La historia detrás del conglomerado urbano destinado únicamente a los más ricos y poderosos del país.
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Claudia Ferri @clau.ferriok
Viernes 20 de agosto de 2021
Trabajadores y trabajadoras de Nordelta esperan frente a la entrada del country al único colectivo que los lleva de regreso a sus barrios. Foto I Matías Baglietto
Un enorme muro gris electrificado, unos cuantos metros de tierra y cemento; y las vías del Ex ferrocarril Mitre son las tres cosas que separan a un barrio pobre y excluido del complejo urbano más rico, opulento y privilegiado del país y de toda Sudamérica.
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Esta imagen que nada tiene que envidiarle a la frontera méxico-estadounidense se encuentra a menos de 40 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, en el Partido de Tigre. Aunque como dice el artista vecino de las Tunas, Freud de la villa, “ni Trump se atrevió a tanto”.
De un lado del muro se encuentra el barrio Las Tunas, del otro lado Nordelta. Aunque tienen la misma cantidad de habitantes que ronda los 30.000, el primero distribuye su población en 109 manzanas y los terrenos suelen tener una dimensión de 10m2. El segundo es muchísimo más extenso, 16 km2, y los terrenos van desde los 500m2 hasta los 5000 m2 y el precio de las propiedades pueden llegar a varios millones de dólares. El primero nunca aparece en los medios, a menos que una lluvia de varios días inunde el barrio. El segundo lo vemos bastante más seguido. Incluso en la última semana fue noticia por una picada entre dos Ferrari en una avenida transitada y una fiesta clandestina de 70 personas sin barbijos y con músicos en vivo.
Este contraste geográfico y social no es nuevo, sino que se viene configurando desde hace décadas con el crecimiento de la desigualdad pos dictadura. ¿Qué historia hay detrás del surgimiento de Nordelta?, ¿Qué cambios se produjeron en la zona? ¿Por qué es la Argentina que muestra la verdadera grieta?
“Una ciudad pueblo”
Es el concepto con el que se vende el estilo de vida de Nordelta. Porque como dice su sitio web tiene “la tranquilidad de la naturaleza y la comodidad de la ciudad”.
En los hechos es una especie de ciudad burbuja autosuficiente formada por 24 barrios privados, con planes de sumar más. Tiene cinco colegios bilingües, un centro médico propio con 80 especialistas, un centro comercial con las principales marcas, cinco salas de cine, cuatro bancos, dos estaciones de servicio y un importante número de restaurantes de alta gama. También un Club Deportivo, un hotel cinco estrellas y una cancha de golf.
Pero Nordelta además tiene una bandera propia, una laguna de 180 hectáreas, acceso a canales de agua y hay quienes pescan desde los jardines de sus casas. También hay parlantes musicales en las calles y cámaras de seguridad en prácticamente todos lados, como una especie de “The Truman show” con todos sus habitantes plenamente conscientes y felices de la vigilancia permanente. Allí viven o pasan temporadas ricos y famosos. Artistas, empresarios, funcionarios políticos y hasta narcotraficantes.
La “ciudad pueblo” cumplió en diciembre 20 años, pero el proyecto conocido como “Master Plan” es mucho más antiguo.
En los hechos Nordelta es herencia en primer lugar de la dictadura militar y en segundo lugar del menemismo; aunque no le guste escucharlo a algún que otro “progre” que tiene propiedad o alquila en estos barrios con nombre de flora y fauna autóctonas y deportes de élite.
Como dijo Ricardo Greene en Alerta Spoiler: “Nordelta comienza en el 70, con un empresario Astolfoni, que tiene algunos papeles sucios, con relaciones con la dictadura militar. Compra tierras a un precio muy barato, un negocio apuntalado por el Estado”. Julian Astolfoni adquirió parte de los territorios del Delta en 1972 a precios realmente baratos, pero su poder y capital se acrecentaron con la dictadura de Videla. Primero por la Ley provincial de 8.912, de 1977, que habilitaba por primera vez a las empresas privadas a crear y construir “núcleos urbanos”. Segundo porque su empresa Supercemento, donde también era accionista Franco Macri, se apropió prácticamente de las licitaciones de todas las grandes obras públicas hidráulicas de la época, incluso las de la compañía Mackentor.
