×
×
Red Internacional
lid bot

A 33 AÑOS. “No pedimos un viaje a la luna”: la lucha de las costureras en el terremoto de 1985

Un sismo de 8.1 grados Richter dejó miles de muertos y damnificados, entre ellos 600 y 1600 trabajadoras de fábricas de ropa.

Martes 18 de septiembre de 2018

La mañana del 19 de septiembre de 1985 transformaría para siempre la Ciudad de México cuando un terremoto de 8.1 grados Richter dejaban miles de muertos y damnificados.

Entre los múltiples escombros que poblaron el centro de la ciudad, se encontraban los de múltiples fábricas de ropa ubicadas en San Antonio Abad, colonia Tránsito, donde entre 600 y 1600 trabajadoras fallecieron. El lugar donde trabajadoras como Evangelina Corona o Concepción Guerrero Flores entregaban todos los días su vida, se había convertido de repente en una tumba.

El terremoto reveló las pésimas condiciones de trabajo de miles de mujeres que todos los días fabricaban las prendas con las que miles de mexicanos se vestían. Con cerca de 800 talleres destruidos, quedó claro que buena parte de los inmuebles no habían sido construidos para soportar maquinaria pesada. A las extenuantes jornadas de trabajo de más de 10 horas se sumaban sueldos de miseria e instalaciones en pésimo estado.

No obstante, apenas se declaró el estado de excepción, la vigilancia se delegó al ejército para defender la propiedad y los patrones se apresuraron a intentar recuperar lo que podían. Gloria Sánchez, trabajadora de los talleres Carnival, relata cómo el ejército al entrar lo primero que hizo fue extraer las cajas fuertes de la compañía en lugar de auxiliar a los sobrevivientes de los inmuebles aledaños. Las guardias para evitar la extracción de la maquinaria se convertirían en una de las articulaciones más importantes de su lucha.

El Sindicato de Costureras 19 de septiembre

Ante la indiferencia del estado y la patronal por las vidas de las trabajadoras, el 23 de septiembre las costureras se empiezan a organizar e instalan un campamento sobre Calzada de Tlalpan. Habiendo 700 mil costureras, 45 mil se quedan sin empleo a raíz del sismo.

Como sostiene Poniatowska en un texto, “50 por ciento de la producción se hacía en talleres clandestinos, 51 por ciento de las trabajadoras tenía sólo contratos semanales y apenas 18 por ciento era de planta, 73 por ciento no sabía lo que era y para qué sirve un sindicato y 89 por ciento estaban convencidas de que el líder sindical estaba coludido con el dueño de la empresa”.

Las demandas son simples: la organización de un sindicato independiente de la CTM o la CROM, la defensa del puesto de trabajo y la indemnización. “No les pedimos un viaje a la luna”-dicen-, como lo muestra el documental del mismo nombre de la cineasta Maricarmen de Lara donde testimonia la lucha de las obreras.

El sindicato -que obtuvo su registro el 21 de octubre de ese año- logrará agrupar a más de cinco mil trabajadoras, conseguirá una indemnización para las victimas de 500 millones de pesos y el contrato colectivo con 85 fábricas.

Aparte se convertirá en el referente democrático de la industria textil en México dentro del sindicalismo independiente que se había organizado desde los años 70. Junto a esto, al menos en tres empresas la lucha desembocó en la formación de
cooperativas por parte de las trabajadoras.

Por ello, es quizá la experiencia de lucha más importante en México que planteó la necesidad –para aquellas que no sólo solo son explotadas en la industria todos los días, sino que también se enfrentan a la opresión patriarcal en todos los ámbitos de la vida- de la auto organización con perspectiva de clase contra la patronal.

Pero también contra los dirigentes charros y machistas (Fidel Velázquez diciendo que él no tiene nada que ver con las costureras porque en su casa le cosen la ropa, como testimonia Maricarmen de Lara) que controlaban y controlan las direcciones sindicales más importantes del país.

¿Por qué es importante la lucha de las costureras de 1985?

En un panorama donde la descomposición del PRI anunciaba la llamada “transición” a la democracia, la lucha de las trabajadoras costureras fue uno de los episodios más importantes de recomposición subjetiva en la clase obrera mexicana, anunciada desde la insurgencia sindical de los años 70s.

No obstante, el 85 es también el año en el que el discurso de sociedad civil y la democracia elaborado al interior de ciertas tendencias de izquierda impide la radicalización de dichos procesos políticos.

Para Carlos Pereyra, filósofo marxista y militante, el 85 se trataba justamente del emerger de la sociedad civil –concepto de raigambre gramsciana-, pero no de la clase obrera. Ésta, con sus organizaciones como los sindicatos, forma parte de la sociedad civil.

Pero como dice él mismo, si bien sus componentes “más importantes son los partidos políticos y los sindicatos… también forman parte de la sociedad civil los medios de comunicación, congregaciones religiosas, agrupaciones empresariales, centros educativos, colegios profesionales y agrupaciones de variada índole componentes del tejido social”.

La guerra de posiciones como estrategia política abonaría a que el bloque dominado mejorara sus posiciones dentro de la sociedad civil fortaleciéndola frente al estado, pero no necesariamente la conduciría a plantear una ruptura revolucionaria respecto a la clase dominante y su estado.

A diferencia de lo que Carlos Pereyra y distintos teóricos de la izquierda pensaron, la idea del fortalecimiento de la sociedad civil no condujo a la democratización del país y mucho menos a la revolución; más bien contribuyó a la institucionalización de la izquierda anticapitalista y a su impotencia para luchar contra el régimen en su conjunto.

Ante esos discursos, la organización y la lucha de las costureras mostró que pese a todo lo polifacética que pueda ser la sociedad civil –que en efecto “emergió” y se movilizó solidariamente en 1985-, fueron las y los trabajadores los que más resintieron las catástrofes como el terremoto, y fueron ellos los que pudieron plantear una salida política con independencia de clase al conjunto de la sociedad.