En medio de la tercera ola de covid-19, lo que parece estar en el último lugar de la jerarquía de las empresas son las vidas de los trabajadores. En esta nota, algunos ejemplos de las cosas que pasan en los lugres de trabajo.
Martes 11 de enero de 2022 23:06
A partir de este martes, los contactos estrechos de covid-19 ya no tendrán que aislarse como venía pasando hace ya casi dos años. La ministra Carla Vizzotti lo explicó en una conferencia de prensa, donde dijo que la medida, tomada en medio de una tercera ola con récord de contagios que se superan varias veces por semana, no tenía que ver con el pedido de ningún sector.
La ministra de Salud dijo que la decisión "no es porque lo haya pedido un sector económico, sino que esa es la mirada y es a lo que se tiende actualmente". No se sabe quién tiende ni con qué objetivo sanitario. Lo cierto es que, en un momento donde la propia OMS dice que en los próximos dos meses la mitad de la población europea se va a contagiar, la clase trabajadora en Argentina se queda sin ninguna protección para poder hacer el necesario aislamiento en caso de haber estado con alguien que después dio positivo en su test.
Las propias patronales habían dicho hace pocos días, después de una reunión con Vizzotti, que ella "los entendió" en su preocupación por los "altos niveles de ausentistmo". No es que preocupe la salud y la vida de los trabajadores, lo que preocupa es frenar la producción y dejar de aumentar sus ganancias, aunque sea solo un minuto.
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La Izquierda Diario viene recibiendo muchas denuncias desde que se disparó la tercera ola, de cómo en los lugares de trabajo no se respeta ni el más mínimo protocolo. Laburantes que relatan que los obligan a presentarse al trabajo con fiebre u otros síntomas. O simplemente relatos de jefes que se quejan como si enfermarse de covid fuera algo simpático que se hace a propósito para no ir a trabajar unos días.
Por ejemplo, trabajadores de Call Centers cuentan que les toman la temperatura varias veces hasta que les de por debajo de 38° y así les puedan permitir entrar. Pero empiezan a organizarse y ya hicieron una asamblea, esta semana un tuitazo y preparan nuevas medidas para exigir que se respeten los protocolos.
También llegaron testimonios de los docentes porteños, que trabajan en escuelas de verano con jornadas extenuantes, falta de elementos higiénicos, sueldos de miseria y sin licencias.
Es que en el Estado las condiciones laborales no son mejores -y muchas veces son peores-, como lo denuncian quienes trabajan en el ministerio de Educación, que dirige Jaime Perczyk. No se siguen los protocolos, no se informan los casos y trabajadoras y trabajadores apelan a la comunicación entre ellos para definir si deben aislarse.
Desde el McDonald’s de Monte Grande llegó el dato de que, a los empleados de la cadena de comida rápida les ofrecen un protocolo de seguimiento de contactos estrechos que consiste en un formulario de google para completar del cual no hacen ningún seguimiento serio sobre la evolución de los síntomas. Además, les exigen hacer horas extras para suplantar a quienes van dando positivos, que son cada vez más.
Por último, llegó la bronca del personal de Salud después de la definición de Vizzotti: “no tenemos derecho ni a enfermarnos”, dijo una enfermera. Varios trabajadores y varias trabajadoras dieron su testimonio y sus opiniones contrarias a los cambios en los protocolos.
Los ejemplos son cada vez más, y uno peor que el otro. La prioridad del Gobierno y de las patronales es seguir produciendo, para seguir llenando los bolsillos de unos pocos millonarios, mientras la enorme mayoría de la sociedad sufre lo peor de la pandemia.
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