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Crisis Climática y Ecológica. Medio siglo del Día de la Tierra: desafíos y amenazas en medio de la pandemia

Este aniversario encuentra al planeta azotado por múltiples crisis desencadenadas por el sistema capitalista. Qué hay más allá de los animales salvajes que se abren paso en la cuarentena de las grandes ciudades.

Valeria Foglia @valeriafgl

Martes 21 de abril de 2020 22:25

El Día de la Tierra surgió tras una protesta de unas dos mil personas, integrantes de escuelas, universidades y comunidades, el 22 de abril de 1970. Convocados por el senador demócrata y ambientalista Gaylord Nelson, reclamaban la creación de una agencia ambiental, objetivo que consiguieron.

Aunque el Día de la Tierra fue establecido el 22 de abril para impedir que coincida con otras celebraciones, especialmente las religiosas, y para que estudiantes y docentes pudieran estar presentes al no tratarse de período de exámenes, se acusó a los organizadores de ocultar un "mensaje comunista" al advertir la coincidencia entre la fecha elegida para el Día de la Tierra y el natalicio de Lenin. Se dice inclusive que el temido John Edgar Hoover, director del FBI, estuvo detrás de la ligazón con el revolucionario ruso, dado que la agencia de inteligencia norteamericana realizaba tareas de vigilancia en manifestaciones ambientales de los 70.

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Pero la coincidencia no podría ser más atinada: si buscamos responsables de la inédita destrucción planetaria los hallaremos entre los que mueven los hilos del capitalismo, una maquinaria irracional que considera a la naturaleza (humanidad incluida) como mero “recurso”. Y si buscamos una alternativa a esta catástrofe la encontraremos en las ideas de quienes cuestionan este sistema y proponen otro balance en la Tierra.

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Este año el tema elegido para la conmemoración es precisamente el 50 ° aniversario del Día de la Tierra, que en años anteriores se ha dedicado a la protección de especies, la polución con plástico, el cambio climático, la importancia de los árboles, entre otros.

A causa de la pandemia del coronavirus y el confinamiento obligatorio en varios países, este año no habrá movilizaciones, por lo que distintos organizadores convocan a expresarse en las distintas plataformas virtuales.

¿El retorno de la naturaleza?

Por estos días de cuarentena, paralización de actividades económicas y distanciamiento social es frecuente leer noticias que a nivel mundial dan cuenta de cómo "la naturaleza se abre paso" en grandes ciudades acostumbradas a la polución, las emisiones, la suciedad y las aglomeraciones.

Cabras se reúnen afuera de una iglesia en Gales | Reuters
Cabras se reúnen afuera de una iglesia en Gales | Reuters

Las imágenes satelitales que comparan los canales de Venecia antes y después de la cuarentena. La cuadruplicación de la cantidad de osos en el parque nacional de Yosemite, en Estados Unidos. Más gatos que nunca en las calles de Turquía y España, por mencionar dos ejemplos. Y también jabalíes. Las cabras en Gales, los coyotes en San Francisco. Los lobos marinos que deambulan con libertad en Mar del Plata. La mejora en la calidad del aire en Buenos Aires, con menores niveles de emisiones de carbono, nitrógeno y otros contaminantes. Pareciera incluso que los días son más radiantes mientras gran parte de la humanidad está aislada en su hogar. La tentación es grande: nos referimos a la de atribuir las distintas crisis del sistema Tierra al ser humano en general, en tanto especie. Algunos recaen. No obstante, esta situación histórica no cayó del cielo ni es producto de la mera existencia de los seres humanos. Todo en ella muestra con claridad la decadencia de un sistema social orientado por el lucro, un sistema que somete a la gran mayoría a un tipo de organización económica y a decisiones que afectan sus formas de vida.

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Los canales de Venecia se volvieron cristalinos por la paralización del turismo ✍️ Por @heliotropos_ • En plena cuarentena obligatoria por el COVID-19 se llenó de videos que dan cuenta de cómo el agua de los canales venecianos se tornó más clara. Incluso se registró la aparición de peces, patos y cisnes. ¿Por qué sucede? Hay menos góndolas y menos cruceros navegando en las cercanías, por lo que el sedimento, normalmente en suspensión, se ha depositado en el fondo. Algunos lanzaron sentencias apresuradas como “la peor pandemia somos los humanos” o “el ser humano es el problema”. Pero ¿es la actividad humana en abstracto la que provoca contaminación? ¿O es la actividad de los humanos determinada por un sistema económico irracional específico? El negocio de los cruceros le representa a los empresarios ganancias superiores a los 400 millones de euros anuales (3 % del PBI). Venecia funciona como punto de partida o de llegada de estos “rascacielos marítimos” porque, además de ser un gran atractivo para los turistas, cuenta con el segundo puerto más grande de Italia. Existen varias organizaciones, como el comité No Grandi Navi (No a los grandes barcos), que protestan desde hace años para que estos cruceros no se acerquen a los canales porque contaminan el medioambiente y destruyen la belleza del paisaje. ¿Es posible una gestión racional, sustentable y planificada del turismo? Claro, siempre y cuando se termine con la anarquía del mercado que solamente tiene en cuenta la ganancia de los capitalistas y destruye la salud de millones y hasta la belleza de los paisajes. . . . #CoronavirusItaly #Italia #Coronavirus #Covid19 #Venecia #VeneziaPulita #COVID_19 #Pandemia

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Durante décadas la ciencia habló y alertó sobre las implicancias de las emisiones descontroladas de gases de efecto invernadero liberados con la quema de combustibles fósiles (petróleo, gas, hulla) y madera. En 2019, millones salimos en todo el mundo en las mayores huelgas climáticas de la historia. En todas se señalaba la responsabilidad de corporaciones y Gobiernos en la crisis ecológica y climática actual. 
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El coronavirus también es una amenaza para la vida silvestre

