Algunos docentes de las universidades nacionales e investigadores del CONICET salieron a una suerte de cruzada contra el voto en blanco para este 22/11 y en defensa (con menos desgarro de lo aconsejable) de Scioli como “la continuación del proyecto por otros medios”.
Miércoles 4 de noviembre de 2015
Algunos docentes de las universidades nacionales e investigadores del CONICET salieron a una suerte de cruzada contra el voto en blanco para este 22/11 y en defensa (con menos desgarro de lo aconsejable) de Scioli como “la continuación del proyecto por otros medios”. Las listas de mails de los institutos académicos se poblaron de mensajes llamando a los votantes del FIT a un “frente único” cuyos argumentos evitaban, las más de las veces, un análisis político (o sociológico, o económico, o de algún tipo) de cómo se llegó al balotaje, para arrumarse en declaraciones de supuesta autoevidencia al estilo Brancatelli y su grandilocuente “si gana Macri me voy del país” (grandilocuencia que uno intuye que bajará de tono “agobiado” por cuestiones mundanas como la necesidad de acomodarse en alguna otra renta). El mal que han hecho a las ciencias sociales los rentados del “periodismo” K es aún inconmensurable. Permítaseme una digresión. La “sobreideologización” kirchnerista (indisociable de la intervención del INDEC, del montaje de un multimediático “diario de Yrigoyen”, de la publicación sesgada de estadísticas públicas, como condición necesaria para que el discurso pueda independizarse de la realidad) termina redundando en una interpelación de tipo “autoayuda” que no es tan distinta (aunque es más simpática) que la interpelación de la “revolución de la felicidad” que propone Macri y Vidal. Aquí, la felicidad no la otorga el optimismo, el deporte, el esfuerzo, la perseverancia… (ah, perdón, esa es la interpelación de Scioli no la de Macri), sino la pura palabra de Cristina (en los balcones internos de la Casa Rosa) como esperanza de conjuración de todos los males que porta el candidato que fue ungido por….la propia Presidenta. Los kircheristas han abandonado “la más maravillosa música”, la del pueblo (y sus balcones), para pasar a escuchar exclusivamente el remixado de la oratoria de Cristina ya no como expresión de un proyecto (porque el proyecto es Scioli) sino como imagen especular de su propia tranquilidad individual, de su propia felicidad. De allí a la autoayuda macrista, un suspiro. Permítaseme otra digresión sobre las semejanzas entre ofensiva k en la academia y el macrismo. Como todos saben, el macrismo usó los organismos públicos del Gobierno de la Ciudad para “convocar” fiscales para la provincia de Buenos Aires en las PASO y en las generales. Lo hizo a través de “reuniones” (optativas, claro –entendiendo el especial significado de lo “optativo” para aquellos que son trabajadores precarios, por ejemplo-). Los que fiscalizamos militantemente para el FIT pudimos observar las consecuencias de esa política en los varios empleados de CABA que estaban allí, pensando en qué harían con los días de licencia u otros “beneficios” que esas “horas extras” les otorgaban. Es llamativo que en muchos organismos académicos se hayan utilizado los mails institucionales, enviados por secretarias o secretarios de la institución, para convocar a “reuniones” (optativas, claro –especialmente para los becarios que son los precarizados del sistema de ciencia y técnica-) para discutir “cómo militamos de aquí al 22”.
Estos mails fueron acompañados, en algunos casos, con otros un poco más obscenos en los que se describían los aumentos salariales recibidos de 2003 en adelante, como para que uno no se olvide de lo bueno que ha sido el patrón.
En fin, los parecidos se demuestran andando.
Las diferencias
A la hora de discutir las diferencias, y luego de intentar la imposible operación de despegar a Scioli de la Cristina que lo eligió, los más honestos responden que “incluso entre las derechas hay diferencias”. Hermosa confesión de parte que coloca el debate en el desagradable terreno (para ellos) de argumentar las razones para votar a “la derecha buena”, contra “la derecha mala”. El argumento no es mucho más sofisticado (dada la semejanzas de programas económicos y del personal ministerial para llevarlo adelante) que decir que la “derecha buena” es la que se verá más presionada a respetar lo conquistado en la “década ganada”. Ahí se pone lindo el debate porque abre a la pregunta sobre quién y en dónde se ejerce esa presión.
