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Red Internacional
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El Telescopio. Mienten, y yo puedo atestiguar

¿Cuánto pesa en tu vida una promesa mil veces reiterada y mil veces incumplida? Eso vienen haciendo con nosotres quienes gobiernan hace décadas y quienes les dan “gobernabilidad”. Demos vuelta todo.

Viernes 5 de julio de 2019 00:14

Imagen Caro Daglio

Nací al comienzo de la dictadura. Fui a la primaria cuando gobernaba Alfonsín. La secundaria y la facultad las hice con Menem. Empecé a trabajar cuando la desocupación arreciaba y cuando el hambre hacía estragos en la Argentina de las vacas, el trigo y los cuatro climas.

En los noventa vi a los peronistas vender hasta el aire. Y en los dos mil vi a esos mismos peronistas refunfuñar porque hasta el aire estaba vendido. Guardo en mi memoria el “con la democracia se come, se educa y se cura”. También el “nunca más”, el “voy a terminar con esta fiesta”, el “Argentina está condenada al éxito” y el “nunca menos”.

La suerte personal de haber tenido un trabajo en blanco nunca eclipsó mi conciencia de ver cómo, a lo largo de décadas, la precariedad de la existencia se fue convirtiendo en norma. La muerte cotidiana de gente inocente, a la vuelta de la esquina, en un tren estrellado, en una obra en construcción, en una fiesta juvenil, en un hospital sin insumos o por capricho de algún policía se nos fue naturalizando y casi nos deshumanizó.

Trabajo precario, educación precaria, salud precaria, cultura precaria, vivienda precaria, infancia precaria, adolescencia precaria, juventud precaria, vejez precaria. Y eso cuando hay trabajo, educación, salud, cultura, vivienda, infancia, adolescencia y vejez. Porque a una parte de la población le resulta incluso difícil conservar esas elementalidades.

Mienten, y ni les hace falta hablar

Si existiera una máquina capaz de juntar, analizar y sistematizar todas las mentiras lanzadas durante décadas por quienes gobernaron (o dieron “gobernabilidad”) la Argentina desde 1983, su producto seguramente obligaría a casi la totalidad de quienes se presentan a elecciones a volverse a su casa y dedicarse a otra cosa.

Millones de kilómetros de palabras huecas, pilas de promesas incumplidas (y traicionadas), borocoteadas, panquequeadas y compraventas de voluntades a granel. Sellos de goma convertidos en plataformas electorales que te “van a cambiar la vida”. UCR, PJ, Frepaso, Alianza, Frente para la Victoria, PRO, Cambiemos, Coalición Cívica, ARI, UNEN, Faunen, ¡Partido Socialista!, UCeDé, Frente Renovador, GEN, Alternativa Federal, Frente de Todos… y la lista sigue.

Ninguno de esos sellos dejaron jamás de basar sus campañas y sus discursos en mentiras. Impunes mentiras. Y todos, absolutamente todos sus integrantes, a lo largo de los años, estuvieron con todos, absolutamente todos los demás.

En los 80 los radicales estuvieron todos juntos por un lado y los peronistas estuvieron todos juntos por el otro. En los 90 se dividieron y algunos radicales con algunos peronistas (y un puñado de falsos “socialistas”) se juntaron para reemplazar a otros peronistas que estaban juntos con liberales y conservadores. En 2001, todos ellos, hundieron al país en la miseria y el “default”. Después se fueron reacomodando, inventaron nuevos partidos y se mezclaron hasta el paroxismo.

Lavagna fue el ministro de Duhalde y de Kirchner, después quiso ser un presidente radical y ahora va con el peronista Urtubey.

Alberto Fernández se hizo diputado junto al asesino serial Domingo Cavallo, después gabineteó con Néstor y Cristina, después se hizo traidor por unos años y ahora comparte fórmula con su exenemiga íntima.

Macri se hizo fuerte abrazado a De Narváez y Solá (el asesino político de Maxi y Darío que ahora va con Alberto y Crsitina). Después se juntó con algunos peronistas y algunos radicales y le ganó la presidencia al menemista-duhaldista-kirchnerista Scioli. Ahora logró juntar en su rejunte al menemista-duhaldista-kirchnerista Pichetto con la antimenemista y antiduhaldista Carrió, la misma que quiso mucho a Kirchner pero odia visceralmente a su esposa, sus hijos y sus fortunas calafateñas.

Más de veinte años después de haberse empezado a dividir en veinte mil alianzas y aliancitas, casi todos los radicales vuelven a estar juntos por un lado y casi todos los peronistas vuelven a estar juntos por el otro. Y siguen mintiendo.

Si juntáramos todos sus volantes, afiches y spots, producidos durante años y años y años, los pusiéramos arriba de una mesa y los comparáramos entre ellos, además de ver sus nombres repetidos y sus colores mezlados, se podría armar un verdadero collage del terror (con perdón de Agatha Christi y Alfred Hitchcock).

Mienten, y adoran vernos llorar

¿Cuánto pesa en tu vida cotidiana una promesa mil veces reiterada y mil veces incumplida? ¿Serías capaz de asegurarle a tu abuela que vas a acompañarla al médico y después dejarla plantada en la puerta del hospital mientras te vas a comer un asado con tus amigues? ¿Qué es, sino algo parecido, que nos hayan prometido salariazos, revoluciones productivas, derechos humanos para todos, pobrezas ceros y tantas falsedades más mientras lo que más hicieron fue garantizarles los negocios a los capitalistas a costa del hambre, la salud, la educación y la vida de millones?

Parece que adoraran vernos revolcándonos en el lodo de la sobrevivencia, a los codazos para rescatar alguna miga que se les cae de sus banquetes, luchando entre nosotres en una competencia ihumana por algo que nos debería corresponder por el simple hecho de existir y ser parte de esta misma especie.

Porque las mismas bocas que prometieron esos oros y esos moros son las que dictaron las leyes más represivas, criminales, saqueadoras y miserables. Obediencias debidas, puntos finales, convertibilidades, privatizaciones, pagos de deudas usurarias e ilegales a los dueños del mundo, antiterrorismos paladar yanqui, 82 % móvil inmovilizado, presupuestos cada vez más flacos y negocios para las multinacionales cada vez más gordos. Todo eso hicieron, siempre mintiendo.

Y de este lado, lo precario que se naturaliza a base de promesas de futuros que nunca llegan. De este lado, las pibas que siguen desapareciendo a manos de los mismos que bancan esa campañas electorales. O que siguen muriendo por la cristiana clandestinidad del aborto. De este lado, los pibes que siguen cayendo baleados por la espalda. O por el veneno disfrazado de droga que venden los mismos capitalistas que solventan los countries y toman de la buena. De este lado, laburar día y noche para no caer más abajo. De este lado, siempre, precarizándonos.

Una vez alguien dijo “cuidate de esos que te sonríen mientras te acarician la cabeza y se terminan quedando con tu cabeza en la mano”.

Esta reflexión podría terminar arengando a no comerse más el verso y apostar a una transformación social de verdad, acompañando a quienes nunca te mintieron y están siempre de tu mismo lado, como Del Caño, Bregman y compañía. No hace falta. Si llegaste hasta acá, alcanza y sobra.

Hoy, mientras se mueren de frío quienes viven del lado de afuera de viviendas vacías, mientras les pibes que van a estudiar cargan frazadas para poder soportar las aulas freezer, mientras tu abuela junta las monedas para conseguir un pedazo de queso berreta y un pan, quienes mienten se pasean por los sets de televisión explicando todo lo mal que estás por culpa de los otros y todo lo bien que estarás gracias a elles.

Después de mentir hasta por los codos, regresarán a sus dptos de Puerto Madero o a sus barrios privados, a seguir pergeñando sus próximas promesas.

Callen, ya no tienen dignidad...