Pedro Lemebel falleció anoche a los 62 años, como consecuencia de un cáncer a la laringe, que padecía desde hace años, estuvo internado sus últimos días en la Fundación Arturo López Pérez.
Ana Lopez @analopezd Historiadora
Sábado 24 de enero de 2015
Pedro Lemebel fue una de las figuras destacadas de la literatura chilena, pero también un activista y militante reconocido de la disidencia sexual y la izquierda, colaborador de medios como La Nación y The Clinic, crítico y subversivo del orden social. En el comunicado difundido por amigos, se señaló que dio el escritor “dio una gran lucha contra esta terrible enfermedad, que pretendió dejarlo sin voz, pero ¿quién podría dejar sin voz a Lemebel? Su voz existe y persiste”.
Su historia
Pedro Lemebel nació en Santiago, el 21 de noviembre de 1952, año de elecciones en la que triunfó Carlos Ibañez del Campo, primera oportunidad en que las mujeres pudieron votar en Chile, después de décadas de lucha por esta demanda.
Sus estudios de profesor de Artes Plásticas lo llevaron a ejercer unos pocos años como profesor, hasta que fue despedido en 1983. Durante esos años comenzó sus primeros escritos y fue acercándose poco a poco al mundo de la cultura y de la resistencia a la dictadura, durante fines de los 70’ y los 80’. Recordemos que se habló mucho en Chile del ‘apagón cultural’, refiriéndose a cómo la dictadura buscó el control total de los medios de comunicación y cultura, la represión y persecución que se ejerció sobre artistas e intelectuales, entre otras cosas. Pero es cierto también que surgieron múltiples acciones, grupos, colectivos y organizaciones que expresaban la resistencia al régimen, como la Agrupación Cultural Universitaria, el Colectivo de Arte (CADA) y otros.
‘Hablo por mi diferencia’
En 1986, en una intervención pública en la Estación Mapocho leyó el Manifiesto ‘Hablo por mi diferencia’, con tacos altos y maquillado con una hoz en su cara.
“Hablo por mi diferencia
Defiendo lo que soy
Y no soy tan raro
Me apesta la injusticia
Y sospecho de esta cueca democrática…”
“Usted cree que pienso con el poto
Y que al primer parrillazo de la CNI
Lo iba a soltar todo
No sabe que la hombría
Nunca la aprendí en 1os cuarteles…”
“Esa hombría de la que usted se jacta
Se la metieron en el regimiento
Un milico asesino
De esos que aún están en el poder
Mi hombría no la recibí del partido
Porque me rechazaron con risitas
Muchas veces
Mi hombría la aprendí participando
En la dura de esos años
Y se rieron de mi voz amariconada
Gritando: Y va a caer, y va a caer
Y aunque usted eta como hombre
No ha conseguido que se vaya
Mi hombría fue la mordaza
No fue ir al estadio
Y agarrarme a combos por el Colo Colo”
En este Manifiesto se expresa la vivencia de ser homosexual, pobre y marginal; y no sólo su crítica a la dictadura, sino también a esa democracia pactada que ya se vislumbraba en los acuerdos que por arriba comenzaban a hacer los partidos con la dictadura y que culminaría con los acuerdos entre Concertación, derecha y militares.
También se representa una crítica ácida a esa izquierda que rechazaba a la disidencia, los trataba de ‘maricones’, los segregaba e incluso los expulsaba de los partidos o los obligaba a ocultarse. Esa izquierda estalinista o en su versión ‘renovada’, que con una mirada conservadora privilegiaba las familias bien constituidas y el matrimonio.Si bien fue cercano e incluso algunos señalan que militante del Partido Comunista, se distanció justamente por su profundo conservadurismo y por su prejuicio contra los homosexuales. De todos modos, fue amigo de Gladys Marín, presidenta y una de las principales figuras de ese partido, y la apoyó en sus distintas campañas.
Las yeguas del apocalipsis
A mediados de los 80’ Lemebel y Francisco Casas, también escritor, poeta y artista, se conocieron y formaron ‘Las yeguas del apocalipsis’. Realizaron varias performances, según la página web del mismo nombre (www.yeguasdelapocalipsis.cl), su primera intervención fue en La Feria del Libro de 1987 cuando la poeta Carmen Berenguer presentaba ‘A media Asta’. Lemebel y Casas aparecieron vestidos con los colores de la bandera de Chile, descalzos, tomados de la mano y arrastrando un velo negro.
En 1988 en la Facultad de Artes de la Universidad de Chile llegaron desnudos montados en una yegua y el mismo año intentaron poner una corona de espinas a Raúl Zurita, cuando éste recibía un premio.
Una de sus intervenciones más recordadas fue en 1989 en el Teatro Cariola, cuando el candidato Patricio Aylwin presentaba sus políticas culturales. En el medio del acto, con tacos, plumas y pinturas, irrumpen y despliegan un lienzo que decía ‘Homosexuales por el cambio’, después de unos minutos donde hubo algunos aplausos, se bajan y son echados del acto. Según contó Lemebel, Mariana Aylwin le habría dicho “Porque le hicieron esto a mi papá? Ahora la derecha va a decir que mi papá apoya a los homosexuales”.
En ‘La Conquista de América’, denunciaron las matanzas de las dictaduras en América Latina, pero también hicieron un guiño a la conquista española y su masacre de los pueblos indígenas. En un lienzo pintado con la forma de América, bailaron sobre vidrios y trozos de botellas de Cola Cola, también en un homenaje a la cueca sola de las madres, esposas e hijas de los detenidos desaparecidos. También realizaron otras muestras importantes, como ‘Lo que el Sida se llevó’.
Escritura
Entre sus obras más destacadas están “Loco afán: crónicas de un sidario” (1996), “De perlas y cicatrices” (1998), “Tengo miedo torero” (2001), fue nominado en siete oportunidades al premio Altazor. También “Háblame de amores” (2012) y “Poco hombre” (2013). Ese año recibió el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso
Como activista siempre expresó su crítica a la homofobia y el patriarcado, participando de las marchas y movilizaciones del 11 de septiembre, del orgullo gay y otras.
Como bien señalan sus cercanos, “Desde los márgenes urbanos, Lemebel hizo propio la resistencia político-cultural, la crítica social y una férrea defensa de los Derechos Humanos. Desde su propia biografía homosexual, que reflejó en su obra, remeció las estructuras patriarcales y machistas de nuestra sociedad y su doble moral, que nunca pudieron acallar su inmensa voz. Lemebel no necesitó mayores premios, sino sólo el cariño y reconocimiento de sus lectores, de su público que, como una de sus características, reconoce en él a un gran intérprete de la cultura actual”.