Beatriz Sarlo (a quien el balotaje obligó al silencio) dijo, a propósito de las PASO, que el progresismo había perdido su vínculo con los que protestan, con el mundo del descontento y de la rebeldía, y que era eso lo que explicaba, en parte, el fracaso de Margarita en agosto (que se profundizó en octubre) y “la diferencia” que produce Del Caño. Esa pérdida de todo vínculo con el que protesta, con el que lucha, es el que se expresa en las declaraciones de los progresistas kirchneristas demasiado ocupados en justificar un voto imposible como para volver la vista hacia la pregunta por el descontento. No hay en las declaraciones ninguna preocupación por el nuevo Verón asesinado por la policía en el Chaco, ni por las mujeres reprimidas en Mar del Plata por reclamar el básico derecho al aborto, ni por los colectiveros de la 60 criminalizados por defender sus fuentes de trabajo. El mundo del descontento, del que lucha, del que se rebela está completamente ausente de las declaraciones y del pensamiento de estos intelectuales progresistas. En esa ausencia reside el verdadero desgarro: no es un desgarro personal o íntimo, es un desgarro social que los ha enajenado completamente (o vuelto a enajenar luego de la sensibilización del 2001) de todos los procesos que mostraron (mucho antes del domingo) el inicio de la resistencia a la derechización y el ajuste que el propio kirchnerismo encabezó.
El kirchnerismo, hijo apócrifo del mayor evento de lucha social del siglo XXI en Argentina (el 2001), les ha prohibido a sus propios intelectuales (que se emocionaron con el piquete y la cacerola) pensar la política en términos de lucha de calles (y de clases). Y esa prohibición los ha “obligado” a reducir la política a un discurso oximorónico en el que se pide el voto a la derecha contra la derecha. Ese pedido tiene una performatividad buscada que es autoexculparse de ser parte del proyecto que parió la derecha. Pero tiene otra performatividad no buscada (pero mucho más importante que la autoayuda): abrir más la grieta entre el progresismo y las dolencias de las masas (y sus luchas) transformándolo en una secta autorreferencial, y fortalecer una de las variantes de la derecha que descargará su “ira” sobre las masas (y también sobre el progresismo). No es verdad que en esta elección (balotaje) hay sólo dos opciones (de derecha o de derecha). Hay tres. El voto en blanco es un doble pronunciamiento. Hacia los dos candidatos de la derechización, enviar el mensaje de que hay un sector de la población que no acepta el retorno a los noventa para que tomen nota, en las urnas, de lo que es preciso organizar en las calles, fábricas, barrios, universidades, colegios: la resistencia. Hacia los millones que votaron contra el kirchnerismo, enviar el mensaje de que Macri no es opción. El voto en blanco es la forma de decir, en las urnas, que el descontento masivo que llevó a la derrota del gobierno nacional no es necesariamente a derecha (aunque haya ido a la derecha reaccionaria de Macri), es un descontento que hay que disputar. El voto en blanco es la primera batalla de esa disputa. Hacia los que se organizan para resistir (muchos de los cuales ya vienen luchando), enviar el mensaje de la legitimidad de esa resistencia. Eso es el voto en blanco convocado por el FIT: un mensaje para los candidatos que horade su legitimidad y condicione la derechización; un mensaje para los millones que están descontentos que la salida no es por derecha; un mensaje para los que ya vienen resistiendo, que es allí (en la lucha de calles y de clases) donde se juega una salida por izquierda al fin de ciclo.
Sí a la ciencia
En este panorama el primer “sí a la ciencia” que hay que buscar es el de tratar de objetivizar un poco (desideologizar usando la acepción de ideología como falsa conciencia) aquello de lo que se está hablando. En el sistema universitario y de Ciencia y Técnica, el voto a Scioli tiene nombre y apellido.
