Entrevista a Mauro Berengan. Historiador, investigador y docente.
Domingo 16 de octubre de 2022 07:44
LID: ¿Qué bases socio-estructurales te parece que expresa la narrativa “cordobesista”? ¿Es una narrativa sólo peronista o del gran “partido cordobés” con sus almas alternativamente peronista y radical?
MB: Me gustaría comenzar con un comentariopersonal para responder la pregunta: yo no soy cordobés, vivo aquí hace 20 años pero nací y crecí en la provincia de Jujuy, por lo que la comparación se me hace inevitable: para empezar, tan solo en las manzanas frente al aeropuerto de Córdoba hay más fábricas que en toda mi provincia. No solo cuenta esta ciudad con las grandes automotrices y empresas estatales –como EPEC- cuyos obreros dieron vida al Cordobazo, posee además una enorme producción de artículos e insumos de todo tipo que respaldan la construcción (como en San Luis, uno de los pilares del Cordobesismo) y el consumo. Mi provincia, en cambio, no produce prácticamente nada en las pocas ciudades que posee. Más allá de la ciudad, en la provincia de Córdoba florecen dólares y dólares en forma de porotos de soja que inundan los puertos de Rosario desandando caminos acompañados de más y más dólares en forma de porotos de soja, configurando ese país de inacabables praderas de billetes verdes sembrados para la exportación con manchones grises de pobreza cada tanto. Huelga enfatizar la riqueza de las tierras cordobesas cuya explotación se cuenta en siglos, y compararla con la monoproducción azucarera de Ledesma acompañada de tabaco exportable de mi provincia. El turismo, ciertamente, suma a las dos; pero el corazón de mi país lo tiene todo. Sin embargo, aquí, en el “gran Córdoba”, tenemos la desocupación más alta del país (en torno al 9%, y los subempleados duplican la media), uno de los conurbanos más pobres de la Argentina (arriba del 40%) y, consecuentemente, la mayor cantidad de presos en general y presos sin condena (11500 detenidos en la provincia, la más alta del país, el doble que hace una década, de los cuales menos de 4500 poseen condenas). A su vez, sobre esta base estructural, se yergue una formación política que gobierna desde antes que yo venga a vivir aquí sin más adversarios que otra formación política de similar tendencia socio-económica. Sobre, quizás, la base material más injusta de este país, reina la estabilidad política, la pax romana. El dominio posee conflictos, adversarios, manifestaciones, represión, control, pero resulta bastante evidente que un convencimiento mayoritario favorable a los partidos y alianzas neoliberales recorre la sociedad. ¿Cómo llegamos aquí? ¿Qué sectores económicos se articulan en ese dominio? ¿Quiénes quedan fuera y podrían adversarlo? ¿Qué aparatos de mediación lo sostienen? ¿Qué significantes, demandas, deseos se articulan en su discurso para sostener su apoyo? Creo que debemos intentar comprender el sustento de esta aparente contradicción entre la injusticia material –extrema aún para nuestros parámetros- y la estabilidad político/sistémica –también extrema para nuestros parámetros- si lo que se quiere es quebrar algún día esta hegemonía. Como ensayo de respuesta a estas preguntas -y a las que me hicieron-, entiendo que hay que partir entonces de que Córdoba posee un complejo agrícola muy desarrollado que, como todo el complejo agrícola, gira en torno a la exportación y está sumamente concentrado en algunos de los latifundios más productivos del planeta. La clase social poseedora resultante de esta producción es evidentemente uno de los sectores dominantes fundamentales de la provincia, lo que vuelve presumible que el proyecto político-económico que los represente y articule con otros se vincule al neoliberalismo, en este caso a través de la “honorable” Fundación Mediterránea. Un proyecto de exportación requiere un modelo económico de no intervención, es decir de no control de cambio, de no barreras arancelarias, de no retenciones, de no cobro de impuestos, de no protección del ambiente, etc. Pero, a la vez que niega al Estado en tanto aparato de control y distribución de la economía, la concentración de la posesión de la tierra (como en la ciudad) requiere del Estado un aceitado mecanismo de garantías legales y garrotes que den continuidad a su posesión y la de sus hijos. Para aplicar este proyecto político injusto y regresivo, resultante de la estructura material productiva, se requiere entonces de una serie de sentidos –de ideas, de valores- que lo oculten, que lo desplace, que lo vuelva difuso y preferible. Aquí los aparatos políticos se articulan con los mediáticos, con Canal 12, con Cadena 3, con La Voz del Interior, con el 99%, para vender políticos como shampoo (algo en lo que De La Sota fue pionero), generar sentidos de pertenencia y diferencia –Cordobesismo/gobierno central-, canalizar las demandas de la población desarticuladas entre sí y desviando sus causas y causantes, estigmatizar al pibe de gorra para justificar el control policial, y fundamentalmente ocultar todo lo antes descripto. Entonces sí, Unión Por Córdoba (hoy Hacemos por Córdoba), la UCR y el juecismo-si es que tal cosa existe- comparten desde mi punto de vista todos los fundamentos mencionados. Se podrá decir que la veta peronista de los primeros posee elementos sociales como el boleto escolar gratuito, el PAICOR –con todos sus defectos-, o la reivindicación a la lucha de los organismos de DDHH, será cierto, pero allí están los números de las dos décadas que llevo viviendo aquí y llevan ellos gobernando.
