon por la lucha y movilización estuve trabajando en el Juicio por la Verdad de La Plata y ahí juntamos muchísimas pruebas. Algo muy importante que descubrí fue que Juan Miguel Wolk, que fue el que asesinó a los chicos y fue el responsable del Pozo de Banfield estaba vivo. ¡Por más de 30 años se había hecho pasar por muerto! Ahí empezó la lucha para que vaya preso. Y se volvió a profugar después, mientras gozaba de arresto domiciliario”, recuerda aún con bronca la hermana de Horacio Ungaro.
Respecto del genocida Wolk, Marta agrega que “dado que pasó tanto tiempo sin que sea llevado a juicio, este año el tribunal que está llevando a cabo el juicio por los crímenes en la Brigada de San Justo le otorgó la libertad. Pero como, según los mismos jueces pusieron en la resolución, Wolk es muy peligroso le prohibían salir del país. Terrible. Por suerte había otras causas y quedó preso".
Los jueces a los que hace referencia Ungaro son Alejandro Esmoris y Pablo Vega, quienes junto a Nelson Jarazo integran el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata que actualmente encabeza el proceso contra una veintena de genocidas de la Brigada de San Justo.
Marta Ungaro reflexiona sobre su hermano Horacio y el resto de las víctimas de la Noche de los Lápices. “Eran muy jóvenes, mi hermano tenía 17 años. Yo lo sigo buscando con las mismas ganas, con la misma intensidad. Para mí lo más importante, a 42 años, es que en las luchas populares, la lucha del Astillero Río Santiago, la lucha de los universitarios, de cada lugar a lo largo y a lo ancho de Argentina, están los chicos. Esas luchas los sacan todo el tiempo del Pozo de Banfield donde ellos fueron llevados y los hacen caminar con cada uno de los que hoy luchan. En este momento la búsqueda de la memoria es la no reconciliación con los asesinos”, finaliza.
María Victoria Moyano Artigas, Nieta Restituida por las Abuelas de Plaza de Mayo en los años 80 y referente del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (CeProDH), dijo a este diario sobre esta fecha especial que “esos jóvenes no sólo peleaban por el boleto estudiantil, como se dijo históricamente, si no que eran parte de una generación que luchaba por cambiarlo todo de raíz, para terminar con la explotación y con la opresión”.
“Los jóvenes de La Noche de los Lápices fueron secuestrados en el Pozo de Banfield, donde yo nací, donde a muchas mujeres como mi mamá les eran robados sus hijos nacidos en cautiverio en condiciones terribles, donde tantos compañeros y compañeras fueron torturados y asesinados. Sin embargo hoy compartimos la lucha con una juventud que está de pie, luchando en las calles, junto a los docentes, junto a los trabajadores como en el Astillero Río Santiago. Hoy los nietos de esa generación estuvieron tomando colegios por el derecho a decidir sobre sus cuerpos, en defensa de la educación pública”, grafica Vicky.
La referente del CeProDH acuerda con Marta Ungaro sobre que quienes luchan día a día contra la explotación y la opresión en el presente “seguimos el camino de nuestros 30 mil, de toda una generación que se propuso terminar de una vez con la explotación del hombre por el hombre, que pusieron en cuestión los cimientos viejos y reaccionarios de la sociedad y en muchos casos dieron su vida por eso. Por eso la pelea por el juicio y castigo en cárcel común para todos los genocidas es fundamental no sólo para que no queden impunes, si no para que las nuevas generaciones estén en mejores condiciones de dar todas las peleas necesarias”.
El miércoles 26 Victoria Moyano declarará como testigo en el juicio por la Brigada de San Justo, en el que es querellante contra Etchecolatz y la banda de criminales que tras años de lucha se logró sentar en el banquillo de los acusados. “Seguiremos todos los días levantando las banderas de nuestros jóvenes de La Noche de los Lápices, de nuestros 30 y de las luchas de hoy”, sentencia ella a poco de dar testimonio, también en La Plata.
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Andrea Lopez
@lopez76_andrea Cronista de la sección Libertades Democráticas de La Izquierda Diario, miembro del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos.