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Mujeres, trabajo y reproducción social

Joss Espinosa

Mujeres, trabajo y reproducción social

Joss Espinosa

Ideas de Izquierda

Participación de Joss Espinosa en la mesa 2: Teorías criticas y feminismos ante la crisis capitalista y de reproducción social de las Jornadas Marxismo 2023.

Dentro de los múltiples debates reabiertos ante la emergencia del movimiento de mujeres, se encuentra aquel que hace a la discusión en torno al trabajo y la reproducción social, este debate trae aparejado no sólo las incógnitas en torno a cómo se cruzan dichas esferas, sino que también conduce a las preguntas sobre cómo acabar con esa condición de opresión/explotación de las mujeres, la pregunta por los sujetos de emancipación y el debate de estrategias dentro del feminismo; junto con esto, también el debate sobre la disociación entre los movimientos obreros y el movimiento de mujeres así como sus demandas.

Feminización de la mano de obra

Para empezar, hay que partir de señalar las grandes transformaciones que ha tenido el mundo del trabajo en las últimas décadas. Estamos en un momento en el que se muestra de forma clara que la clase trabajadora está cada vez más feminizada, y diversificada (sin contemplar otras opresiones que la cruzan, como la composición migrante, por ejemplo).

Más allá de las diferencias que se muestran en torno a la feminización de la mano de obra en diversas latitudes, hay rasgos en común de todas ellas. Por un lado, que la entrada al mundo laboral de las mujeres se dio en condiciones muy precarias, y por otro que la entrada de las mujeres al trabajo se dio en nichos que hacen a la extensión de la reproducción social (escuelas, salud, servicios, etc)

Para bajar al ejemplo concreto de México, para el cierre del 2022 la tasa de la fuerza laboral femenina era del 45 %, recién recuperando los índices prepandemia, pues en 2020 cayó al 40.7 %. Estamos ante un escenario en el que el 40 % de la mano de obra a nivel nacional está compuesta por mujeres.

Si pensamos en los índices de precarización nos arrojan que el 56 % de las mujeres trabajan en la informalidad, 38.76 % gana un salario mínimo o menos, y el 29.9 % gana entre 1 y 2 salarios mínimos. 59.89 % no cuenta con seguridad social. Esto tiene como resultado que a nivel nacional se estima que persiste una brecha salarial del 14 %, esta brecha es mucho más notoria en las mujeres que están en edad reproductiva, es decir, aunque las mujeres puedan equiparar los salarios de los varones en primeros años de empleo, esta brecha se engrandece en medida que las mujeres deciden ser madres.

La brecha salarial se explica de diversas formas, no solo implica que las mujeres por el mismo trabajo ganan menos que los hombres sino que a ello se suma que las mujeres que deciden tener hijes se ven imposibilitadas a ascender, o por otro lado, los puestos que son dedicados de forma “natural” a las mujeres son los más precarios.

La maquila

Uno de los ejemplos de los gremios altamente precarizados y feminizados históricamente es la maquila. Desde mediados de la década de los sesenta con el Plan de Industrialización Fronteriza (1966), en México comenzó la entrada de la Industria Maquiladora de Exportación, principalmente en la frontera norte.

La maquila es la manufactura parcial, ensamble o empaque llevado a cabo por una empresa que no es la fabricante original, es decir, desde su creación, la maquila está hecha como sector de la producción que se implementa para abaratar costos de manufactura, dicho ahorro en los gastos de producción se da sobre todo en el abaratamiento de la mano de obra, a esto se suma la localización de dicha industria en la frontera, que facilita los tiempos y costos de traslado de los productos de la maquila. Las ventajas económicas que la producción en territorio mexicano generó sentaron las bases para la firma del TLC, lo cual terminó por potenciar a la industria maquiladora durante los 90s.

La maquila tiene una composición altamente femenina, esto explicado por los fenómenos de migración en las ciudades fronterizas, en donde son muchas veces los varones quienes migran dejando a madres solteras o mujeres jefas de familia que tienen que buscar un ingreso, las patronales maquiladoras buscaban mano de obra femenina, escusandose, en las habilidades manuales que estos adjudican a las mujeres (manos delgadas, mayor agilidad manual) para sacar provecho de sus necesidades económicas, en tanto que desde el inicio era mano de obra más barata, lo que permitía incluso imponer la competencia entre hombres y mujeres al interior de la maquila, y presionar el conjunto de salarios a la baja. Esto explica que entre 1960 y 1990 las mujeres constituían 80 % de la fuerza laboral de las maquilas, actualmente representan el 70 %. Y en la maquila es uno de los gremios donde se expresa más la brecha salarial, siendo del 23 %.

