Las calles de la capital Tel Aviv fueron tomadas por decenas de miles de manifestantes que exigen la salida inmediata de Benjamin Netanyahu del poder. La marcha, ocurrida en la plaza en la que fue asesinado y lleva el nombre del líder laborista que firmó el Acuerdo de Oslo, Isaac Rabin, reunió un amplio espectro de sectores. Participaron desde pacifistas, ecologistas hasta antiguos jefes y oficiales del Mossad, el servicio secreto israelí.
Miércoles 11 de marzo de 2015
El objetivo de las fuerzas políticas allí presentes fue atraer los votos de las elecciones que ocurrirán el 17 de marzo, e impedir que Netanyahu obtenga el tercer mandato consecutivo desde 2009, que se suman a los de primer ministro que ejerció de 1996 a 1999. La consigna central de la marcha era “cualquiera puede ganar, menos Bibi”, sobrenombre del actual primer ministro.
La prensa estimó una participación al acto de entre 26 y 40 mil personas. Uno de los organizadores de la manifestación fue la ONG “Un millón de manos”, que defiende la reanudación de las negociaciones con los palestinos. Pero varias otras vertientes políticas actuaron. Se veían también en el acto grandes carteles de los partidos Meretz, de inspiración pacifista que defiende la política de dos Estados, uno palestino y uno israelí, y de la Unión Sionista integrada por el Partido Laborista y por el Hatnuah, partido liberal de centro. La plataforma adoptada por la Unión Sionista tiene como objetivos fundamentales lograr un acuerdo con los palestinos, evidentemente a favor de los israelíes, pero con una política menos basada en la guerra que la que lleva adelante el partido Likud de Netanyahu, además de profundizar las relaciones con los “Estados árabes moderados” y con Estados Unidos. El Hatnuah, otra fuerza política que integra la coalición liberal Unión Sionista, es comandada por Tzip Livni, ex integrante del Mossad y que en otro momento también formó parte del Likud de Ariel Sharon, partido de Benjamin Netanyahu y de quien también fue aliada.
Otro elemento que hace más indefinido aún el panorama electoral israelí es que por primera vez en años, partidos árabes israelíes se presentarán en una lista unitaria, que reúne al partido árabe-judío Hadash y los tres árabes Balad, Ta’al y la Lista Árabes Unidos. Los árabes israelíes constituyen el 20 % de la población del país, y son tratados como ciudadanos de segunda categoría, sin el usufructo de una serie de derechos que son reservados a los judíos. El frente es, en palabras del líder del partido Ta’al, Ahmed Tibi, una advertencia colectiva de la minoría árabe “a todos los racistas”.
El significado de la manifestación
Es evidente que no se puede esperar una resolución favorable a los intereses palestinos más profundos viniendo de tales sectores del establishment israelí, como el representado por Tzipi Livni, que protagonizó numerosos ataques a los palestinos. Sin embargo, es un síntoma de significativa importancia que el clamor por cambios en la política israelí se haga oír en las calles. Se trata de una respuesta a la creciente sensación de inseguridad que los israelíes sienten tras el recrudecimiento de la polarización regional con la expansión del Estado Islámico, las dificultades en las que se encuentran los regímenes árabes moderados y aliados del imperialismo, y el intento de una aproximación entre Estados Unidos e Irán. Pero por encima de todo, es el resultado de una percepción que comienza a ganar terreno: que la última entre las tantas guerras contra la Franja de Gaza llevada adelante en julio de 2014 que mató a miles de personas, fue un error.
En palabras del ex jefe del Mossad, Meir Dagan, la guerra fue directamente una equivocación, que puso en riesgo la existencia misma de Israel. Esa opinión repercute en diversos otros militares de alto rango del país, que tras años de ofensiva beligerante contra los palestinos, comienzan a sentir las contradicciones provenientes de la tensa e incierta situación regional que los circunda.
Por primera vez desde que el Estado de Israel perdió la guerra del Líbano en 2006, habría un cuestionamiento de esta naturaleza, con un tinte más diplomático, aún cuando estos sectores no descarten tampoco el uso de la fuerza. En aquella oportunidad, la derrota llevó a una importante radicalización hacia la derecha de la sociedad israelí, lo que fue utilizado por Netanyahu para profundizar la intensidad de los ataques militares y la orientación expansionista de los sionistas contra los palestinos. Ese auge del racismo y del apoyo de amplias capas de la sociedad israelí a la política de matanza y persecución de los palestinos tomó formas aún más aberrantes recientemente. Episodios como el “cine de Siderot”, en que israelíes asistían desde la frontera el bombardeo a los palestinos en Gaza como si fuese una entretenimiento, o incluso las fotos de niños israelíes grabando mensajes de “saludos desde Israel” en los misiles utilizados en los ataques, conmocionaron al mundo.
