A los 81 años y tras más de cinco meses de complicaciones, una descompensación cardíaca y renal terminó con la vida del expresidente, internado en el Instituto Fleming. Aquí un repaso de quién fue y qué hizo.
Martes 9 de julio de 2019 07:57
En la noche de este lunes el Instituto Fleming del barrio porteño de Colegiales difundió un comunicado donde informaba que el expresidente Fernando de la Rúa se encontraba "en muy grave estado por una descompensación cardíaca y renal".
De la Rúa había sido internado en el Fleming el 28 de enero pasado, cuando fue trasladado desde el Hospital Austral tras permanecer allí casi un mes.
En la mañana de este 9 de julio, desde el Instituto y el propio presidente Mauricio Macri a través de sus redes sociales, informaron que quien hace 18 años renunciara a la presidencia de la nación, en medio de un país rebelado y con decenas de muertos en las calles por la represión estatal, finalmente dejó de existir. Fue a las 7:10 de la mañana.
Lamento el fallecimiento del ex presidente Fernando de la Rúa. Su trayectoria democrática merece el reconocimiento de todos los argentinos. Acompañamos a su familia en este momento.
— Mauricio Macri (@mauriciomacri) July 9, 2019
Según se informó, desde las 14 los restos de De la Rúa serán velados en el salón de los Pasos Perdidos del Congreso de la Nación y este miércoles serán sepultados en el exclusivo cementerio Memorial de Pilar.
Emblema de la crisis
El radicalismo cuenta con una historia centenaria en la vida política argentina y en las grandes crisis nacionales, jugando como uno de los partidos garantes del orden y los intereses de la clase dominante del país. Supo cosechar diferentes liderazgos. El de De la Rúa, si le vale ese calificativo, quedará asociado a uno de los momentos más críticos en la historia nacional.
Imposible borrar de la memoria del país su imagen huyendo en helicóptero de la Casa Rosada frente al descontento popular que se desató aquel 19 y 20 de diciembre, cuando la multitud ganaba las calles y plazas en distintos puntos del país reclamando “que se vayan todos”. Fue el responsable de declarar el estado de sitio aquellos días, ordenar la represión y las muertes de la crisis de 2001.
Con el fin de su gobierno terminaba aquel experimento de transversalidad que fue la Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación (UCR-Frepaso). Su gobierno aseguró la profundización del neoliberalismo que el menemismo había iniciado hacía más de una década atrás. Llevó hasta el final el plan de entrega al capital financiero internacional y de ataques al movimiento obrero y popular.
Militante radical
Fernando de la Rúa nació en Córdoba en 1937. A los 21 años ya se había recibido de abogado en la Universidad Nacional de Córdoba. Trabajó como profesor de Derecho Procesal en esa universidad, luego en Buenos Aires y en la Universidad Católica Argentina.
Comenzó su militancia desde joven en la Unión Cívica Radical. Inició su carrera política en la función pública como asesor jurídico en el Ministerio del Interior durante el gobierno de Arturo Illia y luego fue elegido senador federal por Buenos Aires en 1973. Postulándose ese mismo año a la vicepresidencia junto a la candidatura de Ricardo Balbín que finalmente resultó derrotada por la lista de Juan Domingo Perón.
De la Rua fue el exponente de una generación de políticos complacientes con el golpe militar de 1976, avalado y propiciado no solo por los grupos empresarios más concentrados del país sino por una casta de políticos y partidos burgueses que colaboraron con ella desde el primer día. La Unión Cívica Radical en primer lugar. Es historia conocida cómo Ricardo Balbín jefe por entonces del partido, tejía lazos con los militares desde antes del golpe de Estado y golpeaba las puertas de los cuarteles para acabar con lo que consideraba "guerrilla fabril" para justificar la persecución, muerte y los campos de detención, demonizando a miles de luchadores obreros. El mismo partido que aportó jueces, funcionarios y dirigentes en las segundas líneas del gobierno militar. Aunque los más destacados, los cívicos y radicales no fueron los únicos. Los políticos de los partidos burgueses ocuparon 794 intendencias en todo el país. En cifras la colaboración con los militares fue la siguiente: UCR, 310; el PJ,169; demoprogresistas, 109; el MID 94; Fuerza Federalista Popular, 78; el MPN (fuerza neuquina), 23; demócratas cristianos, 16; Partido Intransigente, 4.
