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Red Internacional
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HUELGA UNAM 1999. Más de veinte generaciones de jóvenes entraron a la UNAM por la radicalidad del CGH

Los brigadistas del CGH lograron tejer redes de solidaridad con miles de familias como la mía, que trabajaban para “ganarse la vida” entre la precariedad laboral.

Lunes 22 de abril de 2019

El 20 de abril de 1999 estudiaba el tercer grado de primaria y recuerdo que en un principio sólo me enteraba de la huelga por los noticieros de televisión abierta, que se caracterizaron por dar cobertura parcial al movimiento estudiantil, por tergiversar las razones de su lucha, propagar mentiras, calumnias y criminalizar a los huelguistas para denostar el trabajo de miles de estudiantes brigadistas.

Los llamaban "vándalos" y hacían un incansable linchamiento mediático contra el activismo estudiantil y contra la digna huelga de 1999-2000, encabezada por el heroico Consejo General de Huelga (CGH) en la UNAM. No obstante, esta posición tendenciosa de los medios oficialistas rápidamente sería contrastada y puesta en entredicho por los brigadistas, que llegaban a nosotros y difundían los objetivos de la lucha del CGH y lo que realmente sucedía acerca del conflicto en la UNAM.

Mi familia trabajaba en el mercado del Sonora y en la Central de Abastos, por ello confluíamos constantemente en el Centro Histórico y otras zonas de la ciudad. Mi padre es chofer, mi madre es costurera y a mis hermanos y a mí nos llevaban a trabajar con ellos desde pequeños.

Cada que salíamos de casa nos encontrábamos con grupos de brigadistas de la UNAM en las calles, en los semáforos, en las avenidas y al llegar al mercado del Sonora, nos topábamos con más brigadistas, que nos repartían volantes e informaban sobre las razones de la huelga. Varios eran huelguistas de la Preparatoria 7, conocida como la prepa de “La Viga”, ubicada a un costado de los mercados populares, de Sonora y La Merced.

Las y los brigadistas del CGH lograron hacer un trabajo de base no sólo con mi familia, sino con decenas de miles de familias que trabajaban en estos lugares diario, como nosotros, para “ganarse la vida” en un ambiente lleno de precariedad laboral.

Recuerdo que la situación laboral de mi familia era muy difícil, tanto que a veces nos quedábamos sin comer, cuando los empleadores no le llevaban maquila de costura a mi madre o cuando mi papá salía a trabajar en su vieja combi, pero había días en que regresaba a casa sin haber hecho un solo viaje.

Esos días eran horribles. Si había trabajo había dinero, pero cuando no, pasábamos días muy amargos. Por momentos sólo alcanzaba para comprarnos un pan o galletas y con ansias mis hermanos y yo lo devorábamos todo. Ante el disimulo de no tener hambre de mis padres, porque siempre preferían darnos a nosotros lo poco que podían o lo que estaba a su alcance. Había peores momentos, donde todos íbamos a dormir sin probar bocado en todo el día. Y ese era “el pan de todos los días”: trabajar sin saber si habría alguna entrada de dinero.

¿Cuántas familias mexicanas viven al día como vivía la mía? ¿Cómo pensar que en estas condiciones de precariedad laboral, una familia de escasos recursos podría pagar cuotas para que sus hijos accedieran y permanecieran en la Universidad? ¿Cómo creer que mi familia y otras más realmente podrían pagar cuotas “tan bajas”, como tanto defendían las autoridades de la UNAM?

Por mínimas que fueran, las cuotas implicaban desprenderse de $1,360 pesos para costear un año de bachillerato y $2,040 para licenciatura, según el Reglamento General de Pagos (RGP) impuesto por Barnés ¿Realmente quiénes sí las podrían pagar? Porque familias como la mía no, ni para uno de los tres hijos. Era claro que la Universidad se elitizaría más y que se privilegiaría a quienes pudieran pagar.

Las charlas con las y los brigadistas nos dejaban claro que la lucha era por nosotros y por las generaciones que veníamos atrás. Mi familia siempre abrazó la lucha del CGH y se solidarizó con los huelguistas, pues había una fuerte identidad con las demandas del movimiento estudiantil.

Sabían que los estudiantes no luchaban por ellos sino por nosotros: sus hijos, los hijos de la clase trabajadora.

Aunque mis padres no tienen estudios profesionales, sólo de primaria y secundaria, ellos tenían clara consciencia de clase y aunque no conozcan el significado de la lucha de clases, ni dominen teorías o categorías sociológicas, ni conozcan a los grandes pensadores críticos, ellos se identificaban con los huelguistas como parte de su misma clase social. ¿Cómo no identificarse con ellos si eran conscientes de su posición de clase y la entendían muy bien porque se enfrentaban todos los días a esa lastimosa realidad?

Los brigadistas nos informaban de la huelga y que las autoridades querían privatizar la UNAM y que las y los huelguistas luchaban para defender la gratuidad de la educación. Mis papás siempre los escuchaban y compartían la información con los vecinos del barrio o con compañerxs del trabajo y así se formaba una interminable cadena informativa desde abajo, construida y protagonizada por la clase trabajadora, que contrarrestaba los inacabables ataques y calumnias de las televisoras, contra las y los huelguistas de la UNAM.

