Benjamin Netanyahu recibió el pedido de intentar formar Gobierno. Una tarea difícil que ya le fracasó en abril. Tiene un mes y medio para conseguir una coalición que le habilite 61 escaños en el Parlamento.
Santiago Montag @salvadorsoler10
Viernes 27 de septiembre de 2019 12:07
Benjamin Netanyahu ha recibido el toque en el hombro de parte del presidente Reuven Rivlin. Una misión sinuosa para un Rey que languidece por acusaciones de corrupción, fraude y extorsión. Sin embargo, Bibi (como apodan a Netanyahu) es un líder que ha sabido moverse hábilmente dentro de la política israelí.
La función de Rivlin, como presidente israelí, en una situación de “empate técnico”, es la de elegir al diputado que consiga más apoyo parlamentario, o sea la suma de los escaños necesarios de las fuerzas que le recomienden al presidente durante la ronda de consulta, o el que considere en mejores condiciones para formar gobierno. A partir del momento en que el presidente hace su selección, este tiene 28 días y dos semanas adicionales, para conseguir los escaños que superen la mitad más uno de la Kneset (o sea 61 escaños de los 120 del Parlamento).
Rivlin seleccionó a Bibi, a pesar de haber obtenido menor cantidad de votos en la elección que su oponente, Benny Gantz del Azul y Blanco (Kahol Lavan). El Likud de Netanyahu, partido que es de derecha conservadora, consiguió 32 escaños más la suma del apoyo de los partidos de ultraderecha y ultraortodoxos agrupando 55 escaños. Mientras que Gantz, cuyo partido había obtenido 33 parlamentarios, sumó los apoyos de los laboristas (6), de la “izquierda pacifista” (5) y de 10 de los 13 miembros de la Lista Conjunta árabe (donde se encuentra el Partido Comunista israelí, Jadash) alcanzando los 54 escaños. De conjunto todos los partidos de derecha nacionalistas y religiosos aumentaron su caudal de votos, un dato que da cuenta de la fragmentación política y religiosa.
El movimiento de los 3 parlamentarios de Balad, uno de los partidos árabes de la Liga Conjunta, que se negaron a apoyar a Gantz, fue fundamental para que el ex Jefe de las Fuerzas de Defensa Israelí fracasara en tomar la iniciativa de formar un gobierno de unidad nacional que no contenga a Netanyahu. La historia se presenta una vez como tragedia y otra como comedia. Cuando los partidos árabes israelíes apoyaron al jefe militar Isaac Rabin en 1992 porque prometía la Paz con los palestinos, derivó en los tristes acuerdos de Oslo, saliendo humillados de aquel encuentro. En este caso, estarían apoyando a un líder militar que masacró 2.200 palestinos en la última ofensiva contra Hamas en Franja de Gaza.
Para Bibi, que aún se mantiene como primer ministro, comienza la cuenta regresiva para formar el próximo Gobierno. El escenario es complejo, tiene encargado desbloquear la situación y evitar unas terceras elecciones. Su principal objetivo es evitar el juicio político por corrupción y fraude, por lo que necesita conseguir la mayoría para lograr la inmunidad ante el Tribunal Supremo. Su habilidosa característica de moverse en la política dejó demostrado que haría pactos con todos los demonios para conservar el poder del Estado hebreo. Incluso, convenció a un personaje que lidera la coalición ultra-ortodoxa, Arye Deri de Shas, para que se pronuncie a favor de un gobierno con Yair Lapid, el segundo de Gantz. Mientras que Gantz, según el Jerusalem Post, se apresuró a exigir reuniones para negociar inmediatamente un gobierno de unidad.
El objetivo de Rivlin es que se forme un gobierno de “unidad nacional” para evitar el escenario de una tercera elección. Incluso está dispuesto a que se reparta el cargo de forma equitativa, una situación que se dio en 1984 entre el laborista Shimon Peres e Itzjak Shamir del Likud, que resultó en una catástrofe para los palestinos, aumentando la colonización y desembocando en la primer Intifada en 1987.
Sin embargo, muchos analistas comienzan a indicar que puede haber una tercera elección, lo cuál daría tiempo a Netanyahu para reacomodarse. Algo que un político de su talla aprovechará con innumerables maniobras, incluyendo su retórica nacionalista frente a la “amenaza iraní, siria y libanesa”, con propuestas a los colonos como la que hizo sobre anexar Cisjordania, o endurecer los ataques a Hamas. En principio, sigue proponiendo las reuniones con Azul y Blanco para avanzar en una coalición, pero las propuestas más fuertes son a los laborista para que pasen a su bando, o a diputados del partido del ultra derechista ruso Avigdor Lieberman, “Hogar Judío” que aumentó considerablemente sus votos en esta segunda elección.
Este escenario, más que un callejón sin salida para Bibi, resulta un nuevo desafío que enfrentará con toda la experiencia acumulada en su carrera y de la manera que mejor sabe hacerlo: poniendo todos sus principios a la venta. La incertidumbre que plantea el mejor aliado de Trump, en un momento de tensiones máximas en el Oriente Medio, no hace más que abonar a ese desequilibrio. Un error de cálculo puede empantanar aún más la situación, quienes pagarán por eso serán los palestinos y sus vecinos con crecientes tensiones militares.
Santiago Montag
Escribe en la sección Internacional de La Izquierda Diario.