Ya en ese momento Astolfoni tenía la intención de construir un estilo residencial similar al de los barrios residenciales de Miami o de las afueras de París, pero el proyecto se demoró y recién fue aprobado por un decreto provincial en el año 1992 bajo el gobernación del peronista Eduardo Duhalde.
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Fueron años en los que se removieron y rellenaron suelos, se hicieron obras de saneamiento y se construyeron espacios acuáticos. Todo esto en territorios que antes eran humedales y pantanos. En 1998 comenzaron las obras de construcción de Nordelta; ya con Eduardo Constantini como socio y principal referente del concepto “ciudad pueblo”, miembro de una de las familias más ricas del país.
Para Nordelta el Estado estuvo siempre presente, sea pavimentando caminos, una ruta provincial lindera o prolongando el acceso Bancalari-Benavidez, entre otras medidas que indirectamente la beneficiaron.
No es casual que su extensión y desarrollo se haya producido en momentos críticos del país. Primero en los años 90, a nivel inversión. Segundo, en los años que siguieron al 2001, cuando la población creció porque querían “alejarse del caos de la ciudad” y tercero, en el transcurso del año pasado, volvió a aumentar la cantidad de habitantes porque muchos se instalaron allí por la pandemia, en lugar de ir pasar los fines de semana.
Esto se debe a que cuando se producen crisis económicas en el Capitalismo, la brecha entre los más ricos y los más pobres se agranda aún más. Con el impacto de las políticas neoliberales creció la pobreza estructural en forma sostenida y empeoraron las condiciones de vida y laborales de la clase trabajadora. Junto a esto crecieron en cantidad los barrios populares y las villas miseria; a la par que se multiplicaron los countries y barrios privados en el conurbano bonaerense y también en todo el país.
Nordelta es la viva imagen de esta verdadera grieta, que es la de las clases sociales. También lo refleja Las Tunas, un barrio obrero que nació en los años 50 y padeció la desocupación y la informalidad desde los 80 en adelante.
El muro no solo divide dos realidades completamente distintas, sino que cumple el objetivo de “tapar” esa otra realidad. También les da un margen de impunidad muy grande.
A fiestas y picadas de autos se suma el constante maltrato laboral hacia las trabajadoras de casas particulares, quienes en 2018 protagonizaron una rebelión histórica porque patrones y patronas se quejaron de tener que compartir el mismo micro. Así lo relata una de ellas: “nos han sacado el transporte privado que en el año 2018 fue denunciado por discriminación al no querer llevar más a las empleadas domésticas mezclados con los propietarios ya que ellos las personas “de bien” (como si nosotras fuésemos el mal) decían no soportarnos a nosotras, por hablar en guaraní o porque hablábamos de los problemas cotidianos de mujeres pobres de los barrios vulnerables”. Hoy en día siguen luchando contra la discriminación y para que se les garantice el uso del transporte, reducido supuestamente por la pandemia, aunque viajan la misma cantidad de personas que en otros años.
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Muchas de estas trabajadoras viven en el barrio Las Tunas. Tienen una entrada muy cerca de la salida del barrio, pero deben trasladarse hacia otra de los accesos porque por ese sólo pueden ingresar estudiantes y personal autorizado de los colegios. Un viaje que podría durar 20 minutos se demora hasta más de una hora.
Cientos de trabajadoras de casas particulares, de comercios y restaurantes, jardineros, parquistas y albañiles trabajan en condiciones de informalidad y en la mayoría de los casos los protocolos de Seguridad e Higiene no se cumplen. Sin dudas este es otro rasgo distinto de la herencia neoliberal en Nordelta.
