Reproducimos desde La Izquierda Diario la quinta parte de la serie de notas especiales por la masacre del 2 de octubre, textos de Jimena Vergara, desde el marxismo.

Jimena Vergara @JimenaVeO
Viernes 2 de octubre de 2015
Paralelamente a la autoorganización estudiantil, distintas corrientes políticas intervinieron en el CNH, con mayor o menor responsabilidad durante el proceso. Según Luis González de Alba, el CNH estaba dividido en distintas concepciones políticas que agudizaban sus diferencias al calor de la lucha: “En el fondo de este intento de politización se encontraba una concepción radicalmente distinta del movimiento: para la mayoría de los delegados, incluyendo a casi todos los politécnicos, se trataba de obtener exclusivamente la satisfacción de las demandas; para los universitarios, fundamentalmente los de Humanidades, se trataba de demostrar que el gobierno era incapaz de resolver las demandas pues era crecientemente reaccionario y rígido, por lo mismo, la principal tarea del CNH consistía en dar al Movimiento la ideología adecuada para prepararlo en determinados principios revolucionarios. (…)
Ya en muchas ocasiones la izquierda se había visto desbancada por oportunistas que adquirían notoriedad durante un conflicto estudiantil. La última experiencia no estaba muy lejana: en 1966, hacía apenas dos años, los principales dirigentes de un movimiento por reforma universitaria, habían acabado por entregar las escuelas y la Rectoría cuando el precio fue suficientemente alto. Uno de ellos, miembro de la dirección nacional de la Juventud Comunista, sección juvenil del PCM y presidente de la CNED, terminó por entrar al PRI” (González de Alba, 1984:59).
En el mismo texto, de Alba reconstruye un diálogo en Lecumberri, protagonizado por dirigentes connotados del 68 donde se plantea: “La verdad es que con el sistema del CNH y las asambleas diarias en cada escuela nadie podía andar chueco, y si lo hacía se quedaba solo, pues nunca iba a lograr que todo el CNH aceptara una porquería. Al delegado que metía la pata, lo esperaba la asamblea de su escuela, al día siguiente; y a la sesión inmediata del Consejo ya sabíamos cómo le había ido. Para maniobras poco claras éramos demasiados: más de doscientos delgados y unas ochenta escuelas. Sólo al final se pudo “transar” descaradamente, pero eso mejor no lo discutimos porque el Partido Comunista, como siempre, no queda muy bien parado que digamos” (González de Alba, 1984:73).
Como se lee en las citas anteriores, las diferencias que confrontaban a los distintos sectores del movimiento, tendían a ser de orden estratégico y sus alas izquierdas, se inclinaban por darle a la lucha un carácter superior al circunscrito a los seis puntos del pliego petitorio. Estas discusiones posibilitaban que en amplios sectores de vanguardia comenzaran a ser cuestionadas las direcciones tradicionales del movimiento estudiantil que respondían al partido en el poder como la FNET o a la política del Partido Comunista. A pesar de que las juventudes comunistas tenían un trabajo importante con los estudiantes de las normales rurales y la provincia, en la UNAM y el IPN su inserción era bastante débil, producto de la deslegitimación del stalinismo a nivel internacional y la crisis política del PCM que se venía gestando durante los años previos y que era el producto de su política y su estrategia, a la cual nos referiremos a continuación.
Durante toda la década del ´50, el Partido Comunista estuvo subordinado políticamente al PRI. Esta adaptación al priato fue la consecuencia nacional de la estrategia de colaboración de clases de la Internacional Comunista stalinizada. Aunque ésta es disuelta por Stalin en 1943, el PCM va a continuar bajo la directriz del PCUS. La actuación del PCM estuvo enmarcada en dos grandes premisas del stalinismo, adecuadas a la realidad nacional: Hasta 1945, sostenía que el mundo estaba dividido en dos grandes polos, el “democrático” y el fascista, donde la tarea de los comunistas era apoyar el polo democrático. Esto incluía alinearse con los imperialismos que combatieron a Alemania durante la guerra. (6)
Una concepción etapista de la revolución, que en las semicolonias o en los países “semifeudales” determinaba que las tareas revolucionarias estarían constreñidas al terreno de la revolución burguesa (7). Esta estrategia, en el caso de México, se expresó en la política de “unidad a toda costa” que implicaba el apoyo a la burguesía nacional encarnada por el PRM y el general Lázaro Cárdenas, que significó el atenazamiento, con la complicidad del Partido Comunista y la dirección de Lombardo Toledano, del movimiento obrero al partido oficial y por esa vía al Estado.
