Compartimos con nuestros lectores el recuerdo y el homenaje a Leo Norniella por parte de Guillo Pistonesi, dirigente nacional del PTS.
Viernes 13 de marzo de 2015 00:00
Ya te fuiste. Nos dejaste demasiado temprano, Leo.
Hace varios meses, no sé cuántos, no te veía. Si hubiéramos podido hablar tranquis, creo que nos podríamos haber puesto de acuerdo en menos de dos copas de que no elegimos la época que nos tocó vivir (probablemente esto lo hayamos charlado alguna vez en aquellas largas tertulias que supimos compartir).
Que el capital recuperó mucho terreno en las últimas décadas, que fueron las que justamente nos tocó vivir y militar por una revolución social que hoy no está en el horizonte de la conciencia de los esclavos sin pan. Que los explotadores sacaron muchas lecciones de los cielos tomados por asalto que sus potenciales sepultureros lograron desde aquella Comuna de 1871, pasando por tantos otros gloriosos hitos de la humanidad que quiso ponerse de pie, y que, por el contrario, los golpes contrarrevolucionarios y las corruptas direcciones oficiales del movimiento obrero (estalinismo y sus amigos) dejaron de este lado una tremenda desorientación y, por qué no decirlo, desmoralización.
Nos criamos políticamente acá, en esta época, tal cual es. Y nos desenvolvimos también personalmente en la misma con todas las múltiples contradicciones que ello trae aparejado. Contradicciones y debilidades frente a un enemigo que sigue dominando sin muchos resquemores, con una maquinaria infernal que intenta demostrar que la vida no puede ser más que esta miseria, que eso es tan inmodificable como la propia naturaleza.
Y muchas veces nos amoldamos a esa conciencia por distintas vías, las cuales tienen que ver con nuestra propia constitución como personas desde aquella estructura de la infancia que hasta el propio Trotsky dijo en más de una oportunidad que es una de las cosas más difíciles de cambiar en la arena personal, cosa con la que acuerdo con creces.
"Áspero tiempo el nuestro, quizá uno de los más expertos de la historia de esta Humanidad que se dice civilizada. Todo revolucionario nacido para estas pocas decenas de años está poseído por un patriotismo furioso para esta época, que es su patria en el tiempo".
Aunque no lleguemos a ver las grandes victorias de los despojados del mundo, creo que sin generaciones como la nuestra, que intentan mantener el legado y la experiencia de décadas de luchas, triunfos y derrotas, el futuro sería más que sombrío. Sería un desastre. Habría que volver a cero cuando tenemos la teoría y el programa que sintetizan una experiencia de miles de años: Espartaco, los levantamientos campesinos en Alemania, para solo mencionar dos antes de la constitución de nuestra clase obrera.
En la despedida a un gran poeta ruso que murió por decisión propia, Trotsky explicaba con mucha dulzura y tratando de comprender la tragedia: "Pero Esenin no era un revolucionario. El autor de Pugachev y de las Baladas de los veintiséis era un lírico íntimo. Nuestra época no es lírica. Es la razón esencial por la que Serguéi Esenin, por propia voluntad y tan temprano, se ha ido lejos de nosotros y de nuestro tiempo". No es tu caso, Leo.
Siempre odié el hecho de que cuando alguien nos deja solo salen a la luz sus virtudes, muchas veces incluso exageradas. Es comprensible, claro. Es una forma de enfrentar un hecho irremediable e irreversible como la muerte, un hecho personal y social que nos toca, duele e interpela. A diferencia del gran poeta y con todas las contradicciones que tenías vos, y que llevamos todos y cada uno sobre nuestros hombros, fuiste un revolucionario que aun después de tu partida enorgullecés incluso a generaciones que no te conocieron. Eso emociona y da fuerza.
Acá vamos a seguir con todo, cada vez más, seguros de que lo que viene es lo mejor.
Hasta siempre, querido Leo.