La desaparición forzada de Marco Antonio cimbra desde lo profundo una realidad latente para nosotros, los jóvenes y que hasta hace poco, empezamos a ver. Pero ante esto ¿qué hacer?
Miércoles 7 de febrero de 2018
Siempre tuve miedo de la policía y conforme crecí, también de los militares. Ahora con la Ley de Seguridad Interior, el peligro es constate y el miedo latente. Nunca creí en la historia del “policía bueno” o “militar bueno” que al final son lo mismo: los perros del Estado que cuidan sus propiedades y las de los grandes empresarios, quienes diluyen la organización y movilización de las masas a punta de garrote y balas de goma. La excepción no es tendencia, un “policía bueno” no salva a los cientos que reprimen, ni nos devuelve a los más de 33 mil desaparecidos, según cifras oficiales, en este país.
Acá, ser joven cuesta caro. Nos desaparecen por tomar fotos, por ir alcoholizados, por quemar hierba, por pegar carteles, por ir con nuestros amigos, por salir de noche, por vestir “raro”, por tocar la guitarra en la calle, por bailar, por rapear. Pero también por organizarnos, por atrevernos, por soñar con un mundo distinto y acabar con la miseria que nos ofrecen. Sí, nos desaparecen por ser jóvenes.
¿Te hablé ya del miedo? Lo he sentido tantas veces que parece estar encarnado de pronto, como un anexo a lo que soy, que nubla e imposibilita el actuar y es que así nos quieren, con miedo. Luego, supe de Marco, pero antes de Jorge, de Eduardo, de Jocelyn, de los 43 y de otros tantos que tienen un nombre, una historia y una vida que no conocimos pero que duele como la propia. Ahí, el miedo se convirtió en asco ante un sistema de podredumbre que resuelve sus fugas haciendo fosas; luego, el asco en rabia por los que ya no están, por los abrazos que faltan, por las bancas vacías, por las sonrisas silenciadas; y la rabia, en organización.
Cuando decides voltear a tu derecha, a tu izquierda, hacia delante o atrás, te das cuenta que hay huecos de todos los que nos han arrebatado y comprendes que esto no puede seguir así. ¿Y ahora qué? ¡Pues organízate y pelea! Todos los días, todo el tiempo: en tu escuela, en tu trabajo, en tu colonia; sal a la calle y grita, para tu escuela, cuéntale a todos lo que está pasando y empecemos a cambiar el mundo. Ahí donde aún hay otros, ahí donde siguen estando tus hermanos, tus primos, tus amigos.
Antes de que no estén, antes de que no estés, antes de que desaparezcan a otro, a otra y que aunque no conozcamos, aunque no sepamos, lastimen y dejen una herida abierta a una generación de jóvenes que tiene en sus manos el poder de cambiarlo todo.
Salgamos este 8 de febrero a las 16:00 horas de Prepa 8 a Rectoría de la UNAM ¡Abajo la Ley de Seguridad Interior! ¡Basta de criminalización a la juventud!
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