Días de incertidumbre en Bolivia tras el golpe cívico-policíaco que obligó, el domingo pasado, a Evo Morales a renunciar a la presidencia, después de unas elecciones cuestionadas y reñidas y del amotinamiento de la policía en casi todo el territorio boliviano.

Yara Villaseñor Socióloga y latinoamericanista - Integrante del MTS - @konvulsa
Viernes 15 de noviembre de 2019
La derecha cívica, con apoyo de las Iglesias y los barones del agrobusiness, ha tomado las calles y ya controla Santa Cruz, abriendo una dinámica golpista que comienza a desarrollar elementos de guerra civil tras los enfrentamientos entre la derecha y la población resistente al golpe.
La política conciliadora del Movimiento al Socialismo (MAS), de donde surgió Evo morales, busca “enfrentar” a la derecho golpista con el diálogo y la negociación en condiciones de cada vez mayor debilidad, esperando la intervención de la Organización de Estados Americanos (OEA, vocera de los intereses del imperialismo) argumentando querer “evitar derramamiento de sangre”. Esta posición fue retomada por Central Obrera de Bolivia (COB), que expresó su apoyo a la renuncia del ex presidente.
Las fuerzas armadas ya patrullan La Paz y las principales ciudades tomando las funciones de la policía para imponer su "gobernabilidad", fortaleciendo el ambiente reaccionario de la situación y complejizando el juego político para que el MAS, siendo un interlocutor cada vez más debilitado, pueda acordar una salida pacífica al conflicto con los golpistas. Esto ya se expresa en la jornada represiva sobre la que se impuso la autoproclamada presidenta Jeanine Añez.
A pesar de esto, comienzan a expresarse fenómenos de resistencia, bloqueo de campesinos a las principales arterias que comunican las ciudades, en particular la capital, o las movilizaciones en la ciudades de La Paz y El Alto, con bloqueos y fogatas por todas partes, así como el posicionamiento de sectores sindicales como los mineros, el de grupos feministas y de mujeres repudiando la ofensiva de derecha son ejemplo de esto, o los reclamos del cabildo realizado afuera de la Universidad de El Alto que exige la restitución y respeto a la Wiphala y la renuncia de la nueva presidenta.
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Sin embargo, el desarrollo de estos elementos combativos choca con la política de las direcciones sindicales, fuertemente corporativizadas durante los gobiernos del MAS, que no levantan una política de autoorganización para que sean los y las trabajadoras del campo y la ciudad quienes decidan el rumbo de la lucha y discutan cómo poner en pie comités de autodefensa para enfrentar el golpe.
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Mientras tanto, Morales viajó a México aceptando la oferta de asilo político brindada por el el presidente López Obrador y por su secretario de Relaciones Exteriores Marcelo Ebrard. Su viaje debilita objetivamente la resistencia al golpe y a la represión que encarna su base social y un grueso de la población indígena y trabajadora del campo y la ciudad, harta del racismo y la explotación.
Un progresismo que dista mucho de los gobiernos posneoliberales
Los y las socialistas del MTS defendemos un derecho democrático elemental como el derecho al asilo, otorgado por el gobierno mexicano a perseguidos políticos del franquismo, las dictaduras del cono sur o al propio dirigente revolucionario León Trotsky.
Sin embargo, esta línea diplomática es altamente política y busca perfilar al gobierno de Morena como expresión de un gobierno progresista, pero a destiempo y por fuera del “ciclo progresista” de los gobiernos posneoliberales. Dista mucho de la retórica “del buen vivir” o del “socialismo del siglo XXI” que confrontaba -por lo menos en el discurso al imperialismo, cuestión en la que la 4T ha demostrado estar a derecha.
López Obrador ha mantenido una línea de subordinación y colaboración para continuar las políticas de expoliación, despojo y precarización laboral impuestas con la bota militar al servicio de los intereses de las empresas y gobierno yanquis, ocultándose tras un respeto diplomático y una actitud dialoguista.
