El debate en materia de DD.HH no se ha cerrado en Chile, han pasado 7 periodos presidenciales en los cuales la ex Concertación y la derecha han protegido y mantenido a los torturadores en cárceles de lujo, han respetado el silencio criminal de la Fuerzas Armadas y han dejado postergadas a decenas de víctimas que no caben en los informes de reparación redactados post dictadura.
Sebastián Avilés Profesor. Militante de Partido de Trabajadores Revolucionarios PTR y de la Agrupación de Trabajadores de la Educación "Nuestra Clase"
Jueves 27 de diciembre de 2018
Desde hace un tiempo que la figura del dictador Pinochet entre Chile Vamos no es un recuerdo del pasado. La dictadura militar, sobre la cual pesan más de 40.000 víctimas, se ha trasformado nuevamente en un icono de la derecha conservadora y autoritaria, y con esto toda la tradición de la “familia militar” renace mediante las figuras de Kast y Camila Flores.
Producto de los dichos de la diputada Flores en el último consejo nacional de RN, donde se declaró pinochetista provocando la ovación de todos los asistentes al encuentro, diputados de la oposición entraron a discutir nuevamente una posible ley que sancione el negacionismo en materia de Derechos Humanos, pensando inclusive en penas de cárcel para quienes incurran en estos crímenes. Esta iniciativa causó la inmediata reacción de la derecha, amenazando que de ser aprobada la ley ellos acudirían a la reserva constitucional que trabaría la aprobación de dicha iniciativa.
El debate en materia de DD.HH no se ha cerrado en Chile, han pasado 7 periodos presidenciales en los cuales la ex Concertación y la derecha han protegido y mantenido a los torturadores en cárceles de lujo, han respetado el silencio criminal de la Fuerzas Armadas y han dejado postergadas a decenas de víctimas que no caben en los informes de reparación redactados post dictadura. El problema suscitado hoy es aún más profundo, pues en el contexto de avance de la derecha conservadora junto a los sectores cristianos antiderechos en toda América y el mundo, es que las figuras autoritarias se vuelven banderas ideológicas de estas corrientes. Debemos recordar que el hijo de Bolsonaro en su visita a Chile, e incluso, el propio presidente electo de Brasil, han reivindicado la figura del dictador chileno y su política económica, que trae consigo el beneficio de a los mismos que se enriquecieron producto del golpe de Estado, el empresariado nacional y transacional. Si bien es correcta la preocupación del incipiente discurso negacionista, se vuelve insuficiente en el marco actual. El mismo presidente Piñera declaró que “Los que están reivindicando atropellos a los DD.HH y un gobierno no democrático, no caben en Chile Vamos”, situación con la cual Piñera intenta igualarse con los fallidos gobiernos del Socialismo del siglo XXI como en Venezuela y Nicaragua. Pero la cuestión es rotundamente diferente, el debate sobre DD.HH es ante todo en Chile una concepción de ser humano y de propiedad, pues para quienes defienden su propiedad ganada en dictadura, la vida de miles de trabajadores y trabajadoras no vale nada. Forzosamente la derecha intenta igualar las crisis económicas y democráticas de los países de la región con los múltiples centros de tortura y exterminio que creó la dictadura.
Para enfrentar esto no basta con una iniciativa parlamentaria, sino es preciso construir una fuerza que dispute ese discurso entre los trabajadores. La lucha contra la derecha debe darse en el terreno de las ideas y la movilización, con un programa que ponga al centro el respecto por los Derechos Humanos, el fin a la herencia de la dictadura y la construcción de una alternativa que rompa con todo tipo opresión y explotación, levantando las demandas del movimiento de mujeres y de la diversidad sexual y entregue el poder a los únicos que pueden garantizar la total libertad humana, los propios trabajadores.