El ex alcalde de Nueva York y asesor de Trump, conocido por sus reaccionarias teorías sobre la “inseguridad”, estuvo en Tigre. Dijo que Massa es “un visionario”. Un nuevo “manotazo” de campaña.
Martes 1ro de agosto de 2017
Rudolf Giuliani fue alcalde de Nueva York entre 1994 y 2001. Junto a su jefe de policía, William Brattons , se hizo famoso por sus teorías de “mano dura” y “tolerancia cero” contra los que eran para ellos los motivos de la “inseguridad”.
Según explicaban, “Tolerancia cero consiste en evitar que las personas beban en lugares públicos, rayen los muros, roben autos, peleen en la vía pública, entre otros actos delictivos. Si no evitamos el primer rayado, vendrán otros a poner sus graffitis en el mismo muro. Lo más importante no es reparar o cambiar la ventana rota, sino evitar que la rompan".
Con esa “teoría”, Giuliani comenzó saturando de miles de policías la ciudad. Policías que además comenzaron a contar con una impunidad casi absoluta para perseguir y detener a cualquier que pudiera significar un “peligro” para el modelo de ciudad de Giuliani. Esos sectores, a partir del principio de “portación de cara” – o “portación de barrio” – eran permanentemente detenidos, fichados y penalizados.
Una de las grandes obsesiones era el “espacio público”. Por eso los jóvenes, sobre todo afroamericanos, o los sin techo, eran brutalmente perseguidos. La criminalización de la miseria terminaba en un régimen de encarcelamiento masivo de todos los sectores que según Giuliani eran “responsables de la inseguridad”. Durante la década de los 90’, las cárceles del Estado se superpoblaron, así como las de todo el país. De un millón de presos de pasó a dos millones. Pero con algunas particularidades: las posibilidades de un afroamericano de ir a la cárcel eran siete veces más altas que las de un blanco. Llegaron a ser el 50% de la población carcelaria.
Pero había jóvenes de esos sectores que ni siquiera llegaban a la cárcel. Es el caso de Amadou Diallo, que recibió 19 disparos por parte de 4 policías. Diallo era “negro”, lo encontraron en un barrio “malo” – su barrio – y a pesar de que estaba mostrando sus documentos terminó siendo víctima del gatillo fácil de los policías de Giuliani. Los policías serían absueltos. Los casos se multiplicaron durante toda su gestión. Y, hay que decirlo, continuaron durante todos los gobiernos incluido el de Obama.
Los sin techo fueron otro de los sectores perseguidos, literalmente “limpiados” de las calles de Nueva York, donde la clave era la industria del turismo.
Giuliani se convertiría luego, como asesor de George Bush, en uno de los más férreos defensores de la “guerra contra el terrorismo”, que emprendería Estados Unidos contra distintos gobiernos y organizaciones tras el atentado del 11 de septiembre de 2001.
Su nombre sonó como posible Secretario de Estado de Donald Trump, pero las internas entre espías, militares y empresas que sostienen el gobierno del reaccionario presidente norteamericano, prefirieron otro nombre. Sin embargo, se conformó con el papel que le asignó como “asesor en ciberespionaje”.
El hombre de la mano dura, el asesor de Bush y Trump, el enemigo de los sin techo y los jóvenes afroamericanos, llegó a Buenos Aires. El “amigo” – porque así se llaman mutuamente – que lo trajo hasta aquí fue Sergio Massa.
El lugar elegido para el evento no fue casual: el Centro de Operaciones de Tigre. Desde allí Massa montó su “política de seguridad” para el distrito que combina los countries más lujosos con barrios precarios y militarizados. Pero además es un lugar simbólico. Hasta allí marcharon hace unos meses organismos de derechos humanos y sociales tras la brutal agresiones de oficiales del COT a José Ojeda, un repartidor de harina de 57 años.
Allí Giuliani disparó algunas de sus “máximas”. Por ejemplo, que Massa "es un visionario" porque montó en Tigre un sistema de cámaras "como muy pocas ciudades en los Estados Unidos han hecho" y que "les encantaría tener". Efectivamente, Massa hace años que viene mostrando no solo un discurso de mano dura, sino también una extensión del control social con sus fuerzas de policía local y cámaras de seguridad en gran parte del territorio.
Massa, luego de destacar que trajo a Giuliani “porque hay que aprender de los mejores”, dejó claro sus ideas. "Tenemos que limpiar a la Justicia, hay que barrer la Justicia de los jueces sacapresos, a aquellos que desde muchos años fueron protegidos desde el poder, que transformaron a los delincuentes en víctimas y transformaron a las víctimas en abandonados". Por si alguno esperaba que se refiriese a los organizadores del gran delito en la Provincia, Massa aclaró los tantos: “hay que trabajar en la centralización en los barrios y el ataque al pequeño crimen".
El candidato del Frente Renovador eligió como enemigo a los jueces que podrían ser sospechados de lo que llaman “garantismo”, a "los barrios" y el pequeño delito. Así, volvió a mostrar su verdadero rostro. Cada vez que se encuentra desesperado, en este caso por su deslucida perfomance electoral, elige ganar espacio a partir de la cuestión de la inseguridad y los prejuicios más reaccionarios. Incluso reconociendo méritos en "la lucha contra el narcotráfico" a un gobierno que tuvo que despedir al jefe de la Bonaerense por sus conocidos vínculos con las grandes bandas. Algo que ni Carrió se hubiera animado a plantear.
Es que el Tigre de Massa es tributario del mismo modelo, donde la saturación de cámaras y policías sirve para perseguir a los jóvenes y el “pequeño delito”, mientras permite la impunidad de las fuerzas de seguridad que son las organizadoras del gran delito.