La expansión de la maquila, como fuente de empleo para miles de trabajadores de la frontera, funcionó, incluso antes del auge del neoliberalismo como laboratorio económico del capital y con ello de la precarización en donde la explotación de la mano de obra femenina tuvo un lugar privilegiado desde el inicio. La emancipación femenina en el terreno económico, en un contexto de profunda descomposición social, generó que la ruptura del mandato patriarcal fuera prontamente castigado, imponiendo nuevas formas de disciplinamiento para impedir la emancipación en otros planos. En medio de formas aisladas de violencia como violencia intrafamiliar, asaltos, violencia sexual comenzaron a operar redes de trata vinculadas a la burguesía nacional y del otro lado de la frontera, que encontraron en el tráfico de mujeres una de los negocios ilegales más redituables, mismas que operan incluso en coalicion con gobiernos locales. El feminicidio es un fenómeno que inició en Ciudad Juárez, pero que rápidamente se expandió a otras zonas donde se replicaba ese caldo de cultivo entre la precarización, la militarización y la violencia, no solo a nivel nacional, sino internacional, como el caso de Honduras o Guatemala.

Trabajo y reproducción social

La pandemia mostró la crisis de reproducción social, pues los trabajos asalariados de dicha esfera son los más precarizados y que han estado permanentemente bajo ataque de las patronales, sea que se trate de patronales privadas, o por el ataque que representó al sector público de esos gremios en el neoliberalismo. La crisis de reproducción social representa un golpe directo a las condiciones de vida de las mujeres, por una doble vía. Por un lado, para aquellas que trabajan en esos gremios, las condiciones laborales son cada vez más precarias, sea por la vía de reducciones salariales, o por la exigencia de las patronales de hacer más con menos, atender más usuarios o tener pocos recursos para realizar sus labores.

Por otro lado, porque al aminorarse la cantidad de servicios que tendrían que estar garantizados por el Estado (escuelas, hospitales, guarderías), estas tienen que ser cumplidas por las mujeres en el seno de la familia, representando dobles o triples jornadas laborales.

Por un lado está el trabajo de reproducción que se realiza en el ámbito público que, como ya señalaba, una de las características que tomó la feminización de la fuerza laboral tiene como rasgo común que la participación de las mujeres se dio en nichos que representan tareas de reproducción social asalariada, las escuelas hospitales, limpieza, servicios, sobre todo en aquellos más precarios, por ejemplo aunque en el conjunto del sector salud son casi el 50 %, en el caso de enfermería en particular representan el 79 % las mujeres, en el caso de la docencia representan el 69.9 %.

Por otro lado el que se realiza en el ámbito privado, en los hogares de forma gratuita por las mujeres (llamado también trabajo doméstico o de cuidados), este trabajo garantiza tres aspectos: 1) regenerar la fuerza de trabajo, para reponer al trabajador o trabajadora que implican una serie de tareas de cuidado en un sentido amplio 2) el mantenimiento vital de las personas “no productivas” niñes, adultos mayores, y personas que no son funcionales para el sistema capitalista y 3) la producción de una nueva generación de trabajadoras y trabajadores (una producción generacional). Históricamente se ha configurado como un trabajo que recae en su gran mayoría en las mujeres (trabajen o no fuera de casa), del 100 % del tiempo destinado al trabajo reproductivo los hombres destinan el 28 % mientras que las mujeres destinan el 73 %.

Lise Vogel señala que hay una contradicción intrínseca en la manera en la que el capitalismo organiza la reproducción social: por un lado, necesita que las mujeres entren al mercado laboral, pues es mano de obra explotable, pero por otro, necesita que ese trabajo de reproducción se siga realizando en el ámbito privado.