Mis padres sabían que nuestro futuro estaba en riesgo, por ello no fue casualidad que entre huelguistas y familias de la clase trabajadora se tejieran redes profundas de solidaridad. Mis padres llevaban algunos víveres a los paristas de la Preparatoria 7 y los motivaban cuando se los encontraban brigadeando en las calles. Desde entonces, con nueve años de edad, anhelaba estudiar en la UNAM, ese era mi sueño y decía a mis papás que “de grande” yo quería ir a la Prepa 7.

Ese sueño se hizo realidad, no por obra divina, fue gracias a la heroica y combativa lucha del CGH, que nunca se rindió a pesar de las encarnizadas acciones de represión contra las y los huelguistas.

Aunque con errores y aciertos, fue un movimiento ejemplar de lucha y dignidad para las futuras generaciones. Sin su terquedad, necedad, irreverencia, radicalidad y combatividad hoy 20 generaciones de estudiantes de mi clase social, la de abajo, no habríamos accedido a la Universidad.

El movimiento estudiantil del CGH fue una escuela de vida y un importante bastión de resistencia contra el neoliberalismo que ya había llegado a la Universidad. Las y los huelguistas fueron una "piedrita (o piedrota) en el zapato" para el régimen, pues a pesar de enfrentarse a la fuerza de un
monstruo, de un gigante y de esa asimetría, lograron frenar el intento del gobierno por pisotear el futuro de próximas generaciones de escasos recursos.

El CGH se convirtió en un gran referente de lucha para mí y seguro para más personas, su lucha sigue vigente y mientras la Universidad mantenga una forma de gobierno medieval lo seguirá, hasta transformarla.

Las y los estudiantes huelguistas de la UNAM son parte de una generación que fue y sigue siendo muy criticada y atacada por los medios de comunicación. No les perdonan la "necedad" de luchar por justicia, libertad y dignidad, por su indiferencia a aceptar las cosas como están y por apostar a transformar de fondo la Universidad. Por eso y más yo admiro mucho la lucha de la generación cegeachera.

Puedo decir orgullosamente que soy hijo de la educación pública desde preescolar, que logré entrar a la UNAM y concluir mis estudios de bachillerato en la Prepa 7, una carrera en Relaciones Internacionales en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales y ser docente en la misma facultad y en la Facultad de Economía, no por mis capacidades sino gracias a la combativa lucha cegeachera que “cerró” la Universidad en el 99-2000 para que siguiera siempre abierta.

Confieso que me habría encantado formar parte de esa generación irreverente y combativa. Debió ser una experiencia única y qué emoción debe ser para quienes sí la vivieron. Pero me quedo con los aprendizajes de su ferviente lucha. Es un honor poder seguir muchos de sus pasos y su ejemplo de lucha y dignidad. Son parte de una generación de universitarias y universitarios ejemplares. Son, en tiempo presente, eso significan para mí.

Podrá ser cierto que el país necesita formar muchos profesionistas "dizque" al servicio de la sociedad, aunque realmente sea para el servicio empresarial, pero mientras coexistamos en un sistema capitalista salvaje, se hace indispensable que la Universidad forme a muchas luchadoras y luchadores sociales.

Esas fueron las semillas que se sembraron en la huelga, que hoy rinden frutos de lucha y resistencia para transformar la realidad desde cualquier trinchera. La generación cegeachera sembró conciencias de rebeldía y de digna rabia; semillero de sujetos inadaptables a este sistema de miseria y desigualdad, pero ávidos de transformarlo todo para construir otro mundo posible.

Al entrar a la Prepa 7 tuve profesores muy combativos que me enseñaron a estudiar, pero también a luchar. Gracias a ellas y ellos pude quitarme una venda de los ojos, eran demasiadas las cosas que ignoraba de la lucha. Entrar a la UNAM fue ingresar a una escuela formativa de lucha. Gracias también a esas y esos docentes ejemplares y a la lucha del CGH comenzó la perspectiva crítica que hoy mantengo en mi paso por la Universidad.

En 2006 entré a la UNAM, mis papás y hermanos me han acompañado a algunas marchas o manifestaciones y hemos luchado y aprendido juntos. Nuestra participación en la lucha callejera no habría sido posible de no haber ingresado a la UNAM.

Ayer por mi raza habló la huelga y mañana por mi raza hablará la ultra… necesaria transformación de la Universidad. La única forma de pagar lo que esa generación cegeachera hizo por nosotrxs es luchando sin claudicar hasta defender la dignidad, hasta transformar la Universidad, democratizarla y sacar a los que se han adueñado de ella.

Luchar ¡hasta la victoria siempre! y ¡hasta que la gratuidad se haga costumbre! ¡México, Huelga,
Universidad!
¡Huelga! ¡Huelga!
¡Cachún Cachún Ra-Ra! ¡Cachún Cachún Ra-Ra!
¡Huelga! ¡Universidad!
¡Pública y gratuita!
¡Sin porros!
¡Científica y popular! …
¡Hasta la victoria siempre!
¡Ni un paso atrás!

Martín López Gallegos. Estudiante de 3er grado de primaria durante la huelga. Estudiante y egresado posterior de la Preparatoria 7, de Relaciones Internacionales en la UNAM. Hoy profesor adjunto de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales y de la Facultad de Economía de la UNAM.