El fútbol estuvo siempre ligado por parte de la ideología dominante a la construcción de un “ser nacional”. Messi puso en crisis algunos de los pilares de esta construcción. Reflexiones sobre el tema.

Luis Bel @tumbacarnero
Sábado 24 de septiembre de 2016
El lunes 12 el diario catalán La Vanguardia publicó una nota titulada “Messi y la patria”. Allí, el periodista Santiago Segurola se pregunta y trata de hallar respuesta al porqué Lionel Messi posee tantos detractores en nuestro país y se lo somete a la eterna comparación con Diego Armando Maradona.
Segurola escribe: “Nada hay de criticable en el debate futbolístico, aunque se antojen sorprendentes las críticas a un jugador que en Europa ha alcanzado un rango mítico. El problema es de otra clase: Messi siempre sirve como coartada negativa, de la misma manera que a Maradona siempre se le utiliza con argumentos favorables. Es un genio, es un patriota, ganó el Mundial y derrotó a los ingleses.”
Más allá del desconcierto del periodista y del afán por encontrar una respuesta, las últimas palabras del párrafo pueden ayudar a dilucidar un poco el asunto.
El fútbol entra en el ámbito de lo pasional principalmente de la mano de lo territorial, y de lo territorial íntimamente ligado a lo identitario. Y, por supuesto, la construcción de una identidad está íntimamente ligada a la construcción de “el otro”.
En nuestro país futbolístico este fenómeno se da en el plano micro y macro. Desde el club del barrio que se enfrenta al barrio vecino, a clubes de distintas provincias que ven en el fútbol la posibilidad de disputar viejas rencillas históricas fogoneadas desde la política y los medios.
Parte de este fenómeno es base del origen de lo que hoy conocemos como “barras bravas” y que se completa con los desclasados del sistema y la connivencia del poder político, policial, judicial y de la burocracia sindical, de los cuales estos grupos suelen ser fuerza de choque.
La categoría de territorialidad en el fútbol, que ha sido muy estudiada desde la antropología y la sociología, se entrecruza con otra que da justificación discursiva a las prácticas sociales producidas en éste ámbito: el aguante.
En el territorio o al salir de él (ir de visitante), el aguante se pone en juego y con éste los valores que encierra el espacio territorial.
Esto lo sabían muy bien los que idearon la campaña para el mundial 78 durante la última Dictadura Militar, más allá de la lavada de cara para mostrar un país “derecho y humano”, la idea de defender el territorio y una construcción de “lo nacional” de las “difamaciones” que llegaban del exterior de boca de exiliados y diferentes organismos, estaba presente.
En la “madre patria” conocen bien de esto, el Real Madrid de la España franquista era la carta de presentación de lo que los españoles “debían ser”. Una maquinaria propagandística ambulante.
En este marco Segurola acierta en que Maradona “ganó un mundial y derrotó a los ingleses”, (con las heridas de la Guerra de Malvinas aun supurando), pero se equivoca en que siempre fue incluido en argumentos favorables. La prensa y el poder del negocio detrás del fútbol no tuvieron piedad con sus errores y conductas, sobretodo en una época en la cual el “barrilete cósmico” se enfrentaba a los poderes de turno en el ámbito de AFA y FIFA.
Es curioso cómo se puede trazar un paralelo entre la dupla Messi-Maradona y la coyuntura actual de linchamientos, justicia por mano propia, manodurismo y el gran delito capitalista.
Los mismos medios que crucificaron al Pelusa por consumir cocaína, frecuentar fiestas y tener una vida privada escandalosa (verdaderos linchamientos mediáticos), no midieron con la misma vara la defraudación al fisco por parte de Lio y su padre; y no lo hacen tampoco cuando la vara toca a un “motochorro” linchado o golpeado hasta la muerte, y a los miles de millones de dólares provenientes del lavado que se encuentran paraísos fiscales o que se fugan del país para evadir impuestos, como es claro ejemplo el caso de los Panama Papers, adonde está involucrado el mismísimo presidente . El asunto se vuelve una cuestión de clase y de moral burguesa.
Una cosa es un “villerito” consumiendo drogas, otra muy distinta una defraudación millonaria. Eso es parte del sistema y de lo aceptable dentro del capitalismo.
Por supuesto que Messi también proviene de una familia de origen humilde. Pero mientras uno se enfrentaba a Havelange (ex presidente de FIFA) y a Julio Grondona abiertamente, el otro recibe el Balón de Oro y se saca fotos sonriendo al lado de Blatter y Platini. La figura de Messi es así utilizada para legitimar organismos corruptos hasta los cimientos como quedó demostrado en el reciente FIFA Gate.
