Entrevista. Nahuel Alfonso, iluminando una Ciudad Oculta
“...No podía hacer noticias porque no podía competir, entonces la que me quedaba era el documentalismo, una mirada distinta a la que estaban aportando a la sociedad los medios de comunicación..."
Era diciembre de 2010 y en Buenos Aires la crisis habitacional se revelaba crudamente con la toma de los terrenos vacantes del nunca construido Parque Indoamericano por cientos de familias necesitadas de vivienda. La respuesta por parte del Estado fue un brutal operativo conjunto de desalojo por parte de la Policía Federal y la Policía Metropolitana, con un saldo de tres muertos y decenas de heridos. Los medios hicieron su aporte con una campaña furibunda a la criminalización de los ocupantes del predio, que se extendió estigmatizando a los habitantes de las villas cercanas: villeros, inmigrantes y pobres. Todos eran sospechosos.
En ese contexto un joven de 23 años decide, cámara en mano, retratar desde otra perspectiva la vida, la identidad y la dignidad de la villa y sus habitantes. Así nace Ciudad Oculta, el ensayo fotográfico de Nahuel Alfonso que se expone en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti (Av. Del Libertador 8151 – Ex ESMA) hasta el 20 de agosto, con entrada libre y gratuita.
“...No podía hacer noticias porque no podía competir, entonces la que me quedaba era el documentalismo, una mirada distinta a la que estaban aportando a la sociedad los medios de comunicación...Sabía que no había imágenes de las villas, de los pasillos, de la noche, en colores...y sabía que iba a ser algo distinto. Lo que me motivó fue mostrar la otra parte de lo que en ese momento se estaba contando. Empecé con la navidad, después hice bautismos, quince años, y mientras tanto fotografiaba a mi familia, siempre buscando una conexión directa con las personas, con mis amigos, con mi familia. La mirada periodística, creo que por una cuestión de inmediatez, es esa mirada en la que todo transcurre muy rápido: llegan al lugar, fotografían, se van y después escriben un texto, sin haber recorrido el barrio. También hay intereses detrás de esas palabras, y las fotos un poco ilustran eso. Entonces, no hay profundidad. Es muy superficial y está muy alejado de las sensaciones de las personas, de empatizar con la gente, y es eso lo que a mí me parecía que faltaba. Así surgió este trabajo...”
¿Cómo fue esa mirada desde adentro? ¿Fue más fácil o más difícil que vos fueras conocido, que vivieras en el barrio, y tuvieras a tu familia y a tus amigos ahí?
Yo nací en Moreno y me mandaba muchas cagadas de pibe ¿viste? Hacía renegar mucho a mi vieja, cosas que se consideran feas pero que responden a travesuras de un pibe que se crió con amigos, en la calle. La cuestión es que me mandé mis cagadas, serias cagadas, y a los catorce decidí ir a Ciudad Oculta, como para rescatarme. Ciudad Oculta siempre fue como algo sanador. Por ejemplo cuando me separé de mi novia, me fui a vivir a Ciudad Oculta. Podía ir a otros lugares, pero recurría ahí. Siempre sentí una cercanía muy fuerte con el barrio y con mi familia que vive ahí, y eso me permitía hacer más fácil mi trabajo como fotógrafo. Uno hace lo que le sale ¿no? y trata de estar donde se siente bien. Yo me sentía bien ahí, y me sentía libre para poder crear...
¿Cómo te acercás a un tema, o cómo elegís un tema?