Mientras los medios informan sobre menor cantidad de atropellos de animales en las rutas y más plantas que florecen en las ciudades, sin dudas una visión parcial de los efectos de la pandemia en la naturaleza, hay otro aspecto sobre el que poco se alerta. Así lo afirma Charlie Gardner, especialista en ecología y conservación de especies de la Universidad de Kent, quien en un artículo en The Conversation sostiene que esta imagen idílica de cómo la naturaleza se abre paso en medio de la pandemia se limita solo a los países industrializados. “La mayor parte de la biodiversidad del mundo se encuentra en países de bajos ingresos y economías emergentes del sur, y en esos lugares los impactos económicos de la pandemia probablemente serán devastadores para el mundo natural”, sostiene.

Para Gardner la diferencia radica en lo obvio: la población de los países de menores ingresos está en peores condiciones para afrontar el shock económico como resultado de la pandemia. Si en los países centrales los Gobiernos garantizan un porcentaje elevado del salario durante la licencia por cuarentena, en países de la periferia deberán rebuscárselas para hallar su sustento en bosques y océanos. Quienes no tengan otra opción deberán apelar a abastecerse con animales silvestres y plantas. La pérdida de ingresos en países dependientes podría tener efectos negativos también para la biodiversidad. No sería la primera ni la última vez que el capitalismo arrojara a poblaciones económicamente diezmadas al éxodo y a actividades que representan un perjuicio para el medioambiente. En Argentina podemos mencionar el permiso concedido por el exgobernador Juan Manuel Urtubey para la caza de iguanas coloradas en Salta como forma de subsistencia en una provincia donde hay emergencia alimentaria y muertes por desnutrición.

Esto se suma, además, a una menor distribución de fondos para conservar la vida silvestre y las áreas usualmente protegidas de la caza furtiva y otras actividades nocivas.

Claro que la convivencia entre animales salvajes y comunidades no siempre es armoniosa: frecuentemente los primeros atacan cultivos, ganados y hasta pueden matar seres humanos. En ausencia del turismo y en circunstancias económicas extremas, por necesidad estos contactos pueden hacerse más frecuentes y peligrosos para todos. 

Bosques, agronegocio, COVID-19 y calentamiento global: claves de una crisis planetaria

El panorama se complica al combinar la pandemia con la crisis ecológica global. La devastación de la biodiversidad sobre el planeta tiene todo que ver con la proliferación y la expansión de virus. Para el biólogo norteamericano Rob Wallace, el Covid-19 no es un imprevisto si se considera que el agronegocio dejó “camino despejado” para que patógenos de diverso tipo, y cada vez más peligrosos, viajen a través de los circuitos del capital y lleguen hasta el transporte público y demás áreas de grandes ciudades. 

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Argentina, así como Brasil, Paraguay y Bolivia, forma parte de lo que Wallace denomina “repúblicas de soja”, donde regiones enteras quedan libradas a la expansión de la frontera agrícola a partir de prácticas extractivistas que redundan en desmontes, desertificación y fumigación con pesticidas. Estas multinacionales son las responsables de generar nuevas epidemias a partir de la devastación de ecosistemas de bosques en los que estos virus “salvajes” estaban contenidos y tendían a desaparecer. Al llegar a las ciudades a través del comercio, el turismo y el transporte, estos patógenos se encuentran con que las defensas provistas por el sistema público de salud son escasas y venidas a menos. La limitada habilitación de elementos de bioseguridad y la pobreza también harán su parte. 

Del uso irracional de la tierra proviene una cuarta parte de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero responsables del calentamiento global. El agronegocio aporta las emisiones de dióxido de carbono a partir de la deforestación, las emisiones de metano del arroz y el ganado rumiante y las de óxido nitroso en el uso de agrotóxicos. 

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Década tras década, los bosques nativos nos han venido “salvando” no solo de virus, sino también de una mayor concentración de dióxido de carbono. Y es que son sumideros naturales, capaces de absorber y capturar mediante la fotosíntesis el dióxido de carbono de la atmósfera, devolviendo oxígeno a la misma. Gracias a este almacenamiento se reduce la concentración de dióxido de carbono en el aire, lo cual impacta favorablemente en el balance de la temperatura terrestre.

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Lo cierto es que, cuando esta pandemia acabe, la humanidad seguirá estando expuesta al enorme desafío de enfrentar y mitigar la crisis climática, uno de los legados destructivos del capitalismo sobre la faz de la Tierra. Imposible combatir esta crisis y la desigualdad social si no se cuestionan profundamente las relaciones y modelos de producción capitalistas que les dan origen. 

La necesidad de cuestionar la irracionalidad capitalista reside tanto en el origen de esta y otras pandemias como en la completa incompetencia para mitigar sus consecuencias devastadoras, en especial a través de décadas de desinversión, ajuste y precarización de los sistemas de salud a nivel mundial, que, con diferencias, se expone con crudeza tanto en potencias imperialistas como en países dependientes. 

La lucha contra la crisis climática a la que llevó el capitalismo a la clase trabajadora, los sectores populares y el planeta mismo no puede darse de la mano de aquellos que anteponen sus beneficios económicos particulares. Los que ganan con cada crisis, que siempre intentan descargar sobre los sectores populares (con los que no socializan ganancias). 

Así como la pandemia ha expuesto en forma contundente quiénes son los esenciales que hacen andar al mundo (y quiénes los parásitos), la crisis climática también expone a sus responsables y la alianza social necesaria para defender la vida en el planeta.