LID: La dinámica política de los últimos años muestra que los intentos de construir “terceros partidos” terminó en experiencias más o menos integradas al bi-coalicionismo provincial. ¿Cómo ves en este sentido la relación política entre el peronismo oficialista y el kirchnerismo local?
MB: Si bien es cierto que durante los gobiernos kircheristas se amplió la frontera agropecuaria y se sojizaron los campos, también es cierto que se intentó obtener de allí recursos públicos en base a una presión impositiva creciente a la exportación del sector más rico del país. Esto es más que suficiente para que la honorable Fundación Mediterránea, los medios y los partidos –las mediaciones de la clase dominante- vean al proyecto kirchnerista como adversario. Baste recordar que el quiebre entre el peronismo cordobés y el gobierno nacional se produjo en 2008, en el mal llamado “conflicto del campo”. Con todo en contra, el kirchnerismotuvo y tiene un camino espinoso para construir aquí; y, creo que es una opinión compartida por todos, tampoco acertaron en ninguna estrategia, partido, referente ni articulación para hacerlo. Entre ellas, creo que la estrategia dominante fue tender puentes –cuando no asfaltar el río- con el peronismo local, intercambiando algunas piezas y ministerios; pienso en figuras como Acasstello, en la convivencia sindical, o las varias “bajadas de lista” de candidatos y candidatas ejecutivas o legislativas para no perjudicar al ala peronista del partido Mediterráneo. Pero construir una alternativa sin diferenciarse ni confrontar como alternativa parece muy difícil aquí y en cualquier lugar. Entiendo además que estas estrategias, que también se relacionan con los intereses que representan y que no son homogéneos, han fracturado la identidad política kirchnerista y sus estructuras, lo que coadyuva a un difícil panorama. Valga sí contraponer que hay en Córdoba muchos espacios que se identifican con la figura de Cristina, la Mesa por los Derechos Humanos por ejemplo articula muchos de ellos, y que la manifestación en repudio del atentado fue realmente convocante.
LID: Venimos del paro y movilización docentes más masivos de los últimos años y meses atrás se dio la lucha de los trabajadores de ARCOR-Bagley en defensa del convenio laboral. Luchas muy diferentes, pero con un rasgo común: en ambas emergió una incipiente confluencia entre trabajadores ocupados y cientos de familias de las barriadas más humildes organizadas en movimientos sociales no oficialistas. ¿Hay ahí un componente novedoso que, de desarrollare, puede poner en crisis los factores de contención en la provincia?