Generalmente no fotografío cosas que no me tocan profundamente. Me cuesta mucho por ejemplo ir a las marchas. Aunque es parte de mi ideología, voy a las marchas, pero no las puedo fotografiar. En cambio, hice un trabajo sobre madres adolescentes. Mi mamá fue madre joven, a los veinticinco tenía tres hijos. Mi hermana tuvo un hijo a los quince y otro a los dieciséis y esas son cosas con las que uno crece y que te marcan. Yo crecí con padres separados, tuve una hermana madre adolescente, un padre alcohólico, una madre con problemas de angustia y depresión y esos son los temas que yo toco en mi fotografía, porque son los que más conozco, y porque me gusta ser honesto. Volviendo a las madres adolescentes, hice un trabajo con una chica llamada Daiana, que tomaba clases conmigo, tenía trece años y un día en una clase tuvo un shock, un brote psicótico, y terminamos yendo al hospital... Había tenido una historia muy fuerte de parte del padre, la madre, la hermana y a los catorce años quedó embarazada, había tenido una vida muy dura, muy dura. Tuvo a su hija antes de los quince, Maia. Yo le hacía fotos a ella, porque veía una mirada muy triste y no sabía por qué me llamaba tanto esa mirada. Después con el tiempo entendí que la mirada de ella era muy similar a la mirada de mi mamá... una mirada cansada. Las personas que sufren de manera parecida, con la misma intensidad, presentan una misma postura, una mirada cansada, entonces esas cosas a mi me hacen empatizar con los temas. Yo buscaba en Daiana lo mismo que veía en mi hermana. Esa distracción que tienen las madres adolescentes, porque hay una etapa que no la pasan, no la transitan, y eso genera como una distracción en el desarrollo personal, entonces de pronto veía que Daiana tenía cosas muy similares a mi mamá, a mi hermana, que respondía de igual manera a los mismos estímulos, que tomaba malas decisiones con los hombres, ese tipo de cosas. Empiezo viendo la problemática en lo que a mi me toca de manera cercana y profunda y después lo traslado a la sociedad y voy buscando, voy estudiando, voy tratando de descubrir si es como yo lo pienso, como yo lo siento, o como lo veo. Es la manera que yo tengo de encarar proyectos. Podría hacer un trabajo fotográfico sobre el alcoholismo, lo conozco... mi abuela, mi papá murieron por el alcoholismo. Mi mamá murió de cáncer. Ese tipo de cosas te hacen posicionar de determinada manera frente a la sociedad y es para mi como un objeto de estudio... Sólo fotografío cosas que me tocan profundamente...
No podrías trabajar por encargo, entonces...
Trabajo por encargo para ganarme la vida. Ahora no tanto, estoy dando muchos talleres con adolescentes. Pero hay editores a los que les gusta mi manera de retratar y me llaman para hacer retratos. A veces hago algunas coberturas como reportero gráfico. Pero hago una diferencia entre la obra personal y el trabajo, aunque trato de hacerlo obviamente lo mejor que puedo. Hice este trabajo sobre madres adolescentes. Empecé haciéndole fotos a mi hermana, una o dos fotitos. Después hice retratos. Primero el de Daiana, le hice un seguimiento de tres años. Y en esa serie de retratos de distintas familias había tres pibas de Paraguay que estaban viviendo en José C. Paz, las contacté via Facebook, les conté mi idea y les dije que a cambio les ofrecía un book de sus niños con ellas. Aceptó una y me dijo “Mi hermana también... acaba de tener un bebé, y mi prima está embarazada”. Terminé en las casas de ellas, haciendo los retratos y el book, y mis fotografías también. Y resultaron unas fotos lindísimas, en donde están las tres chicas embarazadas. De esa manera van surgiendo las cosas... desde ese acercamiento que pareciera como superficial y que a los fotógrafos de mi estilo no les gusta, no les atrae hacer ese tipo de trabajo. A mi sí. Entro a las casas, conozco a la gente, respetuosamente hago mi laburo y les doy algo a cambio también.
Recién hablabas sobre tu trabajo como fotógrafo profesional ¿Cómo ves el trabajo del fotógrafo, la fotografía actual?
