Las manifestaciones de la derecha junto a los neonazis, los discursos subidos de tono “progresista” por parte de Sánchez y los puñales entre Iglesias y la plataforma de Yolanda Díaz han contribuido a desdibujar – intencionadamente – cuáles son los proyectos políticos que representan. Ni la extrema derecha es rebelde ni el PSOE de izquierdas ni Podemos y Sumar tienen tantas diferencias. Hoy discutimos sobre las coordenadas de las principales formaciones políticas del Estado Español y la importancia de la independencia de clase para romper con la trampa del mal menor.
La derecha no es rebelde, sino la mejor defensa de lo existente
La pose contestaria del PP y Vox en los actos frente a las del PSOE contrasta con sus continuas apelaciones a la defensa de la Constitución y la unidad de España encarnada en la institución de la monarquía.
Lejos de ser antiestablishment, la derecha sigue siendo la máxima defensora de la Corona, la Constitución, la Iglesia, la policía y el IBEX 35 o ¿es que se puede pensar que todos esos elementos se han vuelto ahora progresistas? Despejan las dudas las imágenes de Leonor jurando en las mismas Cortes donde su abuelo juró los principios del Movimiento Nacional; las oraciones en grupo que se han visto a lo largo de las concentraciones y las palabras de Ortega Smith hacia los antidisturbios pidiéndoles estar dónde siempre: “reprimiendo las manifestaciones de la extrema izquierda, de los CDR en Catalunya de los borrokas en el País Vasco”.
Con la derecha radicalizada y movilizada el peligro es doble. El primero y más obvio es el clima reaccionario que avanza. El españolismo, el machismo, la LGTBIfobia y las ideas neoliberales crecen recuperando su estilo más casposo – el de misa, toros y fachaleco – o vistiéndose de outsiders a lo Desokupa.
Sin embargo, el discurso populista se desmonta rápido y para prueba de ello el nuevo gobierno del libertario Milei. Quien ascendió gritando contra la casta acaba de formar ejecutivo con el expresidente del Banco Central argentino y la exministra de Seguridad, ambos bajo el mandato presidencial de Mauricio Macri. En el caso del Estado Español, la derecha utiliza el descontento con el gobierno PSOE y Unidas a modo de gasolina.
PSOE y Sumar: la coalición “progresista” con políticas de derecha
El segundo peligro tiene que ver justamente con la falta de una alternativa política por izquierda que dé respuesta al desencanto y la rabia, lo cual prepara la trampa del mal menor. El miedo a la derecha se aprovecha para justificar el apoyo a un nuevo gobierno “progresista” que, si se toman los hechos y no las palabras, toma gran parte de la agenda de la derecha.
El gobierno PSOE-Sumar llega bendecido por Su Majestad en el Congreso. Frente a los discursos contra la amnistía en defensa de la unidad de España, la coalición “progresista” ha respondido sacando pecho del absoluto respeto al orden constitucional de la ley negociada y el valor que esta posee para acabar con la demanda de la autodeterminación. Ese ese el contenido de la amnistía que, además de incluir a policías y quedar en manos de la misma judicatura que se opone a ella, deja fuera a la mayoría de los independentistas y el resto de los y las represaliadas por luchar.
La ley de punto final a la cuestión catalana ha sido la primera piedra del otro “progresismo” que cuenta con Marlaska en el Ministerio Interior después de haber masacrado inmigrantes en la frontera e infiltrando policías en los movimientos sociales manipulando sexual y emocionalmente a mujeres; con un ministro de Exteriores y una ministra de Defensa responsables del envío de armas a Ucrania y avales del genocidio contra el pueblo palestino; con Calviño asegurando los ajustes y recortes exigidos por Bruselas; una ministra de Igualdad amiga de la Iglesia y otra de Trabajo que concilia con la patronal para revalidar la reforma laboral del PP y permitir la caída de los salarios con la complicidad de CCOO y UGT.
Pero los partidos que aplican las políticas de la derecha no frenan a los reaccionarios, sino que les blanquean el programa. Negociar la pérdida de poder adquisitivo mientras las grandes empresas siguen enriqueciéndose no es pragmatismo, sino asegurar el empobrecimiento de la clase trabajadora y los sectores populares. Ser parte del gobierno del rearme, la traición al Sáhara Occidental y la complicidad con Netanyahu y Zelensky no es lidiar con contradicciones en la esfera internacional, sino defender la política del imperialismo español. Así, el proyecto de Sumar está basado en ser la muleta del PSOE y el edulcorante del Régimen del 78 desde el Consejo de Ministros.
Sumar y Podemos: más o menos ruido para el mismo fin
Por su parte, Podemos viene criticando el proyecto político de Yolanda Díaz por ser una izquierda “sin ruido” destinada a pactar con el PSOE. “Una izquierda servil que no moleste al poder económico y al poder político” – son las palabras que utilizaba el Ione Belarra en alusión a Sumar después de aprobar la nueva hoja de ruta de la formación morada.
Lo dicen los mismos que han sido parte del gobierno de la masacre de Melilla, las ayudas a las eléctricas y la mayor transferencia de dinero público a las empresas y el refuerzo del compromiso con la OTAN. Quienes acusan a Sumar de “servil ante los poderes fácticos que sostenían y aún sostienen al régimen bipartidista” – tal y como dijo Belarra – son los mismos que avalaron la continuación de la monarquía tras la abdicación de Juan Carlos I y llamaron a acatar la sentencia contra los líderes independentistas.
