Presentamos la continuación de la entrevista realizada por Erika Paz el 4 de julio de 2015, publicada en exclusiva por La Izquierda Diario.
Érika Paz @paz_eri
Miércoles 12 de agosto de 2015
En febrero de 2014, la familia de Nestora contrató a la firma de abogados Robles Gómez Mont, sin embargo, transcurrieron cinco meses para que la defensa legal se pudiera reunir con Salgado García. En abril de 2014, le fueron retirados los cargos de fuero federal en su contra. La defensa de entonces interpuso dos incidentes de libertad por sobreseimiento respecto a la acusación federal por el delito de secuestro sobre los procesos del orden común, los cuales fueron declarados improcedentes.
Sus actuales abogados, Leonel Rivero Rodríguez y Sandino Rivero Espinosa apelaron uno de los incidentes de libertad en febrero de este año, sin que hasta el momento haya sido remitido a la Sala Penal con sede en Chilpancingo, Guerrero, por barreras administrativas.
Luego de una batalla de más de un año, en enero de 2015, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) emitió medidas cautelares a favor de Nestora Salgado, entre otras cosas, por encontrarse en riesgo su salud al no recibir atención y tratamiento médicos adecuados para “las neruropatías severas en sus manos, pies y espalda”, consecuencia de un accidente automovilístico sufrido en 2002, recomendaciones que no fueron respetadas.
A tales violaciones al debido proceso se suman otras tantas a sus derechos humanos. Nestora ha sido víctima de maltratos y vejaciones, entre los que se encuentra el hecho de mantenerla confinada en solitario, ser sometida a diferentes evaluaciones médicas sin derecho a atención por parte de galenos especializados y de confianza ante el deterioro de su salud.
Asimismo, no fue provista de medicamentos para el dolor, ni de los fármacos y dieta para la colitis nerviosa desencadenada por la privación de su libertad; situación por la que el 5 de mayo fue orillada a iniciar una huelga de hambre que duraría 31 días. Esta medida extrema le valió ser trasladada el 29 de mayo a la Torre Médica del penal de Tepepan, en el mismo piso y a un lado de la habitación de la ex lideresa sindical, Elba Esther Gordillo.
“Durante el tiempo que estuve en aislamiento (en Tepic) no me miré en un espejo. Me bloquearon el correo (postal), yo le escribía cada semana a mi familia, nunca llegaron mis cartas. Tampoco recibí las suyas. Cuando se escuchaba un ruido o alguna reclusa gritaba, las celadoras nos golpeaban las puertas y nos obligaban a colocar ambas manos por fuera de la ventana de la puerta. No podíamos movernos de esa posición hasta que nos lo indicaran, había veces en que era tanto el tiempo que nos dejaban en esa posición, que desfallecía por momentos”.
Desde entonces, describe, cualquier ruido le provoca sobresaltos, transpira, “siento temor, tengo insomnio y cuando logro dormir, pesadillas en las que me persiguen”. Después de meses de estar confinada en solitario, en febrero fue trasladada a población en una celda junto con otras siete mujeres, gracias a las medidas emitidas por la CIDH.
Sin poder defenderse en libertad, “ahora temo cuando la directora (del penal de Tepepan) me dice las posibilidades de que me bajen a población o de que me trasladen a Santa Martha Acatitla. En Tepic escuché muchas historias de violencia, de reclusas que sienten orgullo por ser parte del narco o de grupos del crimen organizado. Cuando yo lo que hice fue combatir la delincuencia, los robos, las violaciones. Yo no merezco prisión”, afirma con sus grandes ojos humedecidos, mientras pasa su mano izquierda por su antebrazo derecho de arriba abajo.
Cabe recordar que desde hace más de 10 años la CIDH ha catalogado a la prisión preventiva como “arbitraria e ilegal”, un “problema crónico” en diferentes países de América Latina, incluido México. Además de ello, refleja “la disfuncionalidad del sistema de justicia penal que es a su vez causa de otros problemas como el hacinamiento y la falta de separación entre procesados y condenados”, según afirma la CIDH en su “Informe sobre el uso de la prisión preventiva en las Américas”.
En Tepepan, actualmente mantienen a Nestora bajo una estricta dieta: desayuna a las 10 de la mañana (cachitos de pechuga, té y pan), almuerza a las 2 (pollo, verduras y arroz hervidos) y merienda a las 5 de la tarde (un mollete y té). Todos los días atraviesa por un ayuno de 17 horas. A sus familiares no les permiten introducir ningún tipo de alimento o bebida, sin embargo, en las dos ocasiones que la ha visitado el gobernador de Guerrero, Rogelio Ortega, sí la dejaron comer “carne asada, antojitos de la entidad y salsa, no me hizo daño”, expresa.
“Todo el tiempo tengo hambre, siento dolor en el pecho, a las otras reclusas de este piso sí les permiten tener alimentos en sus habitaciones, pueden salir al pasillo a caminar, a mí no me lo permiten, lo más que puedo hacer es asomarme a la puerta para ver salir a mis hijas cuando se van”, revela en medio del llanto. Enjuaga sus lágrimas con sus manos, las seca en su bata azul de hospital, se repone y continuamos con la entrevista.