En la actualidad está pasando algo como lo que pasó con Kodak en su momento, cuando llevó la camarita a las casas, a las personas... Ahora se profundizó con el celular. Hay una nueva oleada de fotógrafos que trabajan con lo cercano, con la familia, esas fotos que parecen como de álbum familiar, desprolijas pero con muchísimo contenido. Desprolijas, depende de quién las vea ¿no? Está buenísimo eso en la fotografía de hoy en día. Todo el mundo puede utilizar la fotografía como herramienta, como siempre quisimos, al menos yo como tallerista. Yo daba talleres de fotografía estenopeica para pibes, para acercarles la posibilidad de una herramienta de expresión y ahora todo el mundo la tiene. Ahora lo que hay que hacer es aportar a la educación visual. Esos pibes que tienen esa herramienta, la educación visual que reciben es la publicitaria, la de la televisión, cosas que muchas veces no tienen que ver con ellos. Entonces desde ese punto la educación visual está muy mal, para mi, muy mal, hablando de la primera infancia, primaria y secundaria. Después hay escuelas de fotografía, y hay una carrera nueva de fotografía en la UNSAM por ejemplo, que son avances y están buenísimos. Pero es muy pobre la educación visual durante los veinte primeros años de vida, con lo cual uno empieza a descubrirlo recién de adulto. No es como el niño que le gusta la guitarra y a los cinco años aprende a tocar. No es habitual que lo manden a un taller de fotografía para niños. Por eso muchas veces, los pibes de las villas o de barrios bajos tienen más conocimiento de fotografía que los profesionales, porque están arrancando desde niños, y hacen unas fotos que los profesionales no pueden hacer todavía, porque no tienen la experiencia que los pibes sí. Después, el campo laboral de la fotografía es muy amplio, está buenísimo, hay mucho laburo de fotógrafo. Pero lo que tiene que ver con las humanidades, nunca se paga bien, tenés que ser un fotógrafo, empresario free-lance internacional, publicar en el New York Times, Washington Post, The Guardian, National Geographic, te tenés que manejar a esa escala y de golpe te convertís en business man. Muchos tienen la capacidad de hacerlo, yo no. Yo prefiero trabajar lo menos posible, como para poder seguir haciendo mi fotografía. Trabajar lo necesario para mantener un estilo de vida, y seguir haciendo mis fotos. El barrio, el adolescente y la necesidad de expresarse.
Nahuel Alfonso nació en Moreno en 1987, donde vivió parte de su infancia hasta que a los catorce años encontró su lugar en el mundo en Ciudad Oculta. Allí vivían su familia paterna y sus amigos. Y allí tuvo contacto por primera vez con la fotografía, a través de la Fundación PH15 (PH por fotografia en inglés, 15 por el nombre oficial de la villa) que daba un taller en el barrio. Aunque encontrar en la fotografía su medio de expresión no le resultó fácil:
“...Mi viejo era un súper artista multidisciplinario, muy bueno en todo lo que hacía, era una especie de Da Vinci. Escribía, era herrero y hacía unas cosas impresionantes. Me enseñó a dibujar, a pintar, tocaba la guitarra también, pero ninguna de esas cosas me ayudaba a crear. Siempre era como una reproducción lo que hacía, le copiaba mucho a las bandas que me gustaban, las canciones, o hacía retratos, no podía inventar...”
Pero Nahuel identifica un momento en el que eso cambió:
“...Cuando hice esta foto (señala la de los chicos con el paraguas) me acordé de mi infancia... y cuando vi eso, me acordé del barrio con las calles de tierra, había unos pozos tremendos en las calles, donde no pasaba ni un auto, y nosotros nos tirábamos como si fueran piletas, y estábamos solos, mis viejos separados, mi vieja trabajando, mi abuela adentro de la casa. Mis amigos y yo en la misma situación, todos criados en la calle, hacíamos lo que queríamos, estaba buenísimo. Hacíamos nuestra vida... Y cuando los vi a ellos, lo vi a Ariel, a Alejandro, Cristian, Matías, mis amigos de la primaria. Cuando hice la foto me quedé pensando toda la semana, entregué el rollo, y al otro sábado, lo trajeron y cuando vi la foto dije: esto es impresionante, todo lo que yo no podía hacer en otras disciplinas, que era crear, lo estoy haciendo acá, y ahí me di cuenta que la fotografía era la herramienta que más se adaptaba a mi forma de ser...”