MB: Hay un componente novedoso, pero respecto de su activación y disputa -deducida de lo que vengo comentando- mi respuesta debiera tender al no; más intentaré darle una vuelta. Formo parte de esas luchas docentes hace casi 15 años, no es mucho pero es bastante, y es difícil no ver un ciclo que se reproduce una y otra vez ante cada paritaria y ante cada elección siempre con el mismo resultado: la lista Celeste continúa manejando el gremio, el ministro o la ministra de educación, de trabajo y obviamente el gobernador son de la misma identidad política que el propio sindicato, nuestras condiciones de trabajo empeoran, crece la desafiliación y despolitización y –salvo en los primeros de mis años docentes- los salarios caen, muy especialmente las jubilaciones.Entiendo además que, en el mediano plazo del Cordobesismo, el panorama en otros sindicatos no ha sido más alentador. Siguiendo con el ejemplo que conozco desde dentro, estoy convencido que la Celeste no tiene en absoluto una hegemonía sobre el conjunto docente como sí la tiene el partido Mediterráneo y sus sentidos sobre el conjunto de la población. Podría decirse que su control no es hegemónico: si vemos la última elección en capital de la totalidad de docentes (afiliados o no) solo el 7 u 8% se movilizó para votar a la Celeste, más del 90 no la apoyó. Cualquiera que pise una sala de profesores sabe de la visión negativa hacia la conducción gremial. Su continuidad se basa en controlar el sindicato con una pequeña base afiliada y dentro de ella una aún más pequeña base movilizada. Parece evidente que una estrategia de disputa opositora debería apostar a ese 90% de los cuales el 80 % siquiera fue a votar, apostar a los “excluidos” del sindicato. Pero esto no sucede, las campañas de afiliación opositoras brillan por su ausencia, y más bien al contrario crece la desafiliación ante cada acuerdo en retroceso. Tampoco sucede la articulación de sectores opositores necesaria para la disputa, se tiende a la dispersión en espacios que buscan articular algunas organizaciones pero no llegan a convocar a la docencia. Finalmente me permito descreer que en la mayoría docente haya una mirada positiva hacia los sectores populares organizados y los movimientos sociales en lucha. Dicho esto, si algo muestra la historia es que luchar sirve, y que este tipo de articulación, en tanto perjudicados de la estructura material que señalamos, puede ocurrir. Luchar sirve ya desde un principio básico: sin organizaciones, núcleos, personas, asambleas, marchas y demás, nuestra situación sería peor, tendríamos un peor salario, una peor situación laboral, menos derechos, etc., por la simple lógica de acumulación sistémica del capital, el “metabolismo” del sistema que compite, acumula y explota para competir y acumular más, sin punto de llegada o saciedad. La organización y resistencia son un freno. Pero hay que dar un paso más, la lucha no puede seguir siendo cíclica, defensiva, desarticulada, con competencias internas permanentes, y sin estrategias claras hacia la disputa de la hegemonía. En lenguaje “gramsciano” debemos pasar de la “guerra de movimientos”, de “atacar” al adversario en batalla abierta -es decir ante una elección, ante una paritaria-, de enfrentar aparatos en momentos cúspides donde chocan las fuerzas con las que se cuentan (y siempre tenemos menos), a una “guerra de posiciones” que implique identificar dónde cómo y con qué elementos se produce la hegemonía, o la garantía de dominación, y avanzar paciente y estratégicamente allí. Respecto del segundo punto, en la última manifestación de la UEPC el FOL (Frente de Organizaciones en Lucha) realizó una especie de cordón que miraba a los docentes marchar durante varias cuadras mientras vitoreaban y aplaudían; fue muy emocionante, fue un momento de articulación entre los dos sectores que mencionas, incipiente, pequeño, de escaso alcance, pero lo fue. La cuestión que para que una articulación así se produzca, para que en términos de 2001 el piquete y la cacerola sean una sola, para que sectores perjudicados del Cordobesismo se unan, tenemos que resquebrajar el sentido hegemónico por excelencia: la culpa es del de abajo, la culpa de todo lo malo es del pobre. Sobre este sentido se asientan el resto de elementos ideológicos que atacan las herramientas de defensa que construyó la clase obrera: si vas a una movilización te llevan “por el chori y la coca”, por pobre; si haces un juicio laboral sos parte de una mafia defiende vagos pobres que no quieren trabajar; si te organizás en partidos políticos sos un corrupto que solo le importa la plata; si te la rebuscás juntando lo que haya en la economía informal 13, 14 hs por día, sos un vago, pobre, que no paga impuestos; si recibís una mínima compensación del Estado, como la AUH o la tarjeta alimentar, sos un mantenido vago causante de la mismísima quiebra de la sociedad, por pobre; si haces un paro sos directamente un delincuente, y si tomás una fábrica, en fin. Solo en guerra de posiciones permanente, en movilización y construcción de herramientas que disputan en la calle sí, pero que disputen también a nivel discursivo, mediático, de sentido común, con formación y aprendizaje en los espacios movilizados, irradiando sentidos de separación con el arriba y unión con el abajo, quizás sea posible.