Fiel a esta tradición partidaria De la Rua defendió el rol de las Fuerzas Armadas en la vida nacional, promoviendo durante su agitada presidencia a militares objetados por su accionar bajo la dictadura militar. En este ámbito fue un exponente de las doctrinas de intervención militar en los asuntos internos. Ante los fuertes conflictos sociales que su gobierno enfrentaba utilizó los atentados a las Torres Gemelas para intentar reformular la Ley de Defensa con el fin de dotar a las Fuerzas Armadas de mayores atribuciones en actividades de seguridad pública, control, vigilancia e inteligencia interior. Contaba con la experiencia de Horacio Jaunarena como Ministro de Defensa promotor de las leyes de Obediencia debida y Punto final bajo el gobierno de Alfonsín.
Con el retorno democrático en 1983 es derrotada la candidatura presidencial de De la Rúa en el partido por la de Ricardo Alfonsín. Luego es electo senador y diputado en 1991 actuando como líder del radicalismo en la Cámara de Diputados y en 1992 es elegido nuevamente senador. Su exposición pública gana protagonismo cuando en 1996 es elegido Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En 1999 llegaría a la presidencia del país encabezando el frente electoral “Alianza” junto al Chacho Álvarez derrotando con casi el 50 % de los votos la candidatura peronista de Eduardo Duhalde.
Presidente por 740 días
“Somos la fuerza moral frente a la frivolidad y el engaño”, palabras de Fernando de la Rua, acto de cierre de octubre de 1999.
De la Rúa encabezó el proyecto que la burguesía respaldó con la formación de la Alianza. Una política de recambio electoral que ante la crisis del menemismo buscó evitar la radicalización de las luchas sociales sin cambiar lo central de su política económica. Camuflada, en lo que ya es un clásico de la decadente tradición política patronal, como frente contra la corrupción, la impunidad y por el cambio.
Apenas asumió De la Rúa se prodrujeron dos muertos en la represión a los manifestantes que cortaban el puente entre Chaco y Corrientes.
Y a los pocos meses comenzaba la cuenta regresiva de su gobierno antipopular. En abril de 2000 por medio de la sanción de la ley 25.250 buscó impulsar una reforma laboral flexibilizadora, la famosa Ley Banelco, que entre otros aspectos extendía el período de prueba laboral, habilitaba los convenios por empresa en lugar de por rama o actividad. Fue avalada por las cámaras empresariales y patronales pero no logró sortear el Parlamento al estallar el escándalo por el pago de coimas millonarias a senadores del PJ para su aprobación. Episodio que además concluyó con la renuncia de su vicepresidente Carlos “Chacho” Álvarez.
A la crisis política se sumaría velozmente la económica. Mientras se acrecentaban la deuda y la recesión, una serie de recambios ministeriales expondría en cada anuncio el carácter ajustador de su gobierno. El blindaje de su primer ministro de economía José Luis Machinea no hizo más que redoblar el endeudamiento y la sumisión. Le siguió Ricardo López Murphy que anunció un plan de ajuste y austeridad que generó el rechazo de un amplio arco social como no se veía en años, obligándolo a renunciar cuando no había cumplido ni un mes en el cargo. Lo mejor estaba por llegar. De la Rua convocaría al neoliberal Domingo Felipe Cavallo para renegociar nuevos créditos y deuda a cambio de un nuevo plan de austeridad. El final ya es conocido.
Solo la terquedad puede ignorar que el derrumbe de su gobierno poco tuvo ver con su polémico carisma y mucho con la fuerte resistencia obrera y popular, con las huelgas generales y numerosas manifestaciones y levantamientos de desocupados a los planes saqueadores que el pueblo trabajador y la juventud desplegaron hasta aquel diciembre de 2001.
Absuelto de las acusaciones de coima y de toda responsabilidad por los sucesos y muertes de aquellos días, con total impunidad en 2015 celebraba el triunfo macrista. Además de un católico practicante y ferviente antiabortista, con su muerte fallece una figura símbolo de un partido antiobrero que supo dar apoyo institucional a la dictadura genocida, que entró en una profunda crisis de representación después del gobierno del 2001 y que en la actualidad gobierna, aunque en un lugar relegado, en la coalición Cambiemos de Macri.