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Red Internacional
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86º aniversario de la II República. “No se ha ido, lo hemos echado”

Ese fue el grito con el cual las masas obreras y populares celebraban la caída de Alfonso XIII. Reflexiones para pensar la crisis del Régimen del 78.

Lunes 17 de abril de 2017

En las famosas elecciones del 12 de abril de 1931 quedó patente un clamor de los trabajadores y los pueblos que pedían a gritos echar al Rey y sus deseos de conquistar una república que acabase con el paro, la carestía de la vida, realizara el reparto de la tierra y resolviese tantos otros problemas sociales. Estas elecciones fueron una prueba de fuego que la Monarquía no pudo superar. Tan solo dos días después se declaró la II República y comenzó un largo proceso revolucionario.

Esas elecciones fueron convocadas por el Almirante Aznar, después del fracaso de la dictadura de Primo de Rivera y el breve interregno del General Berenguer. El Monarca hizo una jugada arriesgada para sortear una crisis política arrastrada desde el desastre de Annual y aumentada con la caída de la peseta. Crisis agravada por las huelgas y movilizaciones de trabajadores que en no pocas ocasiones coincidían con los estudiantes.

El Presidente Aznar contestó contrariado a unos periodistas “¿Qué más crisis desean ustedes que la de un país que se acuesta monárquico y se despierta republicano?”. Como si no entendiera que la crisis de la Monarquía no era cuestión de una noche, sino que se arrastraba desde hacía muchos años.

Las masas celebran la caída del Rey

Al decir de Grandiso Munis y Manuel Tuñón de Lara, la acción de las masas obreras crecía constantemente. La situación social se hacía incontenible: el paro en aumento, la carestía de la vida, el hambre atenazaban a las familias obreras y campesinas. Una oleada popular de huelgas se extendió por todo el país: las hubo en Barcelona, Madrid, Valencia, Sagunto, Sevilla, etc. A continuación en las fábricas de Bilbao, los mineros de Puertollano, Granada, Zaragoza, Valladolid, etc. [1]

Las masas salieron a festejar la caída del Rey y proclamar la República en todas las capitales y ciudades importantes. La Guardia Civil no se atrevía a reprimir las manifestaciones masivas por miedo de que se quebrase la cadena de mando y confraternizase la tropa con los trabajadores. En Eibar izaron la bandera republicana el 14 de abril a primera hora, luego en Barcelona Companys junto a Macià también proclamaron la república. Los trabajadores abandonaban la faena y llenaban las calles al grito de “No se ha ido, lo hemos echado”.

El mismo día asumió un Gobierno Provisional encabezado por el ultra católico, latifundista y hasta hacía poco monárquico Niceto Alcalá Zamora junto a otros dirigentes burgueses de diferentes partidos. Los Socialistas se sumaron al Gobierno burgués con tres ministros (Prieto, De los Ríos y Largo Caballero). El Gobierno Provisional, en lugar de encarcelar y juzgar al Rey y su séquito, le protegió y le facilitó un barco de guerra para llegar a su exilio francés. Este Gobierno tampoco se atrevió a pedir responsabilidades por el desastre de Annual en Marruecos.

Los partidos republicanos no estaban preocupados por acabar con todas las instituciones políticas de la Monarquía de Alfonso XIII. Muchos de ellos tiraron la “chaqueta real” pero no para abrazarse al pueblo, sino para sostener el sistema capitalista y proteger la propiedad de las fábricas y grandes haciendas. Andreu Nin destacaba las primeras declaraciones del Gobierno provisional: “La propiedad privada está garantizada por ley” y “no podrá ser expropiada más que por razones de utilidad pública y con la indemnización correspondiente” [2].

Podríamos decir que los partidos republicanos buscaron un camino para pasar de la Monarquía a una “democracia”, sin tocar la propiedad de los grandes empresarios y terratenientes, ni tampoco las fuerzas armadas y represivas. Algo similar a la estrategia que Juan Carlos I aplicó para pasar de la dictadura franquista a la democracia para ricos actual: “de la ley a la ley”.

El inicio de la revolución obrera

En esos primeros momentos ya se notaban dos formas diferentes de entender la caída de la Monarquía. Como decía el propio Manuel Azaña, “Las reformas políticas de la República satisfacían a los burgueses liberales, interesaban poco a los proletarios…”. [3]

La burguesía, que se había beneficiado en negocios millonarios bajo la dirección de Alfonso XIII buscó preservar la propiedad privada de la tierra y las industrias. Los trabajadores veían que con la caída del Rey se abría paso a una nueva época, en la cual podrían resolver los problemas del paro, de la carestía de la vida, del reparto de la tierra, de la relación entre las diferentes nacionalidades, etc.

La proclamación de la República tan solo fue el primer capítulo del proceso revolucionario abierto entre el proletariado y la burguesía. Y no el último capítulo de la lucha entre democracia y monarquía o democracia y fascismo, como pretendían los dirigentes socialistas.