La política comunista desde los ´30 se sustentaba en la concepción de que la Revolución Mexicana de 1910 estaba todavía en marcha y debía ser profundizada como revolución democrático-burguesa. Esto era la tarea de primer orden de los comunistas y debía hacerse de la mano de la burguesía nacional “progresista” y del PRM primero y luego del PRI.
México, considerado como un país semifeudal, tendría que transitar por un largo periodo de “construcción capitalista” que abriría el camino remoto a la revolución socialista. Las implicaciones políticas de esta estrategia llevaron al PCM a ir a remolque de la burguesía nacional y realizar grandes claudicaciones políticas en la lucha de clases. Por ejemplo, ante las grandes gestas del Movimiento Revolucionario Magisterial, que enfrentó a la burocracia del SNTE, Encina, secretario general del PCM, planteaba que: “Para mantener la unidad y a pesar de las mutuas ofensas, sean éstas justificadas o no, los maestros deben llegar a un acuerdo con el SNTE y presentar sus demandas a la Secretaría de Educación o en caso necesario al Presidente” (Verdugo, 1977:44).
De igual modo, frente a la huelga ferrocarrilera, que terminaría con la ocupación militar de las plantas, fábricas y estaciones y la aprehensión de miles de obreros, el PC sostuvo una línea vacilante, que en los hechos apoyó a la burocracia frente a la verdadera revuelta antiburocrática empujada por la organización de la base mediante los comités por aumento de salarios.
Durante el cardenismo surgieron las principales direcciones y organizaciones del movimiento estudiantil, todas subordinadas al gobierno. El PCM, acorde con su política nacional se va a convertir en un verdadero obstáculo para que los estudiantes se organicen de forma independiente creando expectativas en la FNET, que en 1968 sería expulsada del movimiento estudiantil. En los años posteriores, la “unidad a toda costa” en el estudiantado se expresaría en acuerdos con estas mismas direcciones pretextando la alianza contra la clerical Asociación Católica de Jóvenes Mexicanos impulsada por la clase media conservadora rural dirigida por la iglesia, que llegó a aglutinar a 36 mil miembros. Frente a los procesos previos al ´68 como el movimiento de los camiones o la huelga del IPN de 1956, que terminó con la ocupación militar de sus instalaciones, la juventud comunista y la CNED, dirigida por la primera, nuevamente intentaron no romper la unidad con la federación estudiantil prisita (FNET) mientras la base estudiantil la repudiaba. Esta actuación le valió perdida de inserción en sectores del movimiento de masas y el descontento en sectores de su juventud, que se expresó en la ruptura de muchos militantes, desde el mítico José Revueltas hasta Raúl Álvarez Garín, abriendo una crisis crónica que terminó varios años después con su disolución (8).
Para 1968, este desprestigio se vio atizado por la irrupción del movimiento estudiantil que de forma espontánea rebaso por izquierda la política conciliadora del PCM y desestabilizó al régimen posrevolucionario que enfrentaba su primera gran crisis de dominio. De ahí que tanto la juventud comunista como el PCM hayan tenido un rol secundario en la dirección del CNH. Lo cual no impidió que la dirección del partido bregara para intentar convencer a su juventud de contener la radicalización del movimiento como muestran los testimonios de los mismos militantes comunistas. O que algunos de estos, buscaran negociar a espaldas del movimiento como ha sido denunciado por muchos de los participantes. Esto era la consecuencia de una estrategia política y no de una acción aislada, que chocaba con un movimiento que tendencialmente cuestionaba el orden capitalista, en contra de la estrategia conservadora del estalinismo. Después de la represión del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas, con la aprehensión y asesinato de cientos de activistas combativos, los comunistas tomarían el timón para levantar la huelga y desmovilizar al estudiantado contra las posiciones del CNH y su vanguardia.

Jimena Vergara
Escribe en Left Voice, vive y trabaja en New York. Es una de las compiladoras del libro México en llamas.