Con los años pasó de alumno a tallerista, y con el tiempo a dar clases en centros comunitarios de Moreno, junto a su tío Eugenio Alfonso, también fotógrafo .
Hace un rato hablabas de la formación fotográfica de los chicos ¿Cómo es el acceso a la cultura en las villas o en los barrios donde vos trabajás?
Esas cosas le corresponden al Estado, que debería encargarse de abrir centros culturales, fomentar la educación artística en las escuelas. Eso le corresponde al Estado. Los demás estamos tratando de hacer algo en donde el estado está ausente. Esos centros comunitarios que comentabas, ¿no dependen del Estado? Dependen del Estado, sí. Se está luchando por la Ley de Centros Comunitarios, porque hasta ahora, si no me equivoco siguen siendo Programas. Lo que sobra del presupuesto va a parar a los centros comunitarios. A veces no sobra, falta plata en los centros, no se puede comprar comida, no se puede pagar a los talleristas, y se arman tremendas movilizaciones en La Plata, porque las redes de Centros Comunitarios están en todo el conurbano. Dependen del Estado, y tienen esos problemas. Están buenísimos porque los pibes tienen además de la comida y la merienda, circo, mural, hip-hop, fotografía, teatro, danza. Pero dependen más del Centro, que del Estado... Y de lo que pongan ustedes... Claro, sí, sí...
Tuviste la posibilidad de viajar ¿Cómo percibís que se ve afuera tu trabajo?
Los trabajos de PH15 por ejemplo, lo veían como arte. Acá hay un recelo de llamar arte a la fotografía documental o periodística. Afuera les interesa ver cómo se vive. No se si eso es por un adoctrinamiento de los medios: mostrar cómo viven en África, Latinoamérica, Asia, en los países periféricos. No se si tiene que ver con eso, que es a lo que están acostumbrados, porque los medios que se consumen son a nivel mundial, muy poderosos, y van marcando un poco la cabeza de la gente. Quizás tiene que ver con eso, pero interesa mucho saber cómo se vive, como es la realidad. Este trabajo (Ciudad Oculta) gustó muchísimo. Pero también mostré uno más conceptual que eran retratos de gente con los ojos cerrados, y en ese fue como “Bueno, está bien, lindas fotos... chau”. Pero éste gustó muchísimo porque mostraba la vida de la gente. Te estoy hablando de gente normal que abre el diario, que va a la universidad, o laburantes, que quizás no tienen tanta relación con ir a las galerías, ese tipo de personas... No me crucé con tantos artistas como para saber. Estaban los que me llevaban a mí... seguro les gustaba como para haberme llevado ¿no?
Desde aquél momento en el que encontró en la fotografía su medio de expresión, Nahuel Alfonso no viaja demasiado en busca de las historias que quiere contar. Están ahí cerca, en los barrios donde da clases a otros chicos que como él retratarán la vida real en primera persona. Retratos revelados desde la pertenencia, desde una óptica cotidiana opuesta a la de los medios dominantes, la publicidad y la televisión, imágenes que muestran las alegrías y las lágrimas, en colores o en blanco y negro de la realidad de una clase social en busca de liberarse de sus pesares. La selección de fotos que conforman Ciudad Oculta (que también pueden verse en su sitio web nahuelalfonso.com), muestra con sensibilidad y contundencia el comienzo de lo que seguramente será un largo recorrido en la fotografía, los primeros tramos de ese camino que empezó con una foto:
“...Esa foto me destrabó, fue muy importante. Ahí fue la primera vez que me ví reflejado en algo, fue muy fuerte. Yo venía haciendo algunas fotitos que estaban copadas, pero con ésa foto, fue un antes y un después, muy fuerte. Fue... como tomarse un vino con Spinetta...”