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Miami, pero a minutos del Obelisco
El cuarto capítulo de la excelente investigación que Diego Genoud hizo en Massa, la biografía no autorizada comienza diciendo “si El Calafate es el lugar en el mundo de Cristina Fernández de Kirchner, Miami es el de Sergio Massa”.
Parece ser que el actual presidente de la Cámara de Diputados y dirigente del Frente de Todos tiene una particular fascinación por esta ciudad aunque lo dice sólo por lo bajo, porque no es muy “nac & pop” ir a comer a Baires Grill, pasear por la Ocean Drive, o reunirse con funcionarios de la embajada estadounidense.
Lo cierto es que cuando fue intendente de Tigre (2007-2011) tomó como modelo Miami para intentar venderla en el mercado inmobiliario. Se focalizó en los sectores más pudientes avalando la construcción de nuevos barrios privados y confraternizando con los vecinos de Nordelta mientras los barrios obreros y populares como Las Tunas o Ricardo Rojas fueron ocultados tras los muros. Incluso en 2010 entregó tierras públicas a Constantini para continuar financiando este proyecto inmobiliario.
El centro de Tigre se pobló de Palmeras y si bien Nordelta venía desarrollándose en los años previos, Sergió le dio mucha de su impronta para asimilar su “hábitat” a la de su ciudad favorita. En cuanto al paisaje y también a la política securitaria. No olvidemos que Massa es pionero en vigilancia urbana basada en cámaras de seguridad y mano dura. Mientras tanto vecinos y vecinas de Las Tunas son criminalizados y perseguidos, siguen sin cloacas, con calles de tierra, sin agua potable y lo peor son las lluvias. Durante esos días, ni los colectivos pueden ingresar.
Piscinas de un lado, inundaciones del otro
El gran problema de Nordelta es que además de ser la expresión más acabada de la enorme desigualdad social que hay en el país, muestra la irracionalidad que tiene el Capitalismo a la hora de planificar porque está construida sobre los grandes humedales del Delta. Terrenos no aptos para edificar urbes.
Los humedales no sólo son importantes para una comunidad por sus recursos naturales y la biodiversidad que poseen sino también porque, si llueve mucho y hay crecidas de la marea o sudestadas, son los que drenan el agua hacia ríos y arroyos y de esa forma se evitan las inundaciones. En los últimos años, miles de hectáreas de humedales fueron destruidas por el avance de los negocios inmobiliarios, en general, y de Nordelta en particular.
Sus enormes muros (sumado a los de otros barrios privados) provocan que cada vez que llueve fuerte en la región, Las Tunas se inunde. Y lejos de ser una piscina cristalina se convierte en un pozo de agua marrón inhabitable. Los vecinos cuentan que antes el agua de lluvia escurría, pero entre el achicamiento del cauce del arroyo Las Tunas y que Nordelta construyó compuertas de desagüe -que abren cuando llueve para sacar el agua de su interior-, se termina provocando este desastre habitacional y ambiental que ningún gobierno quiso evitar.
En este “paraíso para ricos” se respira impunidad. No olvidemos que el empresario de la fiesta clandestina que se hizo viral es uno de los responsables de la muerte de seis obreros en una construcción en Santa Teresita en 2018 por derrumbarse una losa.
Nordelta es una muestra fiel de la Argentina clasista y de los intereses de la clase dirigente que la hicieron crecer, en contra del beneficio de la gran mayoría del pueblo trabajador tigrense que sigue atravesando enormes problemas habitacionales y que luchan por recuperar los humedales. Un saludo y nuestra solidaridad a quienes denuncian, se organizan y quieren terminar con esta desigualdad creciente. A quienes están de este lado del muro.
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Claudia Ferri
Historiadora, UBA. Columnista de la sección Historia de La Izquierda diario.