Los “republicanos” de hoy día

En todos los aniversarios del 14 de abril se pueden oír muchas palabras y discursos de reivindicación de la República. Dirigentes del PSOE, IU, Podemos, Iniciativa, Esquerra Republicana, entre otras fuerzas políticas. Estas fuerzas son de un republicanismo muy particular. Muchos twitters y declaraciones vía web junto con actos de recuerdo se han sucedido en estos días.

Entre las fuerzas políticas republicanas podríamos destacar, por un lado, a los “Republicanos del Rey”. Son aquellos “republicanos” que acordaron la Constitución del 78 con el búnker y los post franquistas. El PSOE de Felipe González y el PCE de Carrillo fueron una pieza clave para que el Rey nombrado por Franco sea el Jefe de Estado de ésta democracia para ricos.

Los “Republicanos del Rey” fueron los fundadores del “Reino de España”, nombre oficial del Estado español. Fueron quienes estamparon su firma en la Constitución, permitieron la amnistía para los crímenes franquistas estableciendo una teoría de los dos demonios. Felipe González es el líder que se entendió tan bien con el rey Juan Carlos y Santiago Carrillo el que lo hizo con Adolfo Suárez.

Por otra parte tenemos una especie particular de republicanos que son sumamente respetuosos con el Régimen y que participan de las restringidas reglas de juego de las instituciones casi sin quejarse. Entre estas fuerzas podemos mencionar a Izquierda Unida, a Esquerra Republicana, a Iniciativa per Catalunya y Podemos.

Estos republicanos nos llevan por el camino yermo de unas reglas de juego que dejan afuera a las grandes mayorías, unas reglas de juego que nos impusieron bajo chantaje, mentiras y ruidos de sables. Unas reglas que hacen que el voto valga más en sectores de poca población que en las grandes ciudades, donde están los trabajadores. Unas reglas de juego que castigan a quien roba para comer y premia a quien roba millones a los trabajadores.

Estos respetuosos republicanos se caracterizan también por saludar los días de fiesta y hablar de las libertades y las reivindicaciones sociales, pero el resto del año “ná de ná”. Hablan de un Proceso Constituyente que permita refundar el país democráticamente pero para ello esperan obtener tres quintos de la cámara de Diputado que permita realizar la convocatoria con las reglas de juego que el búnker y la izquierda caviar nos impusieron. E incluso algunos de ellos, como Podemos, dejan claro siempre que pueden que desde su punto de vista el tema de acabar con la Corona está fuera de agenda.

Solo con la lucha y organización de obreros y estudiantes

Es necesario conquistar una República verdaderamente democrática, en la cual tengan cabida las diferentes nacionalidades sobre la base del respeto y confraternización mutuas, en la cual los trabajadores y los pueblos sean quienes realmente decidan sus propios destinos.

Pero ello no se puede realizar sobre la base de la negociación y componendas con la Monarquía y los restos del búnker franquista, como hicieron el PSOE y el PCE. Ni tampoco puede quedar par las calendas griegas como pretenden los republicanos respetuosos del Régimen del 78.

Se impone realizar un verdadero proceso constituyente que acabe con la Monarquía, institución completamente anacrónica y reaccionaria, que separe de una vez por todas la Iglesia del Estado con todas las subvenciones y prebendas que mantiene, que reconozca a las nacionalidades y su derecho a autodeterminarse, que acabe con un poder judicial íntegramente heredado de la dictadura, al igual que el ejército y las fuerzas de represión. Un Proceso que acabe con el saqueo social que los grandes empresarios hacen del bolsillo del trabajador y las arcas públicas, que permita trabajar a todo el mundo para que todos trabajemos menos, con un salario digno. Un proceso constituyente que haga valer más el derecho de los desposeídos, que el de un puñado de ricos y poderosos.

Un Proceso Constituyente de éste tipo solo podrá ser realizado por los trabajadores y los pueblos de todo el Estado acabando con el reaccionario Régimen del 78. Hay que torcer el brazo del Gobierno y todas las fuerzas políticas que lo construyeron y no podemos heredar ninguna de estas instituciones que repelen la participación de las mayorías. Hay que recuperar el grito “No se ha ido, lo hemos echado” y fundar una República de los trabajadores. Una República sin el búnker franquista y sin la izquierda burguesa que nos llevaron a ésta “democracia” para ricos. Y así iniciar una nueva era en la cual la humanidad inscriba en sus banderas esa gran máxima del Manifiesto Comunista “De cada uno según sus posibilidades y a cada uno según sus necesidades”.

[1] Tuñón de Lara, Manuel. La España del Siglo XX: vol. I. Akal, Madrid: 2000. Pág. 238 a 241.
[2] Nin Andreu. La Revolución española (1930-1937). Viejo Topo, Barcelona, posterior al año 2000. Pág. 59.
[3] Azaña, Manuel. Causas de la guerra de España. Diario Público, [Madrid], 2011. Pág. 16.