La nota publicada por La Vanguardia tuvo repercusiones en los medios nacionales. La Nación dio cuenta de ésta en un tono indignado y resaltando el siguiente fragmento: “No hay descanso en la ofensiva, y es un blanco fácil. Vive y juega lejos. Ni el peróxido ni los tatuajes le van a convertir en un ídolo macho. Messi, que no tiene la vocación de prócer que rezumaba Maradona, es el objetivo perfecto para los mediocres que se empeñan en conceder carnés de patriotismo.”.
Una vez más Segurola toca con acierto un par de teclas. Primero, vivir y jugar lejos, no haberlo hecho jamás en un club argentino, desterritorializa a Messi. Fue profeta en otra tierra y no en la propia. Luego, utilizando la frase hecha “los resultados mandan”, las finales perdidas rompieron un poco más una relación ya de por sí frágil y basada en cierta desconfianza. Aunque luego de su renuncia hubo una gran campaña mediática y virtual para impulsar y completar la crónica de un regreso anunciado. El poder económico no puede permitirse una selección nacional sin el mejor jugador del mundo, sería el camino directo a competencias que se concebirían devaluadas y poco redituables antes del nacimiento mismo.
Segurola da en la tecla a medias acerca de la intención de convertir a Messi en un “ídolo macho”, más allá de las raíces prejuiciosas y xenófobas de su sentencia que a simple vista parecería embestida de cierta pluralidad de género. La construcción de la masculinidad está ligada al deporte, lo podemos ver en el fútbol y claramente en el rugby.
Pero el sonido que desata la presión de esta tecla es disonante, pasaremos a ver el porqué.
Messi no es un producto de consumo exclusivamente masculino. Su figura es tomada por grandes sectores de la juventud sin discriminar géneros.
Este es el comienzo del derrumbe de la construcción clásica del “ser nacional” que anticipábamos al comenzar, porque vaya paradoja, Lionel es además un jugador desterritorializado. No sólo porque nunca jugó en la liga argentina, sino porque tanto Barcelona como Real Madrid son clubes desterritorializados. Son productos consumidos transnacionalmente y que construyen identidad sin prestar demasiada atención a las fronteras. Prueba de ello es el estéril debate Ronaldo vs. Messi trasladado a los ámbitos futboleros argentinos.
La territorialidad de la que hablábamos, aún subsistente en los clubes que conforman los campeonatos locales (sobre todo los del ascenso, hace rato que las hinchadas de los grandes equipos de primera no se pelean ni por el barrio, ni por la camiseta con otra hinchada, sino que las peleas son internas para controlar el usufructo de los negociados de la barra), es tan sólo un residuo de las construcciones simbólicas e ideológicas del nacimiento de los estados-nación en el continente. Y es asimismo un elemento siempre utilizado por la clase dominante para dividir a los trabajadores.
Esta desterritorialización del capital se visibiliza en la cordillera con las grandes transnacionales mineras que fundan “nuevos estados” que rompen las fronteras tradicionales, como sucede con el proyecto Pascua-Lama ubicado en territorio argentino y chileno y con jurisdicción legal en Nueva York.
Los dos grandes clubes españoles son sólo una de las tantas expresiones superestructurales adonde se puede percibir esta gran contradicción capitalista. El nacionalismo y el patriotismo le son a la vez necesarios y al mismo tiempo una traba.
Segurola afirma “No se trata de la comparación estrictamente futbolística entre los dos jugadores, comparación que ha planeado sobre la carrera de Messi desde su irrupción en el Barça. Quizá ahí comience la ofensiva de unos críticos que confunden el tocino con la velocidad. No ha habido un jugador con más voluntad de demostrar su argentinidad que Leo Messi y, sin embargo, ese deseo febril no se ha correspondido con el reconocimiento general en su país.”, centrando su explicación en que en Argentina la comparación entre ambos excede lo futbolístico, y haciéndolo nuevamente con palabras que envidiarían algunos periodistas de la derecha nacional (léase tocino versus velocidad).
Pero lo interesante es que replica algo muy citado por los medios deportivos locales: “Messi se ha empeñado en demostrar su argentinidad”.
Lo que omite el periodista catalán es que no se puede explicar ni a Maradona, ni a Messi, escindidos de las condiciones de producción en las que surgieron. Condiciones históricas y socio-económicas que de cierta manera los determinan, haciendo que, a la hora de las inevitables comparaciones, el análisis se vuelva un poco más complejo que la ecuación Tocino = Velocidad al cuadrado.