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Red Internacional
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JUVENTUD. "Mirar morir": Un reclamo de memoria

Al menos medio año después de que el documental dirigido por Coizta Grecko y escrito por el periodista Témoris Grecko –Mirar morir- fuera proyectado en un estacionamiento abarrotado del Centro Cultural Universitario de la UNAM en el 2015, se exhibe en las salas de la Cineteca Nacional.

Viernes 29 de abril de 2016

Con cuánto retraso nos llega esta necesaria película. Antes, la reaccionaria (que además costó cincuenta veces más) cinta dirigida por Raúl Quintanilla, La noche de iguala, se exhibió no sólo en los circuitos comerciales sino en la misma Cineteca.

Mirar morir opta por el relato periodístico, pero el periodismo de investigación. No sólo pone ante el espectador una serie de comentarios articulados sobre una serie de cuestiones, sino que a través de él articula un documento histórico, reclama para sí la memoria de lo que propiamente no puede contarse.

Es testimonio de lo que el transcurso de los días quisieran olvidar, da palabra a aquellos que justamente deben decir algo, a los sobrevivientes. Pero de la misma manera, no se centra en el acontecimiento preciso de Ayotzinapa: opera una precisa y rigurosa demostración de las implicaciones del ejército mexicano en las desapariciones forzadas y de su colusión con el crimen organizado desde los años de la guerra sucia hasta hoy en día.

Al final, aquello que está en disputa es la “verdad histórica”. Ésta no solo busca establecer un decurso necesario de la historia, sino anular la singularidad de aquellos que han sido excluidos de su narración. Ya el extraordinario documental de Rafael Rangel –Un día en Ayotzinapa- había decidido que la política en el cine era mostrar aquello que en lo cotidiano acontecía en la escuela. Para deslindarse de la victimización telenovelesca, los mítines y las manifestaciones no eran sólo el objeto de la imagen cinematográfica: dar un rostro a aquellos que han desaparecido era insertarlos en la vida diaria.

La efectividad de Mirar morir se decide en su afán reconstructivo, en su articulación los fragmentos dispares del acontecimiento para construir otra memoria posible. Por todo ello, es una película que nos concierne. Como el recién salido informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), es un documento de la barbarie en México. Hace patente en ella la herida abierta en la sociedad y la historia. Y de aquella surge la esperanza, esperanza de una justicia que está aún por venir.

No obstante la discusión sobre la impartición de la justicia queda pendiente. ¿Cómo hacer justicia a los vencidos y a las víctimas? La tesis de la película -que “El Ejército miró morir a sus jóvenes compatriotas”- parece sugerir que la justicia aún tiene cabida en el Estado. ¿Es verdad que el ejército simplemente mira morir? ¿Lo mejor hubiera sido que éste interviniera? Deberíamos hacer una interrogación acerca del mirar a partir de esta película. ¿Quién mira morir? ¿Qué se mira en cada caso? ¿Hay un sujeto de la mirada? Y si lo hay, ¿de quién se trata? ¿Para salir de la encrucijada en la que se encuentra el país, la clave es, como señala el informe del GIEI la “fortalecimiento del Estado de derecho y de la defensa y el respeto por los derechos humanos”?

Quizá la tarea pendiente para el movimiento sea promover otra utopía que la de los derechos humanos, una esperanza de otro tipo. En la medida en que el estado de excepción se convierte en regla, nos concierne desarrollar una política por fuera de la mera confianza en el Estado, aunque sea en un futuro.

Es momento de hacer carne viva la consigna #FueElEstado y luchar por terminar con su democracia barbara y asesina, con un sistema que nos oprime, asesina, desaparece y precariza nuestra vida.