El sábado 19 tuvo lugar la reaccionaria “Marcha por la vida”. Miles de personas se manifestaron en una “contra marcha”, por el derecho irrestricto al aborto y por la auto-determinación sexual.
Jueves 24 de septiembre de 2015
FOTO: Wladek Flakin, Berlín
“Iglesia, ¡fuera de mi vagina!”, estaba escrito en uno de los cientos de afiches contra la “marcha de la vida” que reunió a cinco mil reaccionarios que pretender decidir sobre el cuerpo de las mujeres.
Desde 2008, misóginos clericales han organizado esta “marcha” para restringir el derecho -ya de por sí restringido- al aborto en Alemania. Los manifestantes suelen ser cristianos fundamentalistas, sectores de la derecha de la CDU, militantes del partido xenófobo y anti-euro Alternativa para Alemania (AfD) y las racistas y antifeministas del movimiento islamófobo y derechista Pegida.
La manifestación estuvo “coloreada” por pancartas con demandas como “No a la eutanasia y el aborto” y discursos que compararon cínicamente los abortos con los miles de muertos en las fronteras europeas.
Sin embargo, otras 3.000 personas se manifestaron en contra de los autoproclamados “protectores de la vida”. Dos plataformas convocaron a movilizarse y particiar de los bloqueos, contra la marcha reaccionaria. La alianza por la autodeterminación sexual, dominada por partidos y ONGs y la alianza “What the fuck”, que organizó una marcha antifascista y queer-feminista.
Mujeres de Pan y Rosas, la Juventud Comunista Revolucionaria (grupo RIO e independientes) y Revolution, formaron un bloque y participaron juntos de los bloqueos y la protesta bajo el lema “Educación sexual para decidir, Anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”. Gracias a esta protesta, los clericales y “pro vida” no pudieron ni siquiera marchar la mitad de su ruta planeada, ya que fueron bloqueados durante una hora, interrumpiendo su “misa” misógina.
Hubo 900 policías presentes para defender la “marcha de la vida”, que reprimieron a los manifestantes de la contra marcha. Cuando éstos fueron atacados con gases lacrimógenos y golpes, gritaron “¿dónde estuvieron en Heidenau?“, aludiendo a los desmanes racistas durante dos días en la ciudad sajona, sin intervención policíaca. Se produjeron varios heridos y decenas de detenciones.
El mismo Estado que ataca a los que luchan por el derecho irrestricto al aborto, sostiene las leyes discriminatorias contra las mujeres. El aborto en Alemania no es ni legal ni gratuito. El “tiempo de espera” obligatorio que se les impone a las mujeres antes de abortar parece un chantaje. La iglesia todavía tiene una gran influencia en los planes de estudio en los colegios. Y no solo eso: la mayoría abrumadora de las mujeres tienen que ocuparse de las tareas reproductivas como la crianza de los niños o el trabajo doméstico de manera gratuita porque no hay suficiente cupo en las guarderías, con sueldos insuficientes en el sector del trabajo educacional. En esta contexto, la “libre decisión” a favor o en contra del embarazo es una ilusión.
En el marco de la crisis actual de la Europa capitalista, no solo en Alemania sino en toda Europa se redoblan ataques contra las mujeres y las personas LGBTI. El gobierno español recientemente restringió el derecho del aborto para las menores de edad. El año pasado intentó imponer una legislación sobre el aborto mucho más restrictiva, pero un movimiento de masas logró impedir el ataque. En Francia, la homo y transfóbica “mani para todos” moviliza desde 2012 a derechistas y clericales contra modelos diferentes a la “familia de hombre y mujer”.
Contra esta ola reaccionaria empezaron a crecer formas de un nuevo movimiento de mujeres también en Alemania. Manifestaciones en el 8 de marzo, las “slutwalks” (“marcha de las putas”) y las protestas contra los autodenominados “protectores de la vida.” Estas manifestaciones, con gran protagonismo de mujeres jóvenes y LGBTI son militantes y tienen mucha fuerza. Pero para atacar a fondo el sexismo y las leyes misóginas – la división del trabajo sexual capitalista – es necesaria una perspectiva clasista. En los últimos meses hubo varias muestras en ese sentido, como el apoyo de organizaciones feministas a la huelga en las guarderías. Junto con la organización Pan y Rosas planteamos la necesidad de un feminismo clasista para forjar esta perspectiva.