Aportes del marxismo para una visión sobre el Trabajo Reproductivo

Diversas corrientes feministas han criticado al marxismo y sobre todo a Marx en torno a que no se desarrolla lo que hace al TR, aunque Marx es enfático en decir que este es crucial para la reproducción de la vida y la mano de obra y desarrolla algunos aspectos al hablar del “consumo individual”, no hay un desarrollo de lo que hace al TR, aunque hay una larga tradición de marxistas que han señalado la importancia que este tiene, y como, para pensar en la emancipación de la humanidad, es indispensable desaparecer el trabajo reproductivo del núcleo familiar. Sin embargo hay lecturas que señalan que al nombrar al TR como improductivo implica una desvalorización del mismo; lo que se quiere resaltar con eso es que es un trabajo que no produce plusvalía, en tanto que, aunque produce valores de uso, no produce valores de cambio, y no está atado a los ritmos capitalistas de producción y no puede reducirse a tiempo de trabajo socialmente necesario; esto no implica quitarle importancia ya que de él dependan la reproducción de la mano de obra como ya señalamos.

Lo que nos permite señalar las contradicciones entre el trabajo productivo y el trabajo reproductivo desde la óptica marxista, es que, aunque existen relaciones de dominación en el seno de la familia, y son sobre todo los varones quienes tienen un beneficio de que el TR recaiga sobre todo en la mujeres, en última instancia, el beneficio económico es para el capitalista, en tanto que, detrás del salario (con el cual se paga no lo que se produce, sino lo suficiente para el mantenimiento de la mano de obra del trabajador o trabajadora) se oculta no solo la plusvalía sino el trabajo reproductivo que se dedica al sostenimiento de la fuerza de trabajo; un salario mínimo no alcanzaría para pagar a alguien por realizar las tareas que se realizan de forma gratuita por las mujeres en el ámbito privado.

Pensar entonces, el trabajo reproductivo, no como una esfera aislada, sino en la dinámica de producción capitalista, nos permite tener una lectura en la que el patriarcado no es independiente al capitalismo, no son dos sistemas aislados que operan por separado, sino que hablamos de un sistema capitalista patriarcal que se basa en la explotación de una clase sobre otra, y que este cruzado intrínsecamente por la opresión patriarcal. Desde esta lectura, se desprende la necesidad de recuperar una perspectiva anticapitalista para dar una salida a la opresión de las mujeres, y como señalamos las feministas socialistas, no podemos pensar al género por fuera de la clase.

Sujetos y hegemonía obrera

Esto nos lleva a una última discusión con la que quiero cerrar lo que hace a los sujetos y la relación entre el movimiento de mujeres y el movimiento obrero.

Es indiscutible que estamos ante la emergencia de un potente movimiento de mujeres, que ha niel internacional ha logrado arrancar o defender derechos en las calles, con movilizaciones y con los llamados a paro internacional de mujeres los 8M. Esto ha sido muy importante, pues muestra la subjetividad de millones de mujeres a nivel internacional a salir a las calles a manifestarse, luego de lo que implicó a ONGzacion del feminismo en la década de los 90s que cortó con los rasgos de radicalidad que tuvo el feminismo de los 70s.

Hay quienes han señalado, que esta subjetividad que desprende el movimiento de mujeres, que sale a las calles ante las condiciones de vida, por un alto a la violencia y en la exigencia de derechos sexuales y reproductivos, puede tener un impacto en la subjetividad de franjas de la clase trabajadora, luego de lo que significó el ataque a las organizaciones obreras en décadas de neoliberalismo. Y para eso es importante preguntarnos como podemos hacer para tejer alianzas entre esas luchas que están hoy en el escenario a nivel internacional. Algo que es muy importante, como vincular las luchas contra la opresión y contra la explotación.

La propuesta de regresar al marxismo para analizar la opresión a las mujeres nos permite por un lado analizar como es que se entroncan esas opresiones con la explotación, pero también nos brinda una salida para no solo resistir ante la violencia y la degradación de la vida de las mujeres y del conjunto de la clase trabajadora, sino apostarnos a transformar el mundo de raíz.