Para terminar, es importante anotar el enorme crecimiento de las organizaciones que nuclean a los –llamémoslos- sectores populares de la economía informal: el Polo Obrero, Libres del Sur y el mencionado FOL, por nombrar tres tendencias ideológicas distintas, organizan y movilizan hoy en Córdoba quizás tanta gente como los sindicatos más tradicionales que prácticamente no están movilizando. Limar las diferencias de tendencias ideológicas de quienes no se suman al partido Mediterráneo es entonces otra condición necesaria para que la articulación “contrahegemónica” se produzca. Y, debo decir, es quizás la más difícil; las identidades político-militantes son muy poderosas.
LID: Últimamente comenzamos a ver cambios novedosos para la relativa estabilidad que primó los años recientes en Córdoba. Un gobierno que viene siendo cada vez más cuestionado socialmente y enfrenta crisis sobre pilares centrales como la política de seguridad y la gestión de la salud que llevaron a cambios de ministros, la irrupción de la lucha docente en el contexto de un escenario social y laboral crítico. ¿Ves elementos de fin de ciclo del peronismo en el gobierno?
MB: Ciertamente no. Entiendo que el peronismo cordobés tiene importantes chances de perder las próximas elecciones provinciales, pero las tiene como dijimos frente a la otra ala del partido Mediterráneo. De suceder (si me “apuran”, creo que no sucederá en 2023), simplemente permanecerá con espacios de poder en sindicatos, en el poder legislativo y el judicial, en el ejecutivo de muchas ciudades, sostendrá sus vínculos –cuando no posesión- con los medios de comunicación y con el empresariado agroindustrial, y un largo etcétera que le permitirá seguir siendo el primer o en todo caso el segundo armado político de la provincia, volviendo a la alternancia sistémica. Creo, como venimos conversando, que las luchas cíclicas por más que conlleven victorias tan necesarias, que coadyuven a la mística fundamental para la movilización, no hacen mella en las “trincheras de la hegemonía”. Las luchas aisladas, corporativas, son siempre canalizadas de modo “diferencial” (es decir, sin articularse entre sí para generar una fuerza contraria) por los mecanismos sistémicos sea con mayor o menor resultado para nosotros, sea incluso que “triunfemos”; pero siempre tienen un fin, son desactivadas y reactivadas por separado cada año. Este término “trincheras de la hegemonía” del sociólogo sueco Göran Therborn es de utilidad: la hegemonía de las clases dominantes posee tres mecanismos de defensa y perdurabilidad que podemos llamar invisibilización, valoración y utopización. En el primer caso “no vemos” la hegemonía, no vemos el sistema, entendemos que la vida es simplemente esto, es así, nos convencieron, es casi natural y no hay mucho que hacer; la hegemonía por excelencia, los Picapiedras y los Supersónicos, la vida burguesa desde siempre y para siempre. Si esto cae, si ante una crisis la mayoría social ve que hay un sistema, que la vida no “es así”, la hegemonía puede construir que ciertamente vivimos un sistema pero es el mejor de los sistemas, una valoración positiva al estilo “sueño americano”: el Cordobesismo. Finalmente, si la crisis es tan profunda que logramos ver el sistema, descubrirlo, y además valorarlo negativamente, ver sus injusticias y mecanismos, aún les queda construir que existe un sistema, no nos conviene, pero no hay forma de cambiarlo, es una utopía, es el único posible; la correlación de fuerzas no lo permitirá. No creo que algo tan general pueda pensarse solo desde una provincia, pero ¿dónde estamos en Córdoba? ¿Por qué habría fin de ciclo cuando, creo yo, las tres trincheras se ven bastante robustas? Vuelvo al núcleo del asunto: las crisis existen, pero los sistemas no caen por si solos, no es de revolucionarios quedarse en la orilla viendo como el río se lleva el cadáver del capitalismo, decía más o menos ya el propio Marx. Si no damos una paciente y estratégica disputa de la hegemonía identificando sus pilares, articulando sectores y derribando sus trincheras, convenciendo a las mayorías, construyendo un “mito” político en torno al cual movilizarse a la vez que un programa concreto que sea visto como viable, no habrá fin de ciclo alguno del partido Mediterráneo; es nuestra tarea que suceda.