Somos decenas miles quienes trabajamos en lugares como Starbucks, McDonalds, Telepizza Burger Kings y otros. Muchas de estas empresas han optado por mantener abiertos sus locales sin ser esenciales para la cuarentena ¿Por culpa de quien estamos arriesgando nuestras vidas y las de nuestras familias?
Miércoles 25 de marzo de 2020
Chile sigue aumentando vertiginosamente el número de contagiados con COVID-19 y ya debemos lamentar dos muertes por la enfermedad. Con más de 900 contagiados y faltando varias semanas para llegar al pick, el gobierno anuncia que más de 100mil personas podrían contraer el virus para finales de abril.
Mientras vemos las noticias con anuncios erráticos de las autoridades, mientras el gobierno decreta el Estado de Catástrofe para sacar a los militares a la calle, los empresarios tratan de hacernos creer que la situación económica es crítica y que todos deberemos hacer un esfuerzo para salir de la crisis económica que vendrá.
Nos ponen como ejemplo las micro y pequeñas empresas que viven del día a día, de la señora del quiosco, del pequeño local de comida al paso, peluquerías y otros servicios que hoy deben estar cerrados debido a la emergencia.
Pero tras toda esta realidad hay un grupo de enormes multinacionales que contratan preferentemente jóvenes y adultos mayores para atender sus locales y que hoy están buscando cualquier mecanismo legal para traspasar los costos de la cuarentena a nosotros, las y los trabajadores.
Así, empresas como Starbucks, McDonalds o Papa Johns, el denominado sector de la comida rápida, mientras envían mensajes de #QuedateEnCasa, obligan a trabajadores a seguir en sus locales para poder habilitar servicios de delibery o “sólo para llevar”.
A través de sus comunicados internos (redactados por las gerencias de marketing o recursos humanos desde la tranquilidad de sus hogares) aseguran, a quienes cruzan la ciudad en el transporte público que la “empresa esta tomando todas las precauciones para evitar los contagios”.
Su seguridad solo existe en el imaginario mundo de los comunicados.
Cientos de videos inundan las redes sociales donde se observan las precarias condiciones de trabajo, sin medidas de higiene y con alta exposición a contagios.
La primera semana se pudo ver manifestaciones en los malls, hoy cerrados por presión de sus propios trabajadores, ahora esos gritos de rabia y angustia se esconden bajo la cortina del aislamiento, de lugares cerrados tras persianas metálicas y separados unos de otros.
Es legítimo decir ¡¿En que están pensando que no cierran?! Pues no podemos dejar de trabajar debido a que estas “pequeñas y pobrecitas multinacionales” si no venden van a quebrar.
De esta manera han comenzado a extender el fantasma de la cesantía, de las vacaciones obligatorias, de los permisos sin goce de sueldo, de las reducciones salariales, de los despidos por caso fortuito.
Las jefaturas envían el ejemplo de LATAM donde se le rebajó al 50% los salarios a todos, pero en la comida rápida se gana el mínimo o menos (muchos somos part-time) ¿Y qué esperan, que sobrevivíamos con 100mil pesos? Si a las gerencias le rebajan el sueldo a la mitad sigue siendo 30 veces el nuestro.
Nos quieren hace pagar la futura crisis mientras arriesgan nuestra salud y las de nuestras familias y todo esto con el beneplácito del gobierno.
Hay que terminar la con la impunidad con que estas transnacionales juegan con nuestra salud, nadie puede tener el descaro de decir que un café, una hamburguesa o una pizza son productos de primera necesidad.
¡Es necesario que todos estos locales cierren ya! Que todos quienes hemos sido expuestos a situaciones de riesgo, como los locales ubicados en el barrio alto de la capital, puedan acceder gratuitamente a los test para saber si están o no contagiados, que las empresas paguen íntegramente las remuneraciones durante lo que dure la crisis y que nadie pueda ser despedido ni suspendido como lo quiere el gobierno.
Necesitamos urgente que las organizaciones sindicales se pongan a la cabeza de organizar nuestro sector que aun se encuentra en pañales y se está viendo afectado por una catástrofe que nuestra generación ni la de nuestros padres les ha tocado vivir.