Martes 14 de junio de 2016 16:37
Gabi, mi amiga Gabi Michetti, utilizó la metáfora de que estamos en un túnel. Yo a Gabi la considero una copada, la amo. Pero para mí no es lo mejor compararnos con un túnel, ¿viste? Porque se presta a confusión, ¿viste? Gabi, como yo le digo a la vicepresi desde que nos conocimos en el Yacht Club de San Isidro, planteó que nuestro país estaba en un túnel, viste, y yo sé lo que quiso decir, viste, porque la conozco hace un montón de años a Gabi, desde que coincidimos en un lunch que organizaron unos embajadores en el Yacht, en el velero más hermoso que vi. Y eso que vi muchos veleros yo, viste, je. Una jornada ma-jes-tuosa donde tuvimos que ir todos de blanco. Divino.
Bueno, me fui por las ramas. Para mí no hay que usar la metáfora del túnel. Me parece un poco insensible. ¿Con la gente? ¡No! ¡Con los túneles! Porque para mí los túneles me remiten a algo lindo, ¿entendés? Vos me decís “túnel” y para mí es cruzar el Canal de la Mancha cuando me voy desde París a comprar ropa a las Tiendas Harrods de London, viste. Nunca, nunca me pierdo una oferta. (Recomiendo este año los chalecos cazadores: a-lu-ci-nan-tes. Burberry los hace ÚNICOS, con esa lana tan peculiar). Entonces: ese túnel es hermoso para mí y no tenemos que ponerlo como ejemplo de algo malo.
O la vez que fui al lanzamiento de esa edición limitada del whisky añejado 25 años por Chivas Regal. Me invitó mi amigo del alma Flynn MacDougal, CEO de Trading Bussiness de Chivas para Gran Bretaña, con quien siempre nos cruzamos en el Master de Augusta porque ambos somos fa-ná-ti-cos del golf. Bueno, la cuestión es que fui a este lanzamiento de ese whisky tan exquisito y para llegar a la zona del happening tenés que pasar por un túnel de piedra tan, pero tan divino, construido en el 1100 o por ahí. Terminabas este túnel hermoso y te esperaba la gente más refinada de Escocia y del mundo, gente como uno, paseando de cachete a cachete sorbos de esa verdadera miel que era esta edición limitada irrepetible.
Siempre me acuerdo de esa cata porque una de mis caseras, Susana, que viene con nosotros para cuidar a la beba, cumplió años al día siguiente. Yo obvio que me olvidé (¡¿cómo voy a saber el cumpleaños de mi mucama?!) y para zafarla le regalé una de estas botellas de 700 libras. Estaba chocha ella. Y lógico: si en Chile, Chaco o no sé de dónde viene ella, lo más fino que hay es Vino Toro, je.
Otra de las doce botellas que traje la sorteé en una de mis fábricas, la textil, entre todos mis empleados. La ganó Sixto, un obrero regio, leal. Fue como un premio extra además porque el día anterior le pedimos que se jubile. Él lloraba, pobre. No sé si de emoción o porque no quería irse de la empresa. Pero bueno. El negocio es así. Siempre en mi corazón Sixto y todos los muchachos, más allá de que yo no baje a la planta porque hay un polvo bárbaro. Ni limpian ellos. Laburan como viven, viste.
Por eso: a mí los túneles me encantan. Así que no los comparemos con esta Argentina tan injusta donde, por fin, se empieza a respetar el esfuerzo. Empezamos un cambio. Algo grosso. Donde no se premia la vagancia, sino el esfuerzo. Se pondera a los emprendedores como uno. Que la remamos para estar donde estamos, entendés. Si te rompés el lomo podés ver que hay túneles que son lindos. Por eso le voy a pedir a la vicepresidenta Michetti, que para mí es mi amiga Gabi del Yacht, que no compare la difícil situación que heredamos con un túnel. ¿Me entendés?