Aun cuando parte de los movimientos pacifistas hayan adherido al movimiento que tomó las calles en Tel Aviv, los cuestionamientos a Netanyahu también incluyen a sectores que no buscan rever la política beligerante de Israel contra los palestinos de conjunto, sino solo abogan a que sea ejecutada en forma más hábil. En el diario israelí Yediot Aharonot, Yuval Diskin, ex comandante de la Shin Bet, fuerza de contraespionaje en el exterior, afirmaba que la política de Netanyahu para Iran fue incapaz de imponer limites al desarrollo del programa nuclear de ese país, y que su discurso en Estados Unidos no fue más que una “cortina de humo”.
Yuval Diskin criticó el reciente viaje de Netanyahu a Estados Unidos, donde el jefe de gobierno israelí emitió un discurso apoyado por los miembros del Partido Republicano norteamericano, en una sesión conjunta del Congreso de ese país, en el que condenó la política adoptada por Obama en relación a Israel. El presidente norteamericano no estuvo presente y prefirió reunirse con sus pares europeos en ese mismo momento. El discurso de Netanyahu evidenció que las relaciones entre su gobierno y la administración Obama no pasan por un buen momento, aun cuando la alianza estratégica entre los dos países no esté en cuestión. No se puede descartar que la administración Obama busque actuar como apoyo velado para las iniciativas del Meretz y Hatunah contra Netanyahu. Eso podría tener un importante impacto en los resultados electorales israelíes.
Medio Oriente, caldera de inestabilidades e incertidumbres
Este nuevo interrogante al interior del principal aliado regional de Estados Unidos, el Estado sionista de Israel, se suma al complejo escenario en el que se encuentra Medio Oriente. De un lado está el Estado Islámico, que ocupó diversas regiones de Siria e Irak, en donde no contento con matar y oprimir a los pueblos que ahí viven, ha destruido reliquias de las civilizaciones antiguas consideradas tesoros históricos de la humanidad. De otro está la ofensiva imperialista protagonizada por Estados Unidos y sus aliados, como Egipto y más recientemente el Líbano, con la excusa de combatir al Estado Islámico.
En el plano geopolítico, siguen las tensiones sobre el intento de aproximación de Estados Unidos a Iran, con negociaciones alrededor del programa nuclear del país persa, pero cuyo objetivo de fondo es contar con el apoyo del régimen iraní para lidiar con las contradicciones regionales abiertas, como en Irak y con el Estado Islámico. Sin embargo, las incertidumbres de ese diálogo obligaron al secretario de Estado norteamericano John Kerry a realizar una reunión de emergencia con sus aliados regionales históricos, como Arabia Saudita, Qatar, Bahrein, Emiratos Árabes y Omán, para asegurarles que no se está efectuando un cambio de alianzas estratégicas a favor de Irán.
Cómo solucionar el problema entre Palestina e Israel
Más allá de las cuestiones referentes a los conflictos con los palestinos, hay también demandas de la población israelí por viviendas y servicios básicos que se vienen deteriorando. Pero por más que la cúpula del propio establishment israelí esté capitalizando esta insatisfacción, el conjunto de esos elementos demuestra que hay un desgaste de la política representada por Benjamin Netanyahu. Más importante aún, hay una sensación de inseguridad creciente al interior del Estado de Israel que a lo largo de las últimas décadas profundizó los niveles de racismo y beligerancia de la sociedad para seguir existiendo.
Sin embargo, la demarcación definitiva de las fronteras defendida por aquellos que depositaron sus esperanzas en una política de dos Estados, uno palestino y otro israelí, no puede terminar con los conflictos existentes. Tampoco es creíble que las ofensivas contra el pueblo palestino cesarán con la elección de organizaciones como la Unión Sionista. Hay que garantizar el derecho de retorno a todos los refugiados palestinos expulsados de sus tierras y avanzar hacia la instauración de una Palestina obrera y socialista en la que puedan convivir en paz árabes y judíos.