“Sumar es una continuación perfecta del progresismo reformista de Unidas Podemos, pero con otra dirección al mando” – lo definía Antonio Maestre. La diferencia entre ambas formaciones es el ruido que están dispuestas a hacer para tapar las derechadas de su estrategia reformista. Unos y otros aspiran a ser agentes del régimen desde el Consejo de Ministros, el matiz está en si se defiende desde los platós de La Sexta a lo Maestre o desde La Base a lo Iglesias en Canal Red.
Después de haberse quedado sin ministerio, proponen que para frenar a la derecha y torcerle el brazo en material social al gobierno – dependiente de PNV y Junts – hace falta una izquierda en la calle y en las instituciones. “Pero es lo que toca no por propia voluntad estratégica, sino porque es la única opción que Sánchez y Díaz han dejado a la izquierda transformadora al haber decidido de forma irresponsable expulsarla del Gobierno” – decían en la editorial de Diario Red.
La cita apunta cuál es y ha sido la relación entre la movilización y la institución para Podemos. Por un lado ¿qué pasaría si les hubieran dado cartera? ¿tocaría entonces movilizarse o avalar en el Ejecutivo? La pasividad de las burocracias sindicales, la desmovilización y el compromiso silencioso de Unidas Podemos con la agenda del régimen durante el pasado gobierno son la respuesta. Por otro lado ¿cuál es ahora esa relación entre la calle y el Congreso? En la editorial anteriormente citada se planteaba así:
"Pero, como comprobamos en 2019 y como Sánchez y Díaz han vuelto a demostrar con su maniobra de expulsión de Podemos del Gobierno, la única forma de que la izquierda transformadora acceda al Ejecutivo es mediante la acumulación democrática de fuerzas que permita obligar a la progresía a aceptar ese escenario que aborrece. La batalla en el parlamento y en la calle también sirve para eso".
En definitiva, la apuesta de la formación morada por la movilización está subordinada a volver a meterse en el Consejo de Ministros. En el Parlamento separarse por izquierda en cuestiones puntuales del bloque PSOE-Sumar, pero sostenerlo incondicionalmente con la excusa de la amenaza derechista. En la calle movilizar siempre según convenga en el Congreso, lo cual implica limitar la movilización a todo aquello que tampoco ponga en peligro el gobierno. En perspectiva, la organización que sirvió para desviar el 15-M, lavarle la cara al PSOE y sostener Régimen del 78 se resguarda para volver a jugar el papel de desvío, contención y restauración.
Independencia de clase: una salida a la trampa del mal menor
Pero la estrategia reformista ni avanza en materia social porque limita las únicas fuerzas capaces de conquistarlo – las y los trabajadores junto a los sectores populares – ni frena a la derecha porque el gobierno PSOE-Sumar le toma parte de la agenda. Con todo ello, la desmovilización y el desencanto dejan a la clase trabajadora, la juventud, las mujeres y las personas migrantes atados de pies y manos para levantar una verdadera lucha contra la oleada reaccionaria y las políticas a favor de las grandes empresas. Para garantizar esto, desempeñan un papel clave las burocracias sindicales, que no convocan una huelga general desde el 2012.
En este contexto, sectores de los movimientos sociales y la izquierda alternativa apuestan por sostener a los reformistas en las instituciones y movilizar en las calles. El problema es que el fortalecimiento de las opciones socialdemócratas conlleva el debilitamiento de la lucha social a la par que comportan el aval a las políticas en favor de los grandes capitalistas. Mientras, la derecha capitaliza el malestar y los reformistas quedan sin oposición que les dispute la dirección en caso de estallido social. La cuestión es cómo romper el ciclo que lleva de la revuelta, al desvío y la restauración.
El camino para enfrentar a la derecha y avanzar en conquistas sociales está en la lucha de las y los trabajadores unidos con los movimientos sociales. Los y las dirigentes de Podemos y Sumar son conscientes de esa fuerza, pero para ellos tan solo es base de maniobra. Por eso, la cuestión es romper con la contención, la división y subordinación política que imponen los reformistas a la fuerza de la clase obrera. La huelga feminista general en Euskal Herria es un buen ejemplo que, si se generalizara, cambiaría mucho la relación de fuerzas. Las manifestaciones en solidaridad con Palestina son otra demostración de que hay sectores dispuestos a movilizarse, al igual que las manifestaciones del 25N.
Ante la oleada reaccionaria y la trampa del mal menor, hace falta levantar una izquierda con independencia de clase que apueste por desarrollar la autoorganización y la lucha desde los centros de trabajo y estudio. Una fuerza política revolucionaria que ponga su centro de gravedad en la lucha de clases en oposición a quienes aspiran a gestionar el Estado capitalista. La burguesía tiene partidos – “progresistas” o conservadores – que velan por sus intereses. Es hora de que las y los trabajadores junto a la juventud, las mujeres y personas migrantes nos organicemos y discutamos sobre la construcción de un partido que una lucha y política. Bajo un programa anticapitalista que dé respuesta a los problemas de los explotados y oprimidos, vinculando la lucha contra la precariedad, el racismo, el machismo, la LGTBIfobia y el imperialismo español que saquea recursos en todo el mundo y niega la autodeterminación dentro de sus fronteras.
Frente a los intentos de restauración “progresista” o conservadora, toca oponerle la defensa de procesos constituyentes libres y soberanos en todo el Estado para tumbar el Régimen del 78 en perspectiva de gobiernos de trabajadores, para construir una sociedad socialista donde la economía esté planificada democráticamente desde abajo.
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