La normativa comenzará a correr desde este 1º de marzo, la cual consta en que ningún estudiante podrá ser apartado o suspendido de clases por su presentación personal, falta de útiles o de uniforme. Sin embargo, a pesar de que será una medida bien recibida por la mayoría de los estudiantes deja totalmente de lado una de las grandes problemáticas sociales y sexuales.
Martes 23 de febrero de 2016
La nueva medida, promovida como la Ley de Inclusión, ha sido celebrado por cientos de estudiantes y al mismo tiempo por la Superintendencia de Educación. Para aplicarla, el jefe del departamento de Denuncias de la Superintendencia de Educación, Oscar Acevedo, indicó que la iniciativa introdujo cambios importantes. Uno de ellos refiere a que “los reglamentos internos, así como los proyectos educativos institucionales, no contengan normas que impliquen una discriminación arbitraria para sus miembros”, según indicó.
Esto se traduce en que los establecimientos, si bien podrán fijar criterios obligatorios como la presentación personal, “(...)en ningún caso no cumplir con estas normas puede implicar medidas que discriminen arbitrariamente a los alumnas/os a sanciones que afecten su derecho a recibir educación”. Así, por ejemplo, un estudiante podrá ir con accesorios fuera del uniforme establecido, como cabello teñido, aros u otro elemento prohibido por los reglamentos, pero sólo se le podrán aplicar medidas disciplinarias o amonestaciones que se apeguen a la norma básica de no privar al menor de su clase.
Además, la nueva ley señala que “el sistema propenderá a eliminar todas las formas de discriminación arbitraria que impidan el aprendizaje y la participación de los estudiantes”. Aún así, la normativa dejó por fuera uno de los principales debates que tienen relación con el concepto de inclusión y en ese sentido con una de las demandas que se han levantado en este último tiempo, como lo es la ley de identidad de género. Y en este caso, la medida, no hace referencia alguna a ningún cambio de reglamento sobre las o los estudiantes transgénero y su participación en las actividades académicas.
¿Qué pasa con las o los estudiantes transgénero?
Actualmente los estudiantes trans no pueden usar sus nombres sociales en las listas de curso o en cualquier documento escolar, quedando a la espera del criterio del director o el sostenedor del establecimiento, que muchas veces no llegan a un cambio en el cual la o el estudiante se sienta representado. Uno de los principales factores que acentúa esta diferencia, es que aun existen establecimientos bajo el alero de las iglesias, en las cuales la educación sexual o las demandas de género son imposibles de desarrollar y exigir.
Es por esto que las y los jóvenes transgenero son oprimidos y perseguidos dentro de los establecimientos educacionales, la cual se manifiesta en la invisibilización de sus problemas y demandas. Para el sistema heteronormado educacional chileno solo existen los hombres y mujeres, lo masculino y femenino, dejando en la ambigüedad a las y los estudiantes transgénero que optan por salir de estos cánones impuestos del estatus quo y que simplemente se sienten identificados con otra identidad sexual.
Si bien el gobierno de la Nueva Mayoría nos vuelve a dar algunos consensos mínimos e insuficientes a la diversidad sexual, como lo deja demostrado con el AVP (Acuerdo de Vida en Pareja), no dando el matrimonio homosexual ni la adopción homoparental, aun esta por fuera una ley de identidad de género. Una de las principales demandas exigidas históricamente por la comunidad LGTBI.
Hoy nuevamente sufrimos otra perdida en un acto de odio hacía la comunidad de la diversidad sexual. Esta vez es asesinado en un hecho homofóbico, el joven Marcelo Lepe Parraguez, demostrándose así como el legado de la iglesia y la homofobia siguen en nuestra sociedad. Las medidas parches una vez más resultan insuficientes y no solucionan los problemas de fondo en cuanto a género y demandas LGTBI.