No se diga en relación a la política migratoria de Trump, ante la cual el gobierno del Morena ha cumplido con creces las exigencias de convertirse en los hechos en un “tercer país seguro” y hacer el trabajo sucio de la migra yanqui reprimiendo migrantes con el ejército y la Guardia Nacional.
Además, la reivindicación edulcorada de AMLO, el Morena y sus intelectuales de los gobiernos progresistas, no menciona -no por accidente- las políticas de extractivismo y despojo impuestas con mano dura y profundizadas durante los gobiernos de Evo, Chávez, Maduro, Roussef y los Kirschner, derivados de sus modelos económicos basados en el boom de las materias primas de la primera década del siglo.
Tampoco cuestionará la política de precarización laboral desprendida de los guiños políticos que dichos gobiernos hicieron con las burguesías nacionales, contando con el aval de la derecha regional y las Iglesias católica y evangelista, mismas que hoy se encuentran tras el golpe en Bolivia, o la crisis política que se mantiene en Venezuela.
Hacia afuera, AMLO busca aparecer como la cabeza de un gobierno democrático que puede jugar como interlocutor entre las aspiraciones de los pueblos y trabajadores cansados del neoliberalismo y los intereses del imperialismo.
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¡Viva el internacionalismo obrero!
En primer lugar, es indispensable un llamado a los sindicatos que se reivindican democráticos, para que convoquen a la movilización en repudio al golpe en Bolivia, promovido por el gobierno de Trump y los organismos internacionales.
Las y los trabajadores del campo y la ciudad, junto al pueblo pobre, las mujeres y la juventud, en México y toda América Latina tenemos un cita de honor para desplegar la solidaridad activa con el pueblo boliviano, contra el golpe y la ofensiva reaccionaria en la región, con la perspectiva de poner en pie, en Bolivia, una Asamblea Constituyente Libre y Soberana donde la población decida la mejor forma para resolver todas sus problemáticas poniendo por delante los intereses de los sectores populares sobre el de los empresarios y el imperialismo.
En segundo lugar, las organizaciones obreras y sindicales en México deben, además, retomar el ejemplo de lucha y movilización de la clase trabajadora boliviana y del conjunto del continente que hoy se moviliza contra los gobiernos neoliberales, los empresarios y el imperialismo, como en Chile, Haití o Colombia, recuperando nuestros métodos de lucha como el paro y la huelga general y recreando el potente internacionalismo proletario que siembra pánico entre las burguesías.
En todo el continente, la lucha contra el capital y el imperialismo estadounidense es la lucha contra el capital: es una sola. Y nos corresponde combatir todo prejuicio racial que divida a nuestra clase, repudiando el racismo y la represión contra nuestros hermanos y hermanas migrantes en todo el continente.
Por último, la juventud debe levantar en alto esta bandera internacionalista, aprendiendo de los combates de estudiantes secundarios (bachillerato) y universitarios, plebeyos y precarizados que, como en Chile, luchan contra un presente de explotación, pues somos una generación unida por la pérdida de todo derecho y, con esto, del miedo por enfrentar la represión y tortura de los capitalistas y sus gobiernos.
Las mujeres, además, debemos recuperar las experiencias de huelga internacional de mujeres, con las trabajadoras al frente, para fortalecer la resistencia de nuestras bolivianas y chilenas que hoy soportan la represión de sus gobiernos y la tortura sexual.
Al servicio de esto, el MTS y las agrupaciones que impulsamos junto a estudiantes, mujeres y trabajadorxs independientes nos organizamos en nuestros centros de trabajo y estudio, formando comités de solidaridad con Bolivia y Chile, con todas las luchas en América Latina y el mundo, contra los intereses de los capitalistas y con la perspectiva de cambiarlo todo de raíz, para acabar con esta sociedad de clases y este mundo de explotación y miseria.