EL JUGUETE RABIOSO. Newsletter: ¿el libreto de la política monetaria a la hoguera?

Buen día amigues:

Si les gusta jugar a que tienen una máquina del tiempo, no pierdan la oportunidad de retroceder a escuchar un disco fantástico: La grasa de las capitales. Salió a la venta en 1979. Se trata de la segunda producción de Serú Girán: Charly García, David Lebón, Pedro Aznar, y Oscar Moro. “¡No transes más!”, se escuchaba a poco sonar el primer tema. Y seguía con todo lo que no había que transar: “Con la cantina, con la cantora; con la televisión gastadora; con esas chicas bien decoradas; con esas viejas todas quemadas; Gente re-vista, gente careta”. ¿Un presagio de “La rubia tarada” de Sumo? Tarea para la antropología musical.

Cambio de libreto

Una de las armas económicas más poderosas que tienen los Estados Unidos es la tasa de interés que establece la Reserva Federal (FED). Es algo así como el precio del dinero: es la referencia para préstamos bancarios a empresas, para los costos de las hipotecas, para la compra de autos a crédito, para la deuda de los otros países y un sin fin de operaciones. Tiene repercusiones en todo el mundo.

Aquel mismo 1979, mientras en Buenos Aires salía a la luz La grasa de las capitales, a miles de kilómetros al norte de estas pampas, Paul Volcker, el presidente de la FED, decidió subir con fuerza la tasa de interés para intentar contener la inflación en su país. Dentro del pensamiento económico, eran tiempos en los que se transformó en hegemónico el monetarismo de Milton Friedman y sus Chicago Boys. Ese credo reza que la emisión monetaria es equivalente a un pacto con el demonio: echa nafta a la inflación, alimenta el despilfarro del gasto fiscal y provoca desequilibrios económicos que conducen al infierno.

“Cambiaste de tiempo y de amor; y de música y de ideas”, resonaba en los parlantes al escuchar Viernes, 3 am, otro hit de aquél álbum de Serú Girán. Podría haber sonado en la reunión de la semana pasada de la Junta de Gobernadores del Sistema de la Reserva Federal y de los banqueros centrales del mundo en Jackson Hole, Wyoming. Resulta que la FED decidió quemar sus libretos monetaristas.

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