Invitado por la editorial Comunicarte, el celebrado escritor chaqueño presenta dos nuevos títulos para niños y jóvenes en la Feria del Libro Infantil de Córdoba. Luego, compartirá una charla con lectores en la Librería del Palacio.
David Voloj @VolojDavid
Jueves 13 de julio de 2017
Mempo Giardinelli es uno de los escritores argentinos más reconocidos a nivel internacional. Comprometido con la realidad política nacional, en la década del 70 debió exiliarse en México, donde residió hasta 1984 y trabó amistad con escritores de la talla de Juan Rulfo. Su obra de ficción ha sido traducida a más de veinte idiomas e incluye novelas, cuentos y ensayos, entre los que se destacan Luna caliente, La revolución en bicicleta y El género negro, lúcido ensayo donde hace una exploración crítica sobre la dinámica del género policial.
El autor de El santo oficio de la memoria (novela que obtuvo el Premio Rómulo Gallegos en 1993) llega a Córdoba para presentar dos cuentos para niños y jóvenes que acaban de ser publicados por la editorial cordobesa Comunicarte: Un oso marrón y La endiablada, título destacado en la última Feria del Libro de Buenos Aires por la Asociación de Literatura Infantil y Juvenil Argentina (Alija). Ambos libros comparten algunos temas, como la caza, la muerte, la pérdida.
La cita es a las 17 hs, y luego, a las 19 hs, dialogará con lectores en la Librería del Palacio.
Incansable promotor de la lectura, Mempo está a la cabeza de una fundación que se encarga de la promoción del libro y cuenta con un observatorio de lectura. En el Chaco, cada año se realiza el Foro internacional por el fomento del libro y la lectura, que llega ya a su 21º edición. Allí se dan charlas, conferencias e intercambios con autores, ilustradores, promotores y pedagogos, en un encuentro internacional por donde fluyen más de dos mil personas.
Asimismo, Mempo se revela como un intelectual afín a los gobiernos kirchneristas, aunque se ha mostrado crítico con su política de alianza con algunos gobernadores como Gildo Insfrán o la entrega de los recursos ambientales a las multinacionales. Publica regularmente artículos y notas de opinión en el diario Página 12, donde analiza la grave crisis cultural que atraviesa el país, desnudando la política cultural y educativa de la gestión de Cambiemos.
En tus libros para niños, desde Cuentos con mi papá hasta La endiablada, hay un tono anecdótico en el relato, de historia escuchada y recreada, una forma que recuerda a la literatura de tradición oral. ¿Esto es así? ¿Te planteás búsquedas particulares en este género, si es que puede llamarse "género" a la literatura infantil y juvenil?
—Notable pregunta, pero sí, algo de eso hay. Digamos que vengo de una tradición de oralidad, que incluso está en mis cuentos y novelas para adultos. Mi mamá y sus amigas eran grandes narradoras, exageradas, divertidas, con fuerte sentido de la paradoja, la vergüenza y la ética. Y esas cosas se pegan a uno en la infancia. Pero también hay búsquedas que diría que son naturales en la vida de un escritor que es, ante todo, un lector. Como es mi caso, que soy más lector que cualquier otra cosa. He sido toda mi vida un animal lector, y allí, en la literatura, uno encuentra lo que busca y lo que no. Porque ahí, en la literatura, está todo. Y esto en mi caso vale también para este género, que sí creo que lo es.
Un oso marrón me recuerda El viejo y el mar de Hemingway, ya que habla de la caza para plantear la profunda unión que existe entre el hombre y los animales. ¿Se puede leer como un cuento que alerta sobre los peligros de destruir la naturaleza?
—No lo había pensado, pero sí, claro, en toda narración de caza está Hemingway como está London, y como están Quiroga, Drás, Zepeda, Abeijón y tantos más. Desde Esopo, por lo menos, esa relación, esos símiles, esa pretensión inútil y presuntuosa de humanizar a los animales, que son seres desprovistos de la capacidad de mentir, devino tentación literaria ineludible.
En ambas historias está presente la muerte, un tema que a veces genera recelo en la literatura infantil y juvenil. ¿Hay temas convenientes o inconvenientes a la hora de escribir para niños?
—En literatura no me parece inconveniente ningún tema, y sobre todo si está bien tratado. Por otra parte muchos cuentos clásicos abordan la muerte, desde hace siglos. Fíjese que la muerte es, con el amor y la desdicha, uno de los asuntos más trajinados de la literatura de todos los tiempos. Y enhorabuena. Por lo tanto, cuando me enfrento a esta pregunta yo invito a leer, por ejemplo, Las maletas de Auschwitz, de Daniela Palumbo, que es uno de los libros de literatura para jóvenes más leídos del mundo y cuyo tema no es otro que la muerte, y horrorosa.
En diferentes momentos has destacado la importancia de la lectura para el desarrollo cultural, uno de los ejes sobre los cuales trabajás desde hace años. ¿En quiénes recae la responsabilidad de promover la lectura?
—Una persona es lo que ha leído; y también lo que no ha leído. Por lo tanto, con los pueblos sucede exactamente lo mismo pero a lo bestia. Y es que sin lectura no hay conocimiento. Si no se lee no se accede al saber y todo se improvisa, se rebaja sin remedio. Y la responsabilidad es de toda la sociedad, padres, madres, maestros, bibliotecarios, profesionales de todos los campos, la ciudadanía toda, y en particular y especialmente del Estado.
¿Qué cambios hay en los paradigmas de lectura?
—Hay cambios, por supuesto. De hecho, las generaciones de chicos y chicas escolarizados en la Argentina durante la última década son mucho más lectores que los de décadas anteriores. Y eso fue mérito del Plan Nacional de Lectura, que en el último año y medio destruyó el actual gobierno nacional. Y estúpidamente, además, porque creyeron que el PNL era una idea y un programa kirchnerista, sin advertir que fue una iniciativa del Presidente Alfonsín en 1984. Como fuere, ahora todo indica que, desdichadamente, la próxima generación será mucho menos lectora. Porque un país sin política de Estado de lectura es un país condenado a la ignorancia. Sobre todo para las grandes mayorías, condenadas a "caer" en la educación pública, como dice sin darse cuenta de su torpeza el actual presidente.
¿Qué alcances y qué límites tienen los Foros de fomento del libro y la lectura, como los que impulsás con tu fundación? ¿Hay alguna forma de medir los efectos?
—Sí, claro que los medimos y son fenomenales. Contribuimos desde hace más de veinte años a crear y apuntalar la conciencia lectora de miles de docentes y bibliotecarios, miles de familias, miles de abuelos y abuelas. Los Foros son un faro, valga el juego de palabras, y por eso cada año la asistencia es más numerosa, de todas las provincias del país y de países vecinos.