El interno y codocente en la Unidad 48 de San Martín acaba de publicar su poemario Agua Quemada. Desafiar al sistema desde las letras, dice, para narrar “desde los bordes del inframundo”.
Sábado 21 de mayo de 2016
El preso forma parte de una cadena que reproduce hasta en lo más ínfimo la violenta y excluyente desigualdad del sistema. El preso que se anima a enfrentar la inercia, aunque el cansancio lo termine acobardando o matando, deja impresa una marca, en muchas ocasiones, indeleble. El protagonista de esta historia es uno de ellos.
El lugar era inmenso, como inmensa y abisal es la soledad dentro de la cárcel. Era 2014. Transcurría una nueva y multitudinaria jornada de TEDxRío de la Plata. Sobre el escenario, la profesora de filosofía Cristina Domenech fue narrando cómo nació el taller de escritura que dio en la Unidad 48 de San Martín, donde el lenguaje se convirtió en un instrumento de liberación. Es decir, en una herramienta que ayudase a voltear los muros materiales y simbólicos.
"Dicen que para ser poeta hay que bajar alguna vez al infierno. La primera vez que entré en la cárcel no me sorprendió ni el ruido de los candados, ni las puertas que se iban cerrando, ni las rejas, ni nada de todo lo que yo me había imaginado", soltó sosteniendo la mirada en el público. El silencio había ganado la sala. Se encontraba perfectamente erguida, hablando en sintonía con los movimientos acompasados de su mano izquierda.
Domenech reconstruyó la conversación inicial con los internos: “La primera vez que me reuní con los presos, les pregunté por qué estaban pidiendo un taller de escritura y me dijeron que ellos querían poder poner en un papel todo lo que no podían decir y lo que no podían hacer". Pero aunque ninguno de los presentes lo supiese, uno de ellos estaba ahí. Porque nada se compara con escuchar al poeta, esa persona que con un juego de palabras crea ataduras invisibles entre la experiencia y la idea.
Domenech hizo silencio y dirigió a la multitud hacia Martín Bustamante, que estaba sentado entre todos. Algo tembloroso y sin levantar la vista, con los anteojos que se habían deslizado hacia el centro de su tabique, leyó:
“El corazón mastica lágrimas de tiempo
ciego de ver esa luz
oculta la velocidad de la existencia
donde reman las imágenes
lucha,
no se deja ir.
El corazón se agrieta bajo miradas tristes,
cabalga en tormentas que riegan fuego,
levanta pechos aminorizados de vergüenza,
sabe que el método no es solo leer y seguir
también desea ver el infinito azul.
El corazón se sienta a pensar las cosas,
lucha por no caer en lo común,
intenta aprender a amar sin herir,
respira el sol dándose coraje,
se entrega,
viaja a la razón.
El corazón pelea entre ciénagas,
bordea la línea del inframundo,
cae sin fuerzas y no se entrega a lo fácil
mientras pasos desparejos de embriaguez despiertan,
despiertan la quietud
Soy Martín Bustamante, estoy preso en la Unidad 48 de San Martín, hoy es mi día de salidas transitorias. Y a mí la poesía y la literatura me cambiaron la vida.”
Momento de la presentación de Domenech y Bustamante. Año 2014
Dos años después, el pasado 6 de mayo, el día en que gozaba de salida transitoria, Bustamante presentaba su libro de poemas Agua quemada (editorial Lamás Médula) en la Biblioteca Nacional.
A la semana siguiente, cuando pudo acceder a una computadora, dejó un mensaje desafiante en su cuenta de Facebook: “Gracias a todos los que hicieron posible un hermoso sueño y los invito a continuar esta lucha tan desigual para intentar llegar antes que la cárcel a los barrios más humildes. Gracias...”.
Desde los bordes
¿Cómo es el proceso de creación en contexto de encierro?
¿Qué encontraste en la poesía?
Para que surjan muchos Martín Bustamante en condiciones tan adversas, ¿qué es necesario?
Empiezo a escribir en sombras
donde calles y pasillos son torturados
con olvido.
Veo un horizonte entrecortado
que el tiempo encierra
con perversidad y tormentos.
Escribo
Me abrigo en ese rayo de sol
que atraviesa mi nicho
Intento respirar
intento engañar a la muerte
que oculta espera
mientras un sueño viaja en mis venas.