Joaquín Badoza, el joven que se recibió de abogado a los veinte años, así se refirió por WhatsApp al humorista Coco Silly, con quien poco después compartió mesa en lo de Mirtha Legrand.
Viernes 22 de julio de 2016 17:45
El fin de semana pasado Joaquín Badoza fue invitado a almorzar con la conductora Mirtha Legrand. El joven que encarna el modelo meritocrático que impulsa el PRO para la juventud, mediante un audio de Whatsapp les comentó a sus amigos que compartiría mesa con el humorista Coco Silly: “El domingo voy a almorzar a lo de Mirtha, o sea me tenté. Y encima con Coco Silly. Negros, negros, everywhere”.
Luego de que este audio se viralizara por redes sociales, ya en la mesa de Mirtha Joaquín se disculpó, alegando que fue con “tono humorístico”, con ironía.
Nadie puede negar el poder que tiene el humor como forma de expresión artística, la filosa ironía satírica capaz de dejar al desnudo aquello que se pretende camuflar y hacerlo comprensible para todo el mundo. Tanto es así que puede volverse peligroso para el régimen existente.
Quienes estudian abogacía lo ven en el famoso fallo Sojo, que inicia en Argentina lo que se conoce control de constitucionalidad.
Eduardo Sojo era un caricaturista al que la Cámara de Diputados ordenó detener tras reiteradas sátiras burlescas en las que retrataba a los diputados como siervos de los empresarios.
En este caso, el carácter chabacano del humor y la ironía está lejos de expresar una crítica de este calibre, o tan siquiera una crítica. Por el contrario, refuerza los prejuicios reaccionarios más atrasados de la sociedad, el desprecio xenófobo y el racismo.
Joaquín no aporta nada “original”, ya que lamentablemente se ha vuelto parte del “sentido común”, que buscan imponer los grandes medios de comunicación de que todos los males son por responsabilidad de los “vagos”, los “villeros”, los gays, las lesbianas, lxs transexuales, los que “protestan”. Todas formas modernas de referirse a los sectores oprimidos o a los que luchan. En definitiva a “todos los negros”.
Más allá de este incidente, el problema de fondo radica en que Joaquín personifica “el modelo a seguir” para la juventud que nos propone el PRO, con la clara intencionalidad política de reforzar la ideología de la meritocracia, del individualismo y la autosuperación personal en un mundo donde sólo una minoría puede acceder a la cultura, al arte, a las ciencias, incluso acceder, permanecer y recibirse en una carrera universitaria en vez de ser un derecho, se transforma en un privilegio. Marx decía que las ideas dominantes de una época, son las ideas de su clase dominante.
En este sentido, quienes estudian derecho pueden rescatar la historia de Ortega Peña, quien también se recibió a los veinte años de abogado, a la vez que estudiaba Filosofía y Economía Política. Lejos de resaltar la meritocracia y sus triunfos individuales, dedicó su genialidad a la construcción colectiva del futuro, a luchar con la clase trabajadora, defendiendo a los presos políticos, a los trabajadores perseguidos por organizarse.
Otro caso emblemático es el de Alfredo Curutchet, quien defendió a militantes del ERP y a los trabajadores clasistas del Smata Córdoba.
Ambos fueron asesinados por la Triple A, la fuerza de choque organizada porJuan Domingo Perón y José López Rega en la primera mitad de la década del 70.
Ortega Peña y Curutchet, en su rol de intelectuales comprometidos con los procesos sociales de su época, son apenas algunas de las caras visibles de toda una generación, “de otra época”, cuando la juventud desafiaba el orden existente, cuando no había lugar para el individualismo y estaba firme la convicción de que la meritocracia no es más que un invento para perpetuar la desigualdad.
Porque no existe salida individual cuando la pertenencia social de clase condiciona.
O, más sencillamente, la percepción de que “a lo largo de la historia muchos anónimos con la misma genialidad de Einstein murieron cosechando algodón”.
*La autora y el autor son estudiantes de Abogacía de la Universidad Nacional de José C. Paz (UNPAZ)