El 14 de noviembre declaró Griselda Aibar, hermana de Alejandro Aibar, estudiante secundario y militante de la UES que se encuentra desaparecido desde el 20 de septiembre de 1977 a manos de la Brigada de Investigaciones de San Justo
Jueves 6 de diciembre de 2018 23:45
Exponiendo la foto de su hermano titiritero y su sombrero, y con el pañuelo blanco de su madre en su cuello, comenzó su declaración relatando que su familia estaba constituida por su padre Hugo Juan Aibar, su madre Sergia Última Paulini, sus hermanas Alicia y Graciela, su hermano Alejandro y su hermano mellizo. Su mamá era enfermera y técnica en hemoterapia y su papá era mozo, personal gastronómico. Ella tenía siete años al momento del secuestro de su hermano Alejandro.
Alejandro era estudiante secundario, cursaba el último año del colegio nacional Manuel Belgrano de Merlo y tenía 18 años. Trabajaba desde los catorce años como cadete en Bonafide y además, según las palabras de su hermana “era militante del amor y la solidaridad. Era actor, titiritero y además de trabajar durante el día y estudiar de noche, los fines de semana llevaba su magia con un títere en cada mano a los niños del barrio de Pompeya donde vivíamos, en el salón parroquial o la sociedad de fomento o también en los hospitales, sobre todo el hospital Tornú donde mi mamá trabajaba y hacía guardias generalmente los domingos. Él, como mis padres trabajaban muchas horas por día, como dije mi padre era mozo y trabajaba los fines de semana y mi mamá hacía guardias los fines de semana porque estaban mejor pagas, él era quien nos cuidaba a mi hermano mellizo y a mí y compartíamos todo el tiempo sus andanzas”.
Durante muchos años la familia desconocía la militancia política de Alejandro en la Unión de Estudiantes Secundarios.
Luego recuerda la noche del secuestro. Fue el 20 de septiembre a la 1 40hs de la mañana cuando su casa se llena de militares fuertemente armados, quienes irrumpen violentamente. Tenían armas largas, algunos estaban vestidos de civil y otros con ropa de fajina. “Se dirigen a la habitación del fondo donde dormíamos con mi mellizo, abren la puerta, en ese momento con los gritos de mi mamá pidiéndoles que no nos hagan nada, que teníamos siete años, me despierto, cuando están saliendo de la habitación yo me levanto muy asustada de la cama tratando de seguir a mi mamá, alguien me toma del cuello que nunca lo pude ver porque estaba la luz oscura, era de noche, me toman del cuello, me tiran en la cama y me tapan y me dicen que me quede quieta. Escucho los gritos desesperados de mi mamá cuando le preguntan: ¿Y acá quién está? Alejandro, ¿Cuántos años tiene? Dieciocho. A este lo llevamos.”
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Comenzó la búsqueda desesperada y la familia se contacta con otras familias que buscaban a sus hijas e hijos y luego con Madres de Plaza de Mayo.
Griselda lo recuerda con mucho amor: “Como les conté, Alejandro era titiritero, era actor, se vestía de payaso. Este era su sombrero de payaso. Lo hacía junto con Gladys Morales. Mi madre en ese momento se entera que Gladys Morales fue secuestrada de un modo muy similar al de casa el 17 de septiembre, unos días antes. Siempre se pensó que ser titiritero y llevar la magia de los títeres a los chicos del barrio era subversivo porque la risa estaba prohibida en esa época, nunca se supo nada. Mi infancia transcurrió en una infinita soledad, Alejandro era quien nos cuidaba, él nos retiraba de la escuela. Aprendimos a estar en soledad, en quietud y en silencio y fue un maldito aprendizaje”.
La búsqueda era desgarrante. Cuando finalizó la dictadura genocida su madre decidió jubilarse para poder dedicarse más de lleno al trabajo de la búsqueda. Ya se había incorporado a Madres de Plaza de Mayo. Luego para incluir a su padre de forma más activa se unen a familiares de desaparecidos. En días de dictadura habían conformado la comisión de familiares de desaparecidos de Merlo, localidad en la que hay 141 personas desaparecidas.
Cuando Griselda era adolescente su madre sufre su primer estado depresivo. Griselda quería agruparse, contar lo que le había pasado, buscar otros jóvenes que hubieran también transcurrido su niñez en Plaza de Mayo pero su madre, luego del fallecimiento de su padre por un cáncer de estómago, le pide que no haga nada. Entonces ella manifiesta que: “Pese a mi necesidad elijo tratar de reparar lo irreparable, de cuidarlos a ellos.”
En Merlo se hizo un acto en homenaje a Alejandro en el que Liliana Chamorro, una compañera del colegio, lee una carta. Griselda lee un fragmento de la misma en la audiencia que deja de manifiesto la generosidad y el compromiso militante del joven Alejandro.
Griselda manifestó que la salud de su madre está muy delicada, física, mental y emocionalmente, motivo por el cual no pudo presenciar la audiencia. Señalando su cuello afirma: “Este pañuelo que porto es la forma de que esté presente. También la presencia de ella, de su lucha de tantos años.”.
Griselda sigue reconstruyendo la historia de su hermano gracias a compañeras, compañeros, familiares y militantes. Supo que compartió cautiverio con Adriana Martín. Supo que Ricardo Enrique Rodríguez y Gladys Morales, quienes también están desaparecides, eran titiriteros junto con su hermano.
Sus últimas palabras fueron: “Pido justicia por la miseria humana que lo llevaron a mi hermano al final de sus días, por su secuestro, por sus torturas, que dejaron en blanco un montón de hojas en su carpeta de estudiante y también de su vida. Pido justicia por mis padres, particularmente por mi madre que llega a un estado indeseable en su ancianidad por haber portado tantos años este pañuelo blanco en su cabeza. Pido justicia por la niña que fui, que tuvo que cambiar la plaza de los toboganes y las hamacas por la Plaza de Mayo y las rondas por la ronda alrededor de la pirámide. Pido justicia por la adolescente que fui, que tuvo que reparar lo irreparable con sus padres, cuando tuvo dieciocho años tuvo pánico de que le pasara lo mismo. Pido justicia por toda mi familia, por todos los que nos quedamos sin Alejandro. Porque pese a todo no dejamos de cantar nunca un feliz cumpleaños confiando que la resiliencia es una forma de resistencia. Pido justicia por Alejandro, por sus compañeros de la UES, por los 30000, pido justicia por y para mi país. Memoria, verdad, justicia. Cárcel común para todos los genocidas. Nada más”.
Su declaración culminó con un fuerte y sostenido aplauso.
La próxima audiencia se llevará a cabo el día miércoles 12 de Diciembre a las 10hs en el TOF N° 1 de la ciudad de La Plata de calle 8 entre 50 y 51. Es necesario para presenciarlas ser mayor de edad y concurrir con DNI.