Iniciaba mi exposición expresando las transformaciones que ha tenido la clase trabajadora, y la creciente feminización de la misma, no de forma casual, sino porque ello muestra que, de inicio, es ficticia la división entre las demandas de la clase trabajadora y de las mujeres. En tanto que, la clase es determinante para pensar la opresión hacia las mujeres, dado que, quienes padecen la falta de derechos y la violencia, son precisamente las mujeres de la clase trabajadora. El único sector que se beneficia de mantener y profundizar las divisiones entre la clase trabajadora es la clase capitalista, pues ello le permite mantener la explotación apoyándose de la opresión hacia las mujeres (o la opresión a otros sectores). Reconocer el cómo se desarrolla la contradicción entre producción y reproducción bajo el sistema capitalista, ayuda a pensar como articular las demandas de esos sectores, impidiendo que las divisiones que impone el capitalismo (y de las cuales se beneficia) se profundicen, y por el contrario, se conjuguen en la lucha contra el sistema que las sostiene y genera.

De ahí que, una de las apuestas tendría que ser enfrentar esas divisiones, lo que implica un combate a las burocracias sindicales que se niegan a retomar las demandas de las mujeres, pero también a las burocracias y direcciones de los movimientos sociales (en este caso el de mujeres) que impide que la fuerza de las mujeres abone a la lucha contra la explotación, tratando de convencer de que la salida está en los marcos del sistema, ocupando espacios o cargos de representación. Con respecto a esto último, basta mencionar la operación de cooptación que hay actualmente de cara al próximo proceso electoral de México, no es casual que las principales figuras que se presentan como candidateables sean mujeres, y que se presenten con un discurso “feminista”, desde ya que edulcorado, pero es evidente que intentan responder a uno de los sectores que ha sido la piedra en el zapato del gobierno en los últimos años, es decir, las movilizaciones de mujeres.

Esto implica también poder despejar al marxismo de la caricatura estalinista que ha sido señalada por el feminismo como “reduccionismo de clase”, pero que, sin embargo, hay que señalar que no se trata de oponer las demandas de género a las de clase, sino que precisamente esa caricatura estalinista (de la cual parte de la izquierda sigue haciendo mella) a lo que llevó fue a una visión economicista y corporativista de la clase trabajadora. Por tanto, una visión de clase, para analizar la cuestión de la mujer, debería plantear la necesidad de luchar contra las divisiones en el movimiento obrero y la lucha contra todo tipo de opresión.

Por tanto, la unidad del movimiento obrero y el movimiento de mujeres no es un mero membrete de solidaridad, sino que se convierte en un debate estratégico. Como señala Matias Maiello en su libro de la Movilización a la revolución “No se trata de contraponer “movimientos” o “identidades” a una clase obrera abstracta, aunque la ideología dominante busque por todos los medios presentarlo de esta forma. Sin la clase trabajadora organizada –y el control de sus “posiciones estratégicas”– las luchas de los “movimientos”, a pesar de la gran capacidad de movilización que han mostrado en diversos procesos, no tienen la fuerza para derrotar a los capitalistas y su Estado, pero sin los “movimientos” (de mujeres, contra la opresión racial, socioambientales, etc.), la clase obrera está condenada a la fragmentación y a reivindicar mejoras parciales solo para algunos de sus sectores más “acomodados”.”

Desde esa perspectiva, hay ejemplos históricos que ayudan a pensar cómo podríamos superar la contradicción entre la producción y la reproducción, pero baste con mencionar que, una sociedad comunista, debería no solo socializar los medios de producción sino también la reproducción de la vida. No es casual que, revolucionarios como Lenin, Trotsky, Kollontai y Zetkin, ponían como uno de los pilares de la emancipación femenina, la liberación de las mujeres del trabajo doméstico. Por tanto, la transformación revolucionaria de la sociedad pasaría no solo por acabar con las clases y la explotación, sino que ello significaría transformaciones profundas en la vida cotidiana.

Pero también hay que señalar que es impensable la liberación de las mujeres en los marcos de un sistema que se basa en la explotación de una clase sobre otra (de la cual, reitero, el 50 % son mujeres). Esto no implica un horizonte lejano, sino que, lo que pretendemos con estos espacios, es poder dotar de una perspectiva estratégica desde el marxismo para el movimiento de mujeres, que permita pensar como, aquí y ahora damos pasos en esa perspectiva, vinculando las luchas actuales a la lucha revolucionaria por una sociedad sin opresión ni explotación.


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Joss Espinosa

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