Barbieri, ex decano de Ciencias Económicas (y responsable de que esa Facultad sea la vanguardia en la privatización de la educación superior), y actual Rector de la UBA (con apoyo de radicales y kirchneristas). Su ascenso a Ministro de Educación (por mucho que pataleen los progresistas que votan al candidato que lo asciende) es una declaración de principios sobre el proyecto privatizador para la educación en Argentina. Es un voto para redoblar la apuesta del proyecto que tiene hoy a miles de ad honorem en la UBA (ese trabajo sin salario pasado por el discurso del prestigio académico), que convierte a las facultades en coto de caza de negocios privados en los que “muerden” los funcionarios y amigos, que concibe el funcionariado de la educación igual que al funcionariado de empresas privadas en las que decanos, secretarios y subsecretarios cobran 10 veces más de lo que cobra el 75% de los docentes.
El otro nombre es Filmus, pura confirmación de que la política para Ciencia y Técnica es la de la “adaptación a los tiempos que corren”, es decir al ajuste. Por lo único que es recordado Filmus es por su papel en la gestión de Susana Decibe, momento cúlmine de aplicación de la menemista Ley de Educación Superior (todo el resto de su carrera política es olvidable). En esos tiempos su función fue intentar traducir a algún lenguaje supuestamente aceptable para el pensamiento progresista la política de privatización y elitización de la educación pública. Ese lenguaje fue el de la meritocracia, lenguaje que escondió bajo la fórmula de la “igualdad de oportunidades” la despiadada negación de la desigualdad estructural y el abandono absoluto del Estado para los sectores más explotados y oprimidos. Puede olerse, de su mano, el preanuncio de una mayor injerencia del sector privado en el financiamiento y gerenciamiento de los proyectos de investigación (obligado por las circunstancias, claro), una mayor precarización del trabajo que ya es precario en los cuerpos de los becarios (trabajadores sin derechos), y un reforzamiento del salario por “productividad” para los trabajadores permanentes de Ciencia y Técnica (que ya trabajamos al destajo de los papers y puntitos de la grilla de créditos académicos). Pero hay un tercer nombre propio de mucha significación: Sergio Berni. Su prontuario como represor es bien conocido. Lo que está menos transitado es el papel que el sciolismo le tiene preparado en la “articulación” entre Educación Superior y represión. El plan Scioli para la legitimación de las fuerzas represivas, que serán convocadas a la acción cada vez más a medida que el “descontento” pase del voto a la lucha (y que ya mostraron sus dientes en la Panamericana, como los mostraron las de Macri en el Borda, y todas juntas en el Indoamericano), es hacer pie en las Universidades Nacionales (una de las instituciones más prestigiadas en la opinión pública) a través del enlace entre el Ministro de Seguridad, Berni, y el Consejo Universitario Nacional (CIN). Esa política se adelantó en la reunión de octubre pasado del CIN en la que participó Berni preanunciando la política sciolista de “formación de cuadros” para la represión.
Efectivamente, para los trabajadores de la educación superior y la ciencia y técnica, en esta elección se juegan muchas cosas de nuestra condición como trabajadores y de nuestra condición como intelectuales. Es cierto, no es todo lo mismo. No es lo mismo fortalecer la llegada de la derecha, que no hacerlo.
Fortalecer la grieta entre los intelectuales y el pueblo, que no hacerlo. Fortalecer la privatización de la educación e investigación, que no hacerlo. El voto en blanco es la única forma de no hacerle el juego a la derecha.

Paula Varela
Doctora en Ciencias Sociales, Profesora de la UBA e Investigadora del Conicet. Autora del libro La disputa por la dignidad obrera y coordinadora de El gigante fragmentado. Trabajadores y política durante el kirchnerismo y Mujeres Trabajadoras: puente entra la producción y la reproducción. Lugar de trabajo y militancia en la nueva ola feminista