Entrevistamos a Tamy, empleada de hogar despedida por reivindicar condiciones laborales dignas. Su testimonio es un claro ejemplo del alto nivel de precariedad que sufren las trabajadoras inmigrantes.
Àngels Vilaseca Barcelona / Trabajadora de Servicios Sociales
Martes 8 de marzo de 2016
Foto: Sindicato COS de Barcelona
Tamy empezó a trabajar para la Agencia Coccinelle en abril del año 2014 hasta octubre del año 2015. Fue contratada para cuidar el bebé de una familia de clase media adinerada en Sant Adrià del Besos. A raíz de varios problemas laborales como tener que aceptar jornadas de trabajo interminables y muchas horas extras sin remunerar, decide informarse en el sindicato [COS (Coordinadora Obrera Sindical) https://cosbarcelones.wordpress.com/2015/12/04/coccinelle-menteix-i-explota/] y buscar apoyo para poder mejorar su situación.
Después de ello, la familia y la Agencia deciden echarla de la peor manera y sin pagarle el último mes trabajado. Tamy está luchando para sacar a la luz lo que sucedió y que se reconozcan sus derechos.
El empleo del hogar y de los cuidados es uno de los trabajos más precarios de la clase trabajadora, realizado entre un 90-95% por mujeres, en su mayoría inmigrantes. Muchas trabajan en negro, y a las que tienen la ’suerte’ de tener contrato, éste no les garantiza casi nada. Todavía seguimos reivindicando demandas tan básicas como que se nos reconozca el derecho a la prestación por desempleo.
Tamy se atrevió a denunciar su situación, pero son muchas las mujeres que de forma invisibilizada se ven obligadas a soportar condiciones de semiesclavitud.
Cuidamos de los hijos, los padres, los abuelos y de que el hogar esté siempre limpio y agradable, pero no se reconoce nuestra labor. ¿Será porque suplimos todas aquellas tareas de las que el Estado no se quiere hacer cargo?
ID: ¿Cuáles eran tus condiciones de trabajo?
Tamy: Yo al principio empecé a trabajar tres días a la semana con una jornada de ocho a tres de la tarde. Al pasar los meses vieron que la niña se sentía a gusto conmigo y me aumentaron la jornada. Así que al final la madre pudo postular a un empleo mejor y yo me podía hacer cargo de la niña. Me hicieron un contrato de jornada completa de 40 horas, lo que pasa es que en realidad mi jornada era de 50 horas o más. Yo empezaba a trabajar a las 7.30h y salía a las 20.00h.
ID: ¿Cómo justificaban esto?
T: Ahí está el tema, siempre tuve muchos interrogantes y yo me comunicaba con la agencia para explicarles que hacía muchas más horas de las que ponía en mi contrato. Y me decían que estas horas compatibilizaban como "horas de permanencia", es decir horas en las que supuestamente yo solo tenía que estar allí. Para ellos, es como si en estas horas no estuviéramos haciendo nada y no te las cuentan como horas de trabajo ¡Pero yo tenía que hacerme cargo de la niña todo el rato!
Y además, muchos días también me tocaba hacer horas extras. Sobre todo, cuando la madre empezó a trabajar en la nueva clínica. Si ella tenía complicaciones en su trabajo yo tenía que quedarme hasta más tarde, muchas veces hasta más de las 12h y al día siguiente tenía que estar allí otra vez a las 7.30h, siempre al 100% para ellos. De hecho, recuerdo que en mi entrevista de trabajo me preguntaron si yo tenía intención de de tener hijos, y les dije que por ahora no, pero que no lo sabía en un futuro. Al inicio se pensaron si debían contratarme o no por esto, buscaban a alguien para que estuviera siempre a su disponibilidad.
ID: ¿Es por cosas como éstas que empezaste a entrar en contacto con un sindicato?
T: Sí, por esto también, pero fue más adelante. Los problemas más graves empezaron cuando ellos se fueron a vivir a Corbera de Llobregat, y entonces yo tenía que desplazarme hasta allí para trabajar. Pero para mí era imposible llegar a la hora, el único bus que había me dejaba en el pueblo un poco más tarde. La familia empezó a presionarme mucho y me decían que me buscase la vida. No me daban ninguna facilidad.
Es por eso que yo quise informarme y contacté con un sindicato. Quería saber si era obligatorio cumplir con esas condiciones y el mismo horario. Allí me dijeron que esto no era responsabilidad mía, ya que en mi contrato figuraba que mi ciudad de trabajo era Sant Adrià del Besós, y que en cualquier caso tenían que haber constatado todos estos cambios por escrito y en acuerdo conmigo. Ellos informaron de eso a la Agencia y posteriormente la familia me dio la razón. Pero se sintieron molestos.
ID: Entonces, ¿la relación laboral con la familia y la Agencia cambió después de contactar con un sindicato?
T: Sí, yo notaba que no me trataban igual, el ambiente era más tenso que antes. No les gustaba que hubiera un sindicato de por medio. ’’Casualmente’’ en octubre el padre de la niña me comenta que por un tema económico ya no podían contar más conmigo y que el 10 de noviembre iba a ser mi último día. Me mostró la carta de despido, pero yo en ese momento no quise firmar nada, prefería informarme primero.
Al día siguiente vuelvo a trabajar normal, pero la madre de la niña sin dejarme entrar a la casa , me dice: "No hace falta que te quedes con la niña hoy, ya nos comunicaremos contigo más adelante", sin darme ninguna otra explicación.
Llamé a la agencia y me contestan que el despido es inminente. Eso fue lo que me dijeron: "La familia ya no confía más en ti, tu error ha sido afiliarte a un sindicato. Nosotros también hemos perdido la confianza en ti como trabajadora". Después de unos días recibí el burofax donde alegaban que el despido era por causas disciplinarias.
ID: ¿Cómo te sentiste después de esto?
T: Me cuesta mucho hablar de ello... Es como triste, me pasó en octubre, pero todavía me cuesta sacarlo todo. Es difícil porque te haces un vínculo con la familia y sobre todo con la niña que la vi crecer, todo... y después te tratan así, yo no entendía nada... no me dejaron ni despedirme de ella. Yo no hice nada malo por afiliarme a un sindicato, sólo intentaba resolver dudas que la Agencia nunca me contestaba. Y ahora parece que la empresa me ve como un ’peligro’ por el simple hecho de intentar que se respetaran unos mínimos derechos.
Me sentía muy sola, no podía hablar con otras compañeras que trabajasen en Cocinelle. Yo no sé cómo funciona en otros sitios, pero aquí la Agencia no daba ninguna facilidad para conocernos con las otras compañeras. Supongo que no quieren que hablemos entre nosotras, no vaya a ser que nos organicemos y seamos un problema.
ID: ¿Antes de que ocurriera todo esto la familia estaba contenta contigo?
T: Sí, y de eso hay constancia, porque la agencia estaba constantemente monitorizando la relación entre la trabajadora y la familia. Si no estuvieran contentos conmigo no me hubieran ampliado el contrato, ni me hubieran dejado pasar tantas horas con la niña. Además, a ellos les gustaba que yo hubiera trabajado como maestra en mi país, eso les daba confianza. Pero después no reconocieron todo el trabajo que hice con la niña, ni los días que me quedé hasta tan tarde.
ID : ¿Cómo está la situación ahora? ¿Cómo actuáis mediante el sindicato?
Pues denunciamos a la empresa y a la familia por despido improcedente y estamos reclamando a Cocinelle la reubicación a otro puesto de trabajo con otra familia. Además, aún tienen que devolverme el dinero del último mes que trabajé allí y de mi finiquito, porque después de todo el tiempo que pasó aún no me lo han pagado.
Por ahora estamos pendientes del juicio, pero no es hasta diciembre. Ya hicimos una conciliación, pero sólo vino un representante de la familia, la Agencia ni se presentó. Hasta ahora también hemos ido haciendo otras acciones como concentraciones delante de la puerta de Cocinelle, en las que también se solidarizaron otros colectivos.
Pero por si no fuera poco, ahora la empresa nos está amenazando en denunciar al sindicato por estar, según ellos, ’difamando’ que es una agencia explotadora y nos dice que no tienen ninguna intención de reubicarme.
ID: ¿Cómo crees que afecta el hecho de ser mujer e inmigrante al haberte tenido que adaptar a condiciones de trabajo tan precarias?
T: Claro, afecta y mucho... yo en mi país trabajaba como maestra, pero mi título no es válido aquí. Para tener que homologarlo es muy complicado, cuesta tiempo y dinero. Mientras tanto tienes que vivir y para vivir tienes que adaptarte a este tipo de faenas. Y estas agencias se aprovechan ofreciéndote condiciones y sueldos tan malos, porque saben que lo vas tener que aceptar. La mayoría de personas que trabajan en eso somos mujeres extranjeras, y muchas no tienen ni contrato.
ID: ¿Crees que toda la lucha que estás desarrollando puede servir a otras mujeres que trabajan en este sector?
Cuando trabajas en esto, te ves sola, muy sola... no tienes contacto con más gente. Y por eso al principio me costó dar el paso, llevar todo a la lucha sindical, arriesgarme y empezar a ser una cara visible. En el mismo sindicato no había otras mujeres afiliadas que trabajasen como empleadas domésticas, yo fui la primera.
A pesar de este mal trago que he vivido, lo lindo que encontré aquí es el haber conocido a muchas personas que han estado dispuestas a ocupar su tiempo en escucharme y ayudarme ¡Eso te da fuerza! Y empiezas a pensar, hablar con otra gente, a buscar más información y darte cuenta que hay mujeres que trabajan en las mismas condiciones o peores que las mías. Empiezas a ver que no es sólo un problema tuyo y que toda esta lucha puede servir para que otras mujeres también se atrevan a contar su experiencia y a querer cambiar las cosas.