×
×
Red Internacional
lid bot

BCRA. Más de la mitad de la deuda externa privada es deuda financiera

La deuda externa privada ascendió a 81.400 millones de dólares en el primer semestre del año. Niveles apenas por debajo de un récord histórico en los últimos 20 años. Más de la mitad corresponde a deuda por préstamos financieros y emisión de títulos valores.

Jueves 12 de noviembre de 2020 21:56

Por primera vez, desde 2017, el Banco Central (BCRA) publicó su informe sobre Deuda Externa Privada. El mismo había sido interrumpido en medio de un proceso de fuerte endeudamiento externo tanto público, como del sector privado que alcanzó un record histórico en diciembre de 2019.

Entre diciembre de 2015 y hasta el primer semestre de 2020, la deuda externa privada (deuda con acreedores extranjeros) pasó de U$D 68.416 millones a U$D 81.401 millones. Un aumento del 19% en poco más de 4 años, superando el record histórico de 2001, con la crisis de la convertibilidad y la fuga masiva de capitales.

En estos cuatro años y medio, se repite el mismo patrón: la deuda comercial tiende a permanecer estable, mientras que crece rápidamente la deuda financiera. Es decir, la deuda que toman las empresas con el exterior ya sea a través de préstamos financieros o por títulos valores.

Así del total de la deuda del sector privado, apenas un 28% (U$D 22.912 millones) corresponde a deuda por importaciones, mientras que el 55% (U$D 45.169 millones) corresponde a deuda financiera.

La deuda externa privada continuó con su tendencia creciente hasta finalizado el tercer trimestre del año 2019, cuando se anuncia el “reperfilamiento” de una parte de la deuda pública, y la Argentina entre en un virtual default. La leve reducción posterior, durante el primer semestre del año se explica centralmente por la cancelación de deuda comercial.

Entre los principales acreedores se encuentran empresas de la industria manufacturera y las mineras, que concentran el 53% de la deuda externa privada. Si a este sector sumamos el comercio mayorista y las empresas de electricidad y gas, estamos hablando de un 72% del total la deuda. No se dispone de datos desagregados, pero es muy probable que -como ocurrió siempre en la Argentina- la deuda externa privada esté concentrada en unas pocas grandes empresas.

Pero lo más interesante es el cruce de datos por tipo de acreedor. De la informe surge que casi la mitad de la deuda de las empresas industriales y de las mineras es con empresas del mismo grupo, es decir "autopréstamos". Esto ocurre cuando una empresa local registra un préstamo proveniente de una filial extranjera del mismo grupo. En Argentina los autopréstamos estuvieron históricamente asociados a maniobras de evasión impositiva y fuga de capitales.

En el agregado total, los préstamos vinculados a empresas del mismo grupo representaron un 40% (U$D 33.170 millones) del financiamiento externo. El resto de la deuda es con Múltiples tenedores de títulos de deuda (20%), Bancos privados y otras instituciones financieras (17%) y otras fuentes privadas (18%).

El endeudamiento financiero podría estar asociado a la burbuja especulativa desenfrenada que se registró en los últimos años a través de instrumentos como las Lebacs (más del 40% de estos instrumentos estaban en manos privadas). La burbuja de las Lebacs llegó a su punto máximo durante el tercer trimestre de 2018, cuando llegaron a rendir tasas superiores al 73%. Estos instrumentos con rentabilidad inédita estuvieron entre los favoritos para la "bicicleta financiera" y la fuga de capitales.

Claramente el informe del BCRA no asocia estas variables, pero en la historia argentina los ciclos de endeudamiento privado con predominancia financiera están asociados a este tipo de comportamiento. Solo la abolición del secreto comercial y del secreto bancario pueden echar luz sobre las maniobras fraudulentas de los grandes grupos empresarios responsables de la decadencia nacional. Estas medidas serían apenas el primer acto de la socialización de las principales empresas del país y de la centralización de todo el sistema bancario en una banca estatal única, en función de las necesidades sociales, que sólo podría encarar un gobierno de los